Don Quijote de la Mancha resumen

 

 

 

Don Quijote de la Mancha resumen

 

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Don Quijote de la Mancha resumen

 

DON QUIJOTE DE LA MANCHA

 

El Quijote es una obra de madurez. Cuando se publica la primera parte, Cervantes tenía 58 años y cuando se publica la segunda parte, 68. El autor morirá cinco meses más tarde, en abril de 1616.

 

Cuando aparece la primera parte del Quijote, hacía veinte años que Cervantes había publicado la primera parte de La Galatea (1585), una novela pastoril que no se había vuelto a reimprimir y que tampoco había conocido la segunda parte tal y como Cervantes había anunciado (no tuvo el éxito esperado por Cervantes).

 

Pero al publicar la primera parte de Don Quijote de la Mancha, el éxito fue tan extraordinario, rotundo, no sólo en España, sino también en América y en el extranjero, que ese éxito facilitó a Cervantes encontrar un impresor que estuviera dispuesto a publicar sus obras anteriores y que no pudo hacerlo por no encontrar el impresor adecuado (recordemos que Cervantes malvendió muchas obras y otras las tenía inéditas). Por tanto, de la noche a la mañana, un escritor considerado menor, se convierte en el mayor prosista que publicará la novela más leída, editada, traducida y comentada de la Historia universal si exceptuamos la Biblia.

 

Hay que tener en cuenta que cuando Cervantes vivió ese enorme paso de ser un escritor de segunda categoría a ser considerado el mejor escritor, España estaba en pleno siglo de oro de la letras españolas, por lo que en ese época estaban grandes escritores que ya se consideraban los mejores de la literatura en ese momento (como Quevedo, Lope, etc.) y que, por tanto, estos tuvieron que ver como un escritor menor tuvo un éxito que sobrepasó al que ellos ya tenían.

 

Desde el siglo XVIII se inicia una solvente crítica sobre la obra cervantina y los admiradores del Quijote se han preguntado por qué la lectura atrae a los lectores de esa forma tan singular como lo hace. Hay que decir que el Quijote nunca ha dejado de publicarse desde su primera publicación, a diferencia de otros muchos autores de la Literatura española que después de muertos sus obras han quedado en el olvido, como le pasó a Benito Pérez Galdós, que una vez muerto su obra quedó relegada al olvido, pero con el tiempo esas obras se redescubren (por un centenario o un nuevo interés por la obra). Este no fue en ningún caso el del Quijote. Siempre, a lo largo de los siglos, el Quijote ha encontrado lectores y admiración, lo que sí es cierto es que en cada época, cada lector lo ha ido interpretando o matizando de forma diferente.

 

Cuando se publica la primera parte, el lector contemporáneo entiende que el Quijote es una sátira de los libros de caballería en forma de parodia y como tal forma lo acepta. Se aceptamos que Don Quijote de la Mancha es una parodia de los libros de caballería, cabe entender que cuando estos libros dejaran de publicarse, el Quijote debería perder su validez y que hoy se considerase como una novela de circunstancias literarias que logró el propósito que tenía su autor: terminar con los libros de caballería y, por tanto, su lectura debería haber acabado relegada por eruditos y curiosos del pasado. Lo curioso  es que el Quijote es una parodia que interesa incluso al que desconoce lo parodiado, un libro que interesa al lector alejado en el tiempo y en el espacio, una diatriba de acabar con algo que finalizó  mucho tiempo, sin embargo, cada día abre más posibilidades de reflexión, perspectivas y produce un extraordinario placer, incluso regocijo en el lector, porque el lector que no entiende que está ante un libro cómico es porque no ha entendido el Quijote, de igual forma que no lo entiende los que no reparan en la melancolía que transmite el texto, melancolía percibida por los escritores románticos.

 

Al hablar del propósito de la novela, hay que tener en cuenta lo que Cervantes dice en el prólogo y a lo largo de la novela. Éste expresa que «desterrar la perniciosa lectura de los libros de caballería» y estas manifestaciones hay que tenerlas en cuenta El Quijote responde a la intención de criticar un género literario, pero es evidente que es algo más que eso. Cervantes disfruta experimentando nuevas formas narrativas, de esta forma, haciendo una parodia de los libros de caballería y apropiándose de los procedimientos propios del género (trama en la que se acumula suceso tras suceso, es decir: una técnica abierta que le permite ensanchar la obra). Estos procedimientos los utilizará Cervantes porque le permitirá una gran posibilidad de humor, si además sumamos a esto la locura del personaje, puede permitirse el lujo de incluir todo tipo de sucesos y una gran amplitud de reacciones de los personajes. No podemos olvidar que la lectura de obras de imaginación y los libros de caballería habían gozado del favor del público, fueron lecturas de moda y se utilizaron para conformar los espíritus más abiertos del siglo XVII frente la actitud más decadente del Barroco. Cervantes se plantea la capacidad del arte y la literatura para influir en la mentalidad de la gente, especialmente de la gente sin preparación, y por tanto, no saben discernir lo que se le está suministrando a través de la lectura, y en este sentido, Cervantes apunta cuestiones totalmente atroces.

Cervantes lo que hará con esta novela es renovar el espacio de los libros de entretenimiento, los cuales eran los libros preferidos por el público y por los editores, y bajo es epígrafe (de «libros de entretenimiento») aparecen muchas obras, como La pícara Justina (1604). Cervantes repetirá esa fórmula encargando a sus propios personajes que la defiendan. Por ejemplo:

 

  • Q1 cap. 24: Don Quijote dice que encuentra en  los libros el entretenimiento de la vida.
  • Q1 cap. 28: El narrador asegura que el mundo está necesitado de alegres entretenimientos.
  • Q2 cap. 3: Sansón Carrasco dice que la primera parte del Quijote es el más gustoso y menos perjudicial.
  • Q2 cap. 16: Diego de Mirando señala que sus libros preferidos son los de honesto entretenimiento, aquellos que deleiten con el lenguaje.

 

Cervantes imagina una novela que partiendo del relato propio de las novelas de caballerías le permita ensamblar en esa trama cómica de don Quijote y Sancho diversos experimentos narrativos de carácter sentimental, didáctico, heroico, pastoril, etc.

 

Don Quijote, como obra universal, ha traspasado su propio tiempo para ser leído por hombres de diversas épocas históricas, de culturas diferentes, provocando en estos lectores diversas reacciones. Unas lectores que, además, han visto en esta obra distintas significaciones y quizás este es el gran logro de Cervantes, ya que dijo en el prólogo que lo que busca es que nadie imponga un significado cerrado y dogmático, y que todos puedan seguir dialogando lo que esta obra despierta en todos.

 

La reflexión sobre el significado de la obra no debe partir totalmente de lo que dicen los propios personajes y el narrador, si seguimos este camino, al leer El Quijote puede llevarnos a un error: Cervantes no quería dar a entender a sus lectores que había que liberar a los ladrones, no pagar en las ventas, apalear a caminantes o desenjaular leones. Si queremos acercarnos a lo que Cervantes pensaba, hay que leer la novela entera y fijarnos en este extensísimo diálogo que a lo largo de mil páginas desarrolla don Quijote y Sancho: dos seres totalmente opuestos (incluso irreconciliables en la España del momento) que terminan conviviendo y respetándose, queriéndose, en un momento histórico en el que el diálogo no era el método de persuasión más corriente frente a los que pensaban de forma diferente a uno: la palabra, el diálogo, el respeto, la tolerancia y ese enorme amor a la libertad son esos valores básicos que Cervantes va subrayando constantemente en su texto.

 

En esos diez años que pasan entre la publicación de la primera y la segunda del Quijote, Cervantes es mucho más mayor, está más enfermo, tiene más problemas económicos y es más cercano a las prácticas religiosas, pero a pesar de esos diez años, percibimos el mismo objetivo de la obra: el humor, el escribir un libro de caballería al revés, cambiando los motivos argumentales que eran reconocidos por todos los lectores como propios de la novela de caballería. Además, la primera parodia ya se ve desde el título original El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha: ampuloso, pero sus términos funcionan de forma diferente:

 

  • Ingenioso: primera contradicción porque «ingenioso» va en contra de el valor y la fuerza física que necesita un caballero andante. Cervantes proporciona en esas palabras la base explicativa para explicar a don Quijote: un caballero que vivirá y actuará desde el ingenio (y, claro está, no desde el valor y la fuerza física).
  • Hidalgo: También rompe el esquema de las novelas de caballería porque un caballero andante deberá ser, por lo menos, hijo de un rey, y un hidalgo, es el último escalón de la nobleza, y por tanto, no es el personaje propio de una novela de caballería.
  • Don: Fórmula de respeto que sólo se otorgaba a personajes ilustres, pero nunca para mencionar a un hidalgo.
  • Quijote: surgido por la deformación de su apellido: Quijano mediante al introducción del sufijo –ote que es despectivo (como por ejemplo, en monigote) y que además nos recuerda a otros personajes de las novelas de caballería: Lancerote, Camelote, etc. Además, quijote es el nombre de una pieza de armadura.
  • De La Mancha: ruptura significativa para los lectores, porque las aventuras de los caballeros andantes se desarrolla en lugares imaginarios o muy lejanos de la realidad. Cervantes rompe ese esquema y sitúa un lugar muy próximo a los lectores y que él conocía perfectamente de cuando trabajaba de recaudador.

 

Por tanto, el título anticipa que es una parodia y Cervantes irá exagerando dando uno de los rasgos propios de las novelas de caballería. Cervantes no desprecia el género y se muestra admirador de algunas obras (Tirante el Blanco, Amadís de Gaula) y encuentra casos positivos en ellas para desarrollar la acción (por ejemplo en Q1 cap. 47). Le permite, en definitiva, ofrecer una diversidad de episodios que están relacionados con un tema central, esa unidad en la variedad es lo que busca Cervantes, y para ello, elige la estructura propia de una novela de caballería.

 

Lo que encontramos en Don Quijote es la historia de un loco que quiere poner en práctica su locura, por lo que veremos cómo este loco irá chocando con una serie de circunstancias y personajes que le provocarán con el enfrentamiento continuo entre realidad y locura. El problema es que la locura es producida por la lectura de unos libros de caballería, por lo que el personaje vive obsesionado por la búsqueda de unos ideales. Está obsesionado con que el bien triunfe y el mal fracase porque quiere instaurar en su mundo la justicia, la verdad y la belleza, pero lo más triste es que la realidad carece de esos ideales e impide que sus ideales se puedan realizar. Por este motivo, se enviste, así mismo, como caballero andante, elige una forma de vida totalmente anacrónica y se lanza a los campos y a los caminos para imponer, a los demás, esos principios que él considera indispensables para vivir. Por eso, los demás personajes actuarán como constante limitación de la vida y los hechos de don Quijote: en la primera parte, como una especie de barrera contra la que chocará una y otra vez, contra la que nada podrá hacer, mientras que en la segunda parte, esto será más cruel, porque todos los personajes, incluido Sancho Panza, se burlan de don Quijote hasta conducirle a la muerte, una muerte que está provocada al destruirle el ideal de vida que el caballero lleva a su interior, es decir, porque el caballero don Quijote no consigue instaurar su verdad, vuelve a ser Alonso Quijano,  y esa es una de las más tristes y amargas lecciones que se desprende de esta novela: es imposible realizar el ideal caballeresco es este mundo porque el ambiente externo siempre terminará derrotando a nuestro personaje.

 

            Personajes principales

 

Los personajes principales son don Quijote y Sancho Panza, pero también aparecen una gran cantidad de personajes relevantes que contemplan, enriquecen y sirven de marco para todas las acciones que de se desarrollan en la novela.

 

            En don Quijote nos damos cuenta que este personaje es un hombre esencialmente bueno y noble que lucha por imponer su ideal por encima de las conveniencias sociales, de manera que él mismo se convierte en un paladín de la justicia y el amor, pero Alonso Quijano, convertido en don Quijote, es un hombre de carne y hueso cuya fisonomía la describe Cervantes al principio del relato. En el capítulo 1º de la primera parte nos indica que:

 

  • Hidalgo de una pequeña aldea de La Mancha.
  • Hombre mayor (Tiene 50 años. Además, hay que tener en cuenta que en el siglo XVII, 50 años eran muchísimos).
  • Hombre que tiene enorme afición por la lectura de los libros de caballerías, que incluso llega a vender parte de su hacienda para comprar libros.
  • Su verdadero nombre es Alonso Quijano, aunque hay todo un misterio sobre su verdadero nombre.
  • Alonso Quijano tiene el sobrenombre de «el bueno».
  • Un buen día tiene la ocurrencia de decidir en convertirse en caballero andante.

 

En la mitad de ese primer capítulo, se informa de las acciones y resoluciones que va formando para que pueda convertirse en caballero andante. Lo primero que hace es buscar un traje y armas propias para salir como caballero andante (esto no lo da muchos problemas porque lo tiene de sus antepasados). Además, se da cuenta de que necesita un nombre, un caballo y una dama a la que servir, cosa que también conseguir.  Para elegir al caballo, coge uno que ya era de su propiedad y le pone un nombre pomposo (Rocinante) al estilo del nombre de los caballos de las novelas de caballería. Don Quijote lo transforma al «bautizarle» con un nombre: transforma un caballo viejo en un caballo útil, por lo que se ve que don Quijote piensa que un cambio de nombre conlleva un cambio de cualidades (aquí se ve el poder de las palabras), por lo que también busca un nombre para él y para su amada. Cervantes, en la invención de los nombres de los personajes, juega con las palabras:

 

  • Rocín à Rocinante
  • Quijada à Quijote
  • Dulce (y con nombres como el de Melibea) à Dulcinea. (La dulzura de las mujeres es una de las cualidades más apreciadas). El nombre real es Aldonza Lorenzo.

 

Con esto, el narrador señala que el personaje tiene una idea y hace todo lo posible para llevarla a la práctica a través del único medio que tiene: su propio ingenio, utilizando el poder de las palabras; ideas que son reflejo de las múltiples lecturas que las figuras de caballeros andantes que él ha visto descritas en los libros de caballería y que él conoce en su imaginación. De esta manera, Cervantes inventa, valiéndose de un narrador, un personaje, Alonso Quijano, que a su vez inventa otro que es don Quijote. De manera que ese personaje, disfrazado de don Quijote, saldrá por La Mancha en búsqueda de aventuras, tal y como él conoce en su imaginación.

 

Es evidente que hay relación entre Alonso Quijano y don Quijote: Alonso es el hombre, es el soporte básico de don Quijote, es quien le transmite sus características fundamentales como su bondad (recordemos el sobrenombre de «el bueno»), por lo que don Quijote es el instrumento del que se vale don Alonso Quijano para hacer lo que quiera, sobre todo, a partir del momento en que los demás lo consideran un loco, al convertirse en don Quijote, puede entregarse a una vida de acción , cosa imposible si utiliza su verdadero nombre y personalidad, de ahí que necesita adaptar ese disfraz de don Quijote para llevar a cabo una vida de acción que él desea, por tanto, don Quijote es Alonso Quijano más lo que le aporta el disfraz. Después de ese nacimiento, todo lo que dice y lo que hace pertenece a don Quijote y no a Alonso Quijano porque sólo así el protagonista puede renunciar al personaje y todo lo que eso conlleva y significa al final de la novela (él recupera su nombre y muere como Alonso Quijano, renunciando a su disfraz). Don Alonso Quijano actúa como auténtico literato y aplica a la creación de don Quijote las mismas fórmulas que hubiese puesto en juego si se hubiera decidido completar la inacabada historia de Belianis, por lo que visto así, don Quijote sería una creación dentro de una creación.

 

La novela carece un tramado novelesco demasiado complejo porque lo que encontramos es la historia de un hidalgo que su afición le lleva a la locura y sale al mundo hasta que es obligado a regresar a su casa, donde muerte. Es una novela donde no hay nada de misterio ni suspense porque el lector, desde el primer momento, sabe de qué pie cojea el personaje, por tanto, cuando él empieza a llevar a cabo su locura. Todo aparece de forma clara y natural, no hay trampa si aceptamos que estamos leyendo la historia de un loco y esto no hay que olvidarlo porque cuando don Quijote recupera la razón, muere.

 

La locura lleva a don Quijote a tres conclusiones falsas y en estas conclusiones estriba la esencia de su estado patológico y la esencia de la novela:

1º) Don Quijote, hidalgo de una pequeña aldea, en cuanto enloquece, se cree absolutamente, con toda su fe, que él es un caballero andante. Está totalmente convencido.

 

2º) Don Quijote también está convencido de que todo cuanto ha leído en los libros de caballería es verdad histórica y fiel recreación de unos hechos que se dieron en un tiempo y de unos personajes que existieron realmente.

 

3º) Don Quijote está convencido de que es esa época (la España del siglo XVII en la que reinaba Felipe III) era posible resucitar los ideales medievales de justicia y equidad. Evidentemente, la realidad le demostrará que es imposible restaurarlos.

 

Con respecto al primer error, lo fundamental de la novela es que don Quijote no es jamás un caballero, y ese aspecto lo compondría inmediatamente el lector contemporáneo porque en esa época todo el mundo sabía que las clases sociales estaban totalmente discriminadas y se sabía qué condición era necesaria para instalarse en un grupo social. En el capítulo 3º de la primera parte, ese ventero socarrón y en presencia de dos mozas, haciendo como que leía un libro (que era un libro de cuentas) da un espaldarazo convirtiendo a Alonso Quijano en don Quijote. Este acto está relacionado con las graves ceremonias en las que se otorgaba la sagrada orden de caballería a los personajes que protagonizaban las novelas de caballería. El ventero sigue le sigue la corriente porque se da cuenta de su locura. Este pasaje debe ser interpretado no a partir de los textos literarios, sino a partir de Ley número 12 incluida en el título XXI de la II Partida del rey Alfonso X el Sabio, porque en esa ley trata de quienes no deben ser nombrados caballeros. En ese texto se especifica que nadie podrá alcanzar ese honor si:

 

  • En una ocasión anterior había recibido la caballería por escarnio (burla). Es evidente que don Quijote la recibe por escarnio, tal y como dice el capítulo 3º cuando el ventero le ordena caballero cuando realmente él no tiene poder para hacerlo, burlándose así de la orden de caballería.
  • La ley determina que la orden de caballería no la puede recibir un hombre loco ni pobre, cosa que don Quijote sería las dos cosas (tal y como se indica desde el primer capítulo). Por tanto, a partir del texto legal, don Quijote nunca podría ser considerado caballero andante.

 

Por tanto, ni recibiendo la cordura, ni haciéndose rico, nunca podría llegar a ser caballero andante.

 

Toda la novela transcurre a través de este equívoco. Todos los personajes con los que encontrará comprenden que es loco que se hace pasar por caballero (que no es). Sólo los personajes más rústicos se toman en serio la caballería de nuestro hidalgo manchego. Además, se lo toma en serio el personaje de Sancho Panza y eso que a pesar de su buen juicio y sentido común, tampoco lo duda nunca. Cervantes fue hábil en este aspecto porque Sancho no está presente en los primeros capítulos, si hubiera estado presentado, no se hubiera creído que don Quijote es caballero al ver que recibió la orden por escarnio, por tanto, cuando entra a su servicio, cree que es un caballero y no duda de su verdad.

 

Con respecto al segundo error, es un personaje que pierde el juicio ante la letra impresa. Es una víctima de las lecturas. Según el diccionario de Covarrubias (1611, es decir, publicado entre la primera y la segunda parte de Don Quijote de la Mancha) los libros de caballería se definen como «los que tratan de caballeros andantes, sus hazañas, ficciones gustosas y artificiosas, de mucho entretenimiento y poco provecho». En esas breves líneas, indica que los libros de caballería son narraciones que tienen como protagonistas un caballero andante y que cuya trama es una sucesión de hazañas, pero que son ficciones. He aquí un punto principal para don Quijote, porque para él, estos caballeros y estas hazañas sí que existen, por tanto, no trata los libros de caballerías como obras de ficción, sino como hechos reales, es decir, como crónicas históricas. Para el lector de la época, la confusión entre el relato de cosas fingidas y el de casos reales era bastante corriente. Además, hay que indicar que en español no había un término claro y concreto para definir las novelas ficticias de los hechos reales (la palabra novela entró más tarde) y esa confusión se convierte en parte de la argumentación entre bastantes personajes de la novela (por ejemplo, DQ1 cap. 32 y DQ1 cap. 49).

 

Si nos fijamos en el capítulo 49 en la discusión entre el canónigo y don Quijote, nos damos cuenta que don Quijote, un hombre culto pero loco, se hace la misma confusión que el ventero analfabeto Palomeque diciendo que todos los libros de caballería narran la realidad. Don Quijote quiere demostrar en este capítulo este punto con hechos que el lector sabe que son falsos: la existencia Amadís de Gaula, la continuidad de la vida del rey Arturo en el cuerpo de un cuervo, etc. Además, lo que deja más sorprendido al canónigo es cuando indica una nómina de caballeros andantes reales tomados de la crónica del rey Juan II (fuente histórica del siglo XV): la confusión de verdad y ficción se patentiza en este pasaje.

 

Al lado de don Quijote aparece el personaje de Sancho Panza, un personaje que no está presente durante la primera salida de don Quijote, por tanto, no es una ocurrencia de don Quijote (no cree necesario un escudero), sino que le viene a partir de que el ventero le diga que todo caballero andante necesita un escudero.

 

Todo indicaría que Sancho es un personaje secundario, pero no lo es, porque desde el punto de vista del autor real y el lector que ve la novela en su integridad, aprecia el valor de Sancho: figura principal y nada secundaria porque actúa como contraste y complementa la figura del protagonista. De hecho, cuando Sancho irrumpe en la narración, la novela se convierte en lo que es. Si el autor hubiera decidido que don Quijote hiciera sus hazañas solo, desde el punto de vista técnico, se hubiera impuesto el monólogo (monólogo interior, como en la primera salida). La presencia de Sancho Panza lo que hace es descartar el monólogo e imponer el diálogo: diálogos literarios y artificiosos. Cervantes no buscaba realmente describir cómo hablaba un hombre hidalgo loco y un pobre analfabeto, sino que en lo que realmente estaba interesado era en que tanto un personaje como otro emitiesen sus personales puntos de vista sobre todo tipo de asuntos, de temas e intereses que derivan de la propia curiosidad de ellos o que derivan de los sucesos que ocurren ante sus ojos. El modelo de diálogo es que en encontramos en los libros dialogados del Renacimiento  (por ejemplo el de León Hebreo, autor admirado por Cervantes, pero a diferencia de lo que se encuentran en los libros dialogados, no temas no son abstractos o de carácter general, ya que los diálogos entre don Quijote y Sancho Panza se basan en hechos concretos. Además cuando un personaje se va por las ramas, el otro personaje le pide que se centre en el tema). Cervantes procura que los asuntos y la expresión verbal sea apropiada al personaje hablante y, en esto, su acierto es indiscutible porque podemos identificar por su habla a cada uno de los personajes porque emplea cada uno un leguaje que le caracteriza, y esa es la primera alteración que produce la presencia de Sancho.

 

La técnica utilizada para presentar a Sancho es la misma que utiliza con don Quijote: presentando sus características (DQ1 cap. 7). Indica que es simple y bobalicón, aunque esta definición será matizada y desmentida con el desarrollo posterior del personaje porque don Quijote se dará cuenta que Sancho no es tan majadero como lo presenta el narrador. Desde que se inician los diálogos, Sancho muestra capacidad de respuesta a lo que le dice don Quijote, por lo que puede asimilar perfectamente lo que don Quijote le dice.

 

En los capítulos que se desarrollan en Sierra Morena, Sancho es capaz de penetrar en el juego imaginario de don Quijote: es capaz de deformar la realidad y crear una nueva (DQ1 cap.: 25-27). Don Quijote le pide a Sancho que le entregue una carta a Dulcinea y él se inventa, al «regreso» (porque no va) una entrevista con Dulcinea. Este pasaje adelantará lo que nos encontraremos en la segunda parte, cuando también comienza a entrar en ese juego y es incapaz de deslindar lo real de lo ficticio. La inteligencia de este personaje se manifiesta cuando emite esos rectos juicios al ejercer como gobernador (DQ2, cap. 45).

 

Sancho, sin saber leer ni escribir, se convierte en un excelente gobernador, mucho más prudente y discreto que otros gobernadores que en el mundo ha habido. Nunca se envanece del cargo de gobernador, siempre permanecer consciente de ser de humilde condición: empieza a gobernar pobre y pobre sale de gobernador.

 

Sancho muestra afanes ambiciosos: es escudero por deseo de conquistar una ínsula. Él está convencido de que don Quijote es un caballero, por lo que ve factible el logro de llegar a ser gobernador. Sancho Panza es un complemento de don Quijote y su personalidad se configura en la novela hasta que alcanza su fisonomía inconfundible. La figura de Sancho es una de las figuras más logradas en la Literatura universal. Este hombre manchego es de condición humilde, del pueblo llano, lleno de fe y humildad, pero también se caracteriza por su astucia, ambición, materialismo, bondad y su sentido común. Al principio es bastante introvertido, dominado por su egoísmo y ambiciones, pero según va avanzando la convivencia, aprende a querer a don Quijote y se va olvidando del realismo para entrar en el juego idealista de don Quijote: Sancho anhela una nueva salida para buscar una nueva vida. A esto se le denomina la quijotización de Sancho.

 

Con respecto al nombre de Sancho Panza: Cervantes recuerda un proverbio: «Allá va Sancho con su rocín» (Covarrubias, Tesoro de la Lengua española). Esa frase deriva de la existencia de un personaje real: hombre gracioso que tenía una jaca que adonde iba acudía con su jaca. Sancho va también muy apegado a su asno y a su bota de vino. Además, es aficionado a decir refranes: esto lo acerca a otros personajes literarios anteriores que presentaban la misma característica. Es descrito por Cervantes como bajo, gordo y zancas grandes. Esto explicaría el nombre elegido por Cervantes.

 

            La novela es un encadenamiento de sucesos protagonizados por el hidalgo y su escudero, y la personalidad se va creando con la sucesión de acontecimientos. Los sucesos van influyendo y ellos van discutiendo.

 

           

Estructura de la obra

 

            Toda la acción se fundamenta en tres salidas:

 

  • Primera parte à Dos salidas:

 

    • La Mancha

 

  • Segunda parte à Una salida:

 

    • La Mancha
    • Aragón
    • Barcelona

 

En cuanto a la primera parte, Alonso Quijano «el Bueno» enloquece por los libros y eso le hace lanzarse al mundo como un héroe propio de estos relatos. Intentará imponer los ideales de caballería: proteger a los débiles, deshacer entuertos, hacer actos para hacerse merecedor del amor de su amada. En la primera salida lo intenta solo, por lo que no aparece la figura de Sancho Panza.

 

Cervantes utiliza un texto para documentarse sobre la locura titulado Examen de ingenio de Huerdes de San José. En ese libro se afirmaba que el cuerpo humano está constituido por cuatro tipos de humores: cólera, sangre, melancolía y flema. Además, también se señalaba que según el balance de esos humores, así correspondería la personalidad y si, por ejemplo, la sangre dominaba a los otros tres tipos de humores se le consideraba sanguíneo (es decir, de temperamento impulsivo), o si por lo contrario, dominaban los otros humores la persona podría ser:

 

  • Colérico: persona que se deja llevar por la ira, enojo o enfado.
  • Melancólico: persona que tiene Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada.
  • Flemático: Persona tranquila, impasible, tardo y lento en sus acciones, con calma excesiva e impasibilidad.

 

En don Quijote predomina el humor de la cólera. Los personajes coléricos eran considerados sabios, ingeniosos y sutiles. Además, hay que recordar que en título de la obra, don Quijote ya es definido como ingenioso.

 

Don Quijote es un colérico de marcado ingenio y presenta un temperamento seco, caliente, y el paso de esa circunstancia a la locura se efectúa por el «resecamiento de su cerebro».

 

            La anormalidad mental se mira en esa época de manera ambivalente: era cómica (producía risa), pero se pensaba que un loco podría ser más cuerdo que un uno que no haya perdido la razón, y eso será lo que encontraremos en don Quijote.

 

            Primera salida: se extiende entre los capítulos 1 y 6 y presenta unas particulares propias que confirmarán que Cervantes pretendían hacer una novela corta, pero ante las posibilidades que le ofrecía el personaje, prefirió extender la novela. En esta primera salida, don Quijote desfigura la realidad que se le presenta ante sus ojos mediante las fantasías leídas, por eso, cuando hay una venta, él ve un castillo. Es decir, desfigura lo que contempla adoptándolo a lo que él conoce. La vulgaridad de los sucesos más cotidianos se transforma en lo ideal del mundo de caballería debido a la exaltada imaginación de don Quijote. Esta característica abarca todo el primer libro, pero en los capítulos iniciales, don Quijote no sólo transforma lo que percibe, sino que sufre cambios de personalidad. Don Quijote se considera un personaje llamado Baldovino (personaje de Romancero) y, como tal, lo encuentra su vecino. Más tarde, piensa ser Avindarraez y Reinaldos de Montalván, por lo tanto, se ve cómo él se va transformando en disferentes personales. Tales desdoblamientos sólo aparecen en la primera salida.

 

            Segunda salida: Ocupa el resto del primer libro. La compañía de Sancho Panza es importantísima. Don Quijote necesitaba reflexionar con un compañero para que el lector pudiera calar hondo en el pensamiento del protagonista. En la segunda salida Sancho es el encargado de advertir a don Quijote que sus sentidos le están engañando y, a diferencia de la primera salida, don Quijote ya no desdoblará su personalidad. Será aquí cuando don Quijote esté frente a molinos y rebaños, él verá gigantes y ejércitos, pero Sancho se esforzará en hacerle ver su error. Pasada la aventura, don Quijote acepta la realidad tal y como es, pero da una nueva vuelta a la tuerca, porque dirá que esa realidad no es la verdadera, ya que sus enemigos han actuado.

 

            Lo importante de estas dos primeras salidas es que don Quijote sale en busca de aventuras por ventas de La Mancha y Aragón sin que ocurra nada extraordinario: lo extraordinario lo configura el protagonista en su mente. Las aventuras de don Quijote son cosas habituales. Lo extraordinario aparece en un segundo término cuando nos encontramos con Rui de Viezma donde cuenta una historia (cap. 39-41). En esa historia, el personaje destaca esos momentos en los que participa en la batalla de Lepanto y comienza su cautiverio en Argel (propia biografía de Cervantes). Esa historia del cautivo es la único que habla de acontecimientos históricos más o menos cercanos.

 

            Las aventuras que configuran la primera parte se interrumpen porque aparecen relatos que son intercalados y también cuando don Quijote inserta reflexiones sobre la literatura. Esos relatos intercalados obedecen a todo tipo de relatos propios de la época, por lo que encontramos todo un muestrario de los géneros existentes en la época de Cervantes:

 

  • Novela pastoril en la «historia de Marcela».
  • Nivela sentimental: «Historia de Cardenio, Luscinda y Dorotea».
  • Nivela italiana: «El curioso impertinente»
  • Novela de aventuras: «La historia del cautivo»

 

            En general, se señala la calidad literaria de esos textos intercalados, pero también que son relatos improcedentes, puesto que lo que hacen es interrumpir la acción principal de la novela. Cervantes, en el capítulo 46 de la segunda parte, explica la razón por la que incluye esos relatos y es que Cervantes aún no se siente seguro de sí mismo y cree que si reduce la historia, puede afectarle.

 

            Don Quijote es un loco cómico con intervalos lúcidos. En la segunda mitad de la segunda parte el personaje va perdiendo protagonismo y su humor es un fondo para mostrar toda esa serie de de relatos entretejidos que son destinados para mostrar un modelo de artificio literario. Los discursos de literatura ofrecen una crítica razonada sobre esos textos y la inclusión de relatos se interpreta como una ofrenda de Cervantes para conocer otros tipos de relatos.

 

            Tercera salida: Corresponde íntegramente a la segunda parte de Don Quijote de la Mancha cuya publicación fue en 1615. Se caracteriza porque en ella, los sentidos nunca engañarán en don Quijote, es decir, que las ventas son ventas y no castillos, y cuando ve un palacio y un castillo, son palacios y castillos reales. En esta tercera salida, don Quijote todavía alimenta la ilusión de Aldonza Lorenzo (Dulcinea del Toboso), cuya verdadera identidad ya ha descubierto Sancho en la primera parte y gracias a ese descubrimiento, Sancho se ha dado cuenta de la locura de su amo y de la idealización de Dulcinea.  En esta segunda novela, don Quijote siempre ve la realidad, aunque a veces recurre a la magia para explicar lo que pasó.

 

            Un capítulo relevante es cuando don Quijote está en el palacio de los duques. Don Quijote va a vivir inmerso en el mundo fabuloso (y lujoso) de los libros de caballería. Van a acudir a don Quijote distintas mujeres que le piden que las socorran y que ayuden (Trifaldi, Infanta Antonomasia) y además, montará en Clavileño (un caballo de madera que mediante el engaño, él creerá que tiene la capacidad de volar porque al montarlo le tapan los ojos). Además, don Quijote despertará el amor apasionado de una mujer, Altisidora, y estuvo apunto de combatir en una justa.

 

            Los aristócratas aceptan la llegada de don Quijote y Sancho porque le darán unos días de diversión.

 

            Es importante señalar el juego hábil de Cervantes porque se permite una serie de licencias, y lo hace con tanta naturalidad, que el lector las acepta complacida. A pesar de que Cervantes aparece en el texto encontrando un original árabe en el que se supone que está recogido el Quijote (DQ1, cap. 8), la historia del Quijote ya compuesta y editada es un elemento que ya aparece dentro de la novela, es decir: la novela como objeto aparece dentro de la novela. En la segunda parte, Sancho le informa a don Quijote de que la primera parte ha sido publicada (DQ2, cap. 2). El personaje se asombra de cómo el autor se ha enterado de un elemento novelesco más que aparece en la segunda parte. Y, además, hay un personaje que afirma haber leído la primera parte: Sansón Carrasco. Bachiller Carrasco informa de que ya se había publicado más de doce mil ejemplares y las ediciones fueron en Portugal, Barcelona y Valencia, y que además, la novela se estaba publicando en Amberes. Sansón Carrasco pronostica que «no habrá nación ni lengua que no la traduzca». Otros personajes que también conocen la primera parte de la obra son los duques y Pedro Recio (DQ2, cap. 31).

 

            El personaje de don Quijote toma parte en la mayoría de los sucesos importantes que se insertan en la segunda mitad y que los relatos intercalados están tan íntimamente relacionados con la obra principal que el lector no los toma como extraños.

 

            La unidad temática de la segunda parte se consigue con una alternancia de locura y lucidez, y la insistencia del tema del engaño. Don Quijote va a ser engañado por distintos personajes que aparecen en la novela: Sansón Carrasco le engaña a él y Sancho, los duques, etc. Pero el engaño no es sólo a don Quijote: Sancho también es engañado por los duques cuando es nombrado gobernador. El tema del engaño aparece constantemente.

 

            Las consecuencias del engaño son claras: la estatura moral de don Quijote va aumentando en contraste con esos personajes que intentan burlarse de don Quijote. La deformación de la realidad ya no es solo por la locura de don Quijote, sino también de la fantasía cruel de los otros personajes.

 

            Sancho alterna la locura con la cordura, aunque esa cordura no desaparece, por ejemplo, con su intervención como gobernador.

 

            La obra concluye cuando en una playa de Barcelona, don Quijote es vencido por Sansón Carrasco y le impone la condición de que tiene que volver a su casa y dejar la vida caballeresca durante un año. Al final, decide ser pastor (para vivir bajo el disfraz de otro género literario). Después de dormir recupera la cordura y al final muere cristianamente tras la imposibilidad de seguir viviendo sus propias aventuras, y también para que nadie pueda seguir escribiendo cosas de don Quijote.

 

            La única referencia histórica del primer tomo es la batalla de Lepanto, es una cierta mirada nostálgica de la participación de Cervantes que demuestra el poderío de la España de Felipe II; esto cambia en la segunda parte en los últimos capítulos: da entrada a hechos conocidos por los lectores y habla de temas que preocupan a los españoles del momento: expulsión de los moriscos, el bandolerismo catalán y la amenaza turca.

 

- Expulsión de los moriscos: Consecuencias de la expulsión de los moriscos (se decreta en 1609 y se desarrolla progresivamente hasta 1616). Reflexiona sobre la expulsión y aparece el tema en la «Historia de Ricote», ese morisco bueno y cristiano. Cuando Cervantes comienza a escribir, este tema aparece en el El trato de Argel (comedia) y es un tema que aparece también en El Coloquio de los perros. En estos dos temas textos se recoge las dos acusaciones principales contra los moriscos:

 

- Se les acusa de acaparar todo tipo de riquezas hasta el punto de que todas las riquezas parecía que iban a parar a manos de los moriscos y no de los cristianos.

 

- Eran familias muy numerosas: se creía que pronto en España habría muchos más moriscos que cristianos.

 

A medida que llegamos a la segunda parte, Cervantes vuelve al tema, reflexiona y lo incluye como un tema más. Cuando Sancho abandona la ínsula se mueve por tierras de Aragón en busca de don Quijote y se encuentra con seis peregrinos, y uno de ellos era de «ese lugar de la Mancha», un tendero: Ricote el morisco. Ricote explica cómo fue su vida desde que Felipe III ordenó la expulsión de los moriscos. El personaje de Ricote dice que es más cristiano que moro y que su mujer e hija son cristianas.

 

La expulsión de los moriscos se llevó a cabo desde 1609 hasta 1616. El Decreto de expulsión incluía alguna causa que excluía algún tipo de morisco por tener fama de ser buenos cristianos, por ejemplo, El Valle de Ricote, grupo de mudéjares (provincia de Murcia).  Algunos moriscos regresaron a España para desterrar los tesoros que escondieron antes de ser expulsados (hecho cierto), por lo que aquí encontramos una literatura testimonial de una época.

 

En la segunda parte, Cervantes presenta una familia morisca manchega que profesa el cristianismo con sinceridad, por ejemplo, Ricote. Esa evolución es un proceso lógico en el pensamiento de Cervantes porque una cosa es atacar un enemigo infiltrado en la sociedad española y otra cosa es contemplar cómo se ha producido la expulsión de los moriscos con condiciones duras como abandonar España sin los hijos menores de seis años.

 

La decisión de Felipe III es justa para Cervantes que forzosamente debería caer sobre esos moriscos aunque algunos no lo merecieran, Ricote, por ejemplo. Ricote acepta la decisión de Felipe III (DQ2, cap. 54).

 

Esta defensa de la expulsión de los moriscos también aparece en el capítulo 65 de la segunda parte cuando un personaje influyente intenta que Ricote permanezca en España.

 

Acciones de los bandoleros catalanes: hace referencia a Roque Guinart, bandolero generoso y actuando posteriormente como capitán de los tercios españoles. Además, es reflejo de un bandolero catalán real que se llamó Roca Guinarda que fue indultado por el rey al comprometerse como militar a las órdenes del rey en zonas napolitanas.

 

La constante amenaza que suponen los turcos para los españoles porque atacaban constantemente las costas mediterráneas.

 

 

Diferencias entre la primera parte y la segunda parte

 

  • En la primera parte encontramos multitud de novelas y relatos desconectados de la acción principal, mientras que en la segunda parte estos relatos se hayan íntimamente relacionados con la acción principal y los personales que intervienen en ellos, hasta tal punto que el lector no los ve como algo extraño al hilo argumental de la segunda parte.

 

  • En la primera parte, el personaje adopta la realidad al mundo quimérico de las novelas de caballerías. En la segunda parte, don Quijote suele ver la realidad tal y como es: las ventas son ventas. En la segunda parte, son los demás personajes los que transforman la realidad para acomodarla al mundo imaginado del protagonista (Sansón Carrasco se disfraza de caballero andante).

 

  • La primera parte se caracteriza por un buen número de aventuras (primera parte de la primera parte). Ahí vemos una gran viveza imaginativa de Cervantes porque en la segunda parte de la primera parte, el personaje de don Quijote tiende a desaparecer.

 

  • En la segunda parte del libro (3ª salida) se desarrolla una estructura más meditada y se encuentra mayor penetración psicológica de los personajes principales. En la segunda parte por un respeto a la figura de don Quijote porque los demás personajes lo reconocen como personaje famoso al que se le ha escrito un libro. Al autor no le interesa tanto la acción y crea una figura secundaria, pero importante (Sansón Carrasco) que lleva a cabo la misión de distinguir la trayectoria del personaje de don Quijote.

 

  • Hay también mayor preocupación de Cervantes por la teorización y la estética. Hay una autocrítica de la obra dentro de la propia obra. Se enjuicia la obra y defiende su obra. El diálogo ocupa una mayor preocupación y su máxima plenitud está en la segunda parte, mientras que en la primera es mucho más amplia la narración.

 

  • El personaje de don Quijote en la segunda parte crece en sentido humano y un sentimiento de tristeza domina en la segunda parte (muerte del personaje creado).

 

Hay que tener en cuenta que entre las dos partes de El Quijote hay una diferencia de diez años en la redacción, por tanto, ese paso del tiempo le permite a Cervantes llevar una profunda revisión de los esquemas narrativos de la primera parte, por lo consiguiente, nos hallamos ante un escritor maduro en el que no encontramos las vacilaciones que se ven en la primera parte, con plena concepción de sus personajes, y que, por tanto, era el momento adecuado para ofrecer a sus lectores un don Quijote dilatado y finalmente muero y sepultado, es decir, una obra madura, amplia y libre de cualquier continuación.

 

            Ese Don Quijote dilatado debe entenderse como una creación conceptual y narrativa de sus personajes, por eso, junto a don Quijote encontramos un Sancho en continuo crecimiento en el que el diálogo entre ambos es el sostén de la acción: no es tanto lo que sucede (la acción), sino lo que se dice (el diálogo), es decir, el diálogo tiene más peso que la acción. Para los lectores contemporáneos eso fue una novedad insólita porque estaban acostumbrados a la narración larga que juntaba diferentes narraciones cortas, y por eso, quizás, esta segunda parte no obtuvo tanto éxito como la primera parte.

 

            Los elementos humorísticos de la primera y la segunda parte son distintos. Para los lectores contemporáneos de 1605, Don Quijote de La Mancha I era una obra cómica y esa comicidad surge de la locura de don Quijote y también de las simplezas de Sancho, pero en El Quijote de 1615, nuestro protagonista va la realidad tal y como es, de tal forma que son los demás que conociendo la locura de don Quijote, se empeñan en burlarse de él imitando las aventuras que estos personajes «leyeron» en la primera parte y don Quijote caerá, uno tras uno, en esos engaños, aunque no hay que olvidar que ahora estamos ante un personaje que ya no confunde la realidad, de tal forma que el personaje se convierte en la víctima de los demás. A pesar de la locura de don Quijote, éste no termina de perder la lucidez por completo, ya que cuando escribe una carta a Dulcinea, lo hace firmándola como el «Caballero de la triste figura», mientras que cuando firma un documento oficial (es consciente que ese documento no sería válido con otro nombre que no fuera el real), lo hace con su nombre real (capítulo de los pollinos de Sancho).

 

Van disminuyendo los síntomas de su locura y, por esta razón, Cervantes va eliminando los actos grotescos de la primera parte y añade más momentos de lucidez en la segunda parte.

 

Dulcinea del Toboso

 

Dulcinea es un personaje que está presente en toda la obra, es un personaje esencial, pero, al mismo tiempo, es el personaje más ficticio de todos porque en realidad no aparece en ningún momento en la obra y poco a poco irá difuminándose hasta desaparecer.

 

Hay tres rasgos fundamentales en Dulcinea:

 

  • Sólo existe en la imaginación de don Quijote y, en este sentido, en la mente de Alonso Quijano.
  • Por lo que sabemos, su propia naturaleza se encuentra en una moza labradora, una villana rústica y, además, hombruna.
  • En la mente de don Quijote, se nos presenta a Dulcinea como una suma de todas las perfecciones y virtudes imaginadas.

 

Don Quijote crea a Dulcinea del Toboso cuando decide armarse caballero, al recordar que necesita una dama de la que enamorarse y ofrecerle sus batallas. Esta ausencia de dama la suplirá con el recuerdo material de una moza labradora de la que él estuvo enamorado y a la que nunca dejó ver su enamoramiento. Su nombre real es Aldonza Lorenzo, pero don Quijote sustituye su nombre por el de Dulcinea del Toboso, por lo que desde ese «bautizo» se advierte que el personaje de Dulcinea tiene una doble naturaleza: una naturaleza ideal y una naturaleza rústica porque la primera noticia que se tiene de ella nos indica esta dualidad. A pesar de esto, Dulcinea está siempre presente en la memoria de don Quijote que la describe siempre como un total de bondades y virtudes.

 

Además, en Dulcinea encontramos todos los tópicos del amor cortés, por tanto, encontramos una idealización extrema, en el que se encuentra también el tópico del secreto amor que debe guardar cualquier caballero andante. Ese secreto de amor sólo será revelado a Sancho quien sabe quién es realmente Dulcinea. Éste conoce su identidad verdadera cuando don Quijote tiene la necesidad de enviarle a su casa para que le lleve una carta, por tanto, ahora nos encontramos ante la necesidad de acudir a un sitio concreto para encontrarse con una persona concreta. Esta necesidad tendrá más consecuencias porque Sancho identificará a esa dama idealizada con una persona real, hija de Lorenzo Corchuelo, por lo que Sancho cambiará un pensamiento ideal sobre ella por un conocimiento real de ella, en la que ya no hay una idealización, sino que hay conocimiento de aspectos rústicos sobre ella.

 

El DQ1 cap. 25 es muy importante (cuando don Quiote se convierte en «Caballero de la triste figura» y hace penitencia en Sierra Morena) porque se produce la identificación real por parte de Sancho, por tanto, don Quijote tiene que reconocer ante Sancho lo caprichoso de su singular amatorio, reconociendo que ha creado una mujer idealizada en su imaginación.

 

Ese secreto en la identificación de Dulcinea se mantiene en secreto en toda la obra excepto en el personaje de Sancho que es el único que conoce su identidad verdadera. Además, Sancho inventa una escena con ella por lo que Cervantes nos ofrece es esa doble cara de la realidad, por tanto, ninguno ha visto a Dulcinea porque cada uno la verá imaginada, pero de acuerdo con sus creencia. Es decir: don Quijote la verá como personaje idealizado y Sancho, que conoce a Aldonza Lorenzo pero que no llegó a ver a Dulcinea cuando don Quijote le ordenó que le llevara la carta, le cuenta una mentira a don Quijote explicándole cómo fue su encuentro con ella (DQ1 cap. 31), y Sancho inventa esta historia imaginándosela también, pero de acuerdo con su creencia. Por tanto, con respecto a Aldonza Lorenzo, tanto don Quijote como Sancho la conocen, pero en cuanto a Dulcinea del Toboso:

 

  • Don Quijote la imagina en un plano más elevado.
  • Sancho la imagina en un plano más rústico.

 

A pesar de todo lo que va sucediendo, don Quijote afirma su creencia de que Dulcinea es la mujer que reúne las más perfecciones posibles y así lo declara en muchas ocasiones, por ejemplo:

 

  • DQ2 cap. 59 ante los duques, cuando llega la noticia de que en el Quijote apócrifo anónimo, atribuido a Avellaneda, se dice que se ha desenamorado de Dulcinea, negando don Quijote este hecho en la obra original, es por tanto comprensible que Cervantes conoció y leyó la publicación del falso Quijote.

 

  • Cuando se enfrenta a Sansón Carrasco disfrazado como el «Caballero de la blanca luna». Sansón Carrasco inventa una batalla con el objetivo de que don Quijote perdiera, para luego poder llevarse a don Quijote a su aldea. En la invención de esa batalla por parte de Sansón Carrasco, éste le obliga a don Quijote cumplir unas condiciones en el caso de que saliera derrotado: volver a su casa, dejar la caballería andante durante un año y reconocer que la dama del Caballero de la blanca luna era más hermosa que Dulcinea del Toboso. Siendo don Quijote derrotado en esta batalla, cumple todas las condiciones excepto la de reconocer que la otra dama era más bella que Dulcinea aún bajo pena de perder su vida por no hacerlo. Por tanto, don Quijote no renuncia nunca al sueño del amor idealizado.

 

Al final de la obra, cuando accede a no ser caballero andante durante un año, don Quijote se convierte en pastor, focalizando ahora su locura hacia otro género literario, y por tanto, convertirá a Dulcinea también en pastora.

 

Teresa Panza

 

En contraposición a Dulcinea, tenemos a Teresa Panza, mujer de Sancho. Frente a esa perfección física y espiritual, Teresa representa la imagen de la carnalidad. Es su origen coincide con Aldonza Lorenzo (Dulcinea) en su rusticidad. Frente a las constantes alabanzas de don Quijote hacia Dulcinea, Sancho no tiene ningún inconveniente en exhibir los inconvenientes de su mujer, ya que, como según dice Sancho: «No es buena, no es tan buena como yo quisiera».

 

Teresa Panza aparece como una mujer codiciosa porque tras el primer regreso de Sancho, lo primero que le pregunta es por los beneficios que ha conseguido con don Quijote y de igual manera sobre el estado del asno. Si Dulcinea reúne todos los tópicos y atributos ideales de la dama cortesana, Teresa Panza los encarna burlescamente dado su bajo origen social. Es una mujer de unos 40 años, de maneras desenvueltas y desvergonzadas. Además, el narrador nos da otra visión de Teresa en DQ2 cap. 50.

 

Sansón Carrasco

 

Hombre amable y alegre que aparece en el inicio de la segunda parte hablando con don Quijote sobre el éxito de la primera parte. Con el propósito de curar la locura de don Quijote, Sansón Carrasco le aconseja a don Quijote que siguiese con sus aventuras, pero Sansón se disfraza de caballero para poder así derrotarlo y poderle poner a don Quijote la condición de abandonar la caballería durante un año. Sansón Carrasco no logrará su objetivo en la primera batalla al inicio del libro, por lo que don Quijote seguirá con sus aventuras, pero sí lo conseguirá en el segundo enfrentamiento al final de la obra en Barcelona disfrazado del Caballero de la Blanca Luna. En este segundo enfrentamiento, don Quijote, al ser derrotado, se ve obligado a volver a la aldea y dejar la caballería andante.

 

Por tanto, se puede decir que Sansón Carrasco representa la razón frente al carácter irracional de don Quijote, o también, el sistema frente al individuo. Don Quijote, que vive en total libertad porque vive en la realidad que él crea, muere en el momento en el que él vuelve a la realidad.

 

            La lectura de las obras de caballería también afecta a Sansón Carrasco, el cual también es aficionado y se presenta como el que trae las novedades editoriales. Además, Sansón Carrasco también es quien mantiene el vínculo de don Quijote con la aldea, dejando la puerta abierta para que vuelva a ella. Este vecino estudiante también quiere irse con él a buscar aventuras y luego se disfrazará en dos ocasiones distintas. Este personaje es muy característico porque es muy similar al personaje de Tomás Rodaja («El Licenciado vidriera» en Novelas ejemplares), en ambos se amalgaman la sabiduría y la locura. Además, Sansón Carrasco también es relacionado con el Quijote apócrifo porque afirma en la obra original de Cervantes que él lo ha vencido.

 

 

            Don Diego de Miranda (Caballero del Verde Gabán)

 

            Desde el capítulo 16 al 18 de la segunda parte se describe el encuentro entre don Quijote y el caballero del Verde Gabán. Estos capítulos están llenos de color manchego y en estos encontramos la descripción de la casa de don Diego de Miranda dejando ver cómo sería realmente una casa de un hidalgo rico en aquella época. Estos fragmentos son importantes porque don Quijote defiende y ensalza la caballería andante.

 

            Cervantes quiere inmortalizar a este personaje bastante similar a él con el que también guarda similitudes con don Quijote: ambos son hidalgos de La Mancha. Sin embargo, los dos quedan sorprendidos cuando se ven porque ambos son iguales, habiendo, no obstante, también diferencias entre ambos:

 

  • El caballero del Verde Gabán representa a un hidalgo de su época: hombre acomodado, con mujer e hijos, casa con biblioteca incluida, etc.
  • Se dedica a la caza como mera distracción.
  • Convida a menudo a los suyos. No consiente ni que se murmure no que se critique a nadie
  • Es bondadoso.
  • Pone paz entre los que están peleados.
  • Es muy devoto de la Virgen.
  • Confía siempre en la misericordia divina.

 

Sancho, cuando se encuentra frente a él y conoce su historia, se baja del asno y se arrodilla ante él.

 

Si Sansón Carrasco representa la fuerza frente a don Quijote, don Diego de Miranda representa la igualdad con don Quijote, teniendo en cuenta, sin embargo, que don Diego representa la moderación y la cordura, mientras que don Quijote representa el exceso y la pasión.

 

Cervantes contrapone a estos dos tipos de hidalgo.

 

 

Antonio Moreno (Álvaro de Tarfe)

           

             Álvaro Tarfe es un personaje secundario de la segunda parte del Quijote de Miguel de Cervantes, que el autor manchego toma del llamado Quijote apócrifo de su rival Alonso Fernández de Avellaneda, donde Tarfe tiene un papel más importante.

Álvaro Tarfe aparece en el capítulo 72 de la segunda parte del Quijote de Cervantes; el hidalgo y el escudero se lo encuentran en un mesón cuando se dirigen de regreso a su aldea, al final de la novela. Don Quijote reconoce en él al Álvaro Tarfe que aparece en el Quijote apócrifo de Avellaneda, y que por tanto ha conocido al falso don Quijote y al falso escudero cuyas aventuras andan impresas y a las cuales se alude socarronamente en varios puntos de la segunda parte del Quijote. El encuentro con Álvaro Tarfe sirve para contrastar las diferencias entre los falsos personajes de Avellaneda y los verdaderos don Quijote y Sancho, y de este modo la baja calidad de la obra del rival de Cervantes comparada con la del propio Cervantes.

Un aspecto poco conocido de Álvaro Tarfe es su condición de morisco. En el Quijote de Cervantes no se alude directamente a ello, sólo se le hace decir, escuetamente: «[...] voy a Granada, que es mi patria». En el de Avellaneda, sin embargo, se explicita que Álvaro Tarfe «descendía del antiguo linaje de los moros Tarfes de Granada, deudos cercanos de sus reyes, y valerosos por sus personas, como se lee en las historias de los reyes de aquel reino, de los Abencerrajes, Zegríes, Gomeles y Muzas que fueron cristianos después que el católico rey Fernando ganó la insigne ciudad de Granada».

En la obra de Avellaneda, Tarfe y otros caballeros granadinos se dirigían a Zaragoza. Es de suponer que ahora Tarfe regresa a su ciudad natal. Sin embargo, esta segunda parte del Quijote se publica en 1614, cuando ya se ha hecho efectiva la expulsión de los moriscos decretada por Felipe III. Cervantes se ha hecho eco de ello varios capítulos atrás contando la historia del morisco Ricote, vecino de Sancho Panza, que regresa clandestinamente tras su expulsión haciéndose pasar por alemán y que confiesa que muchos otros moriscos están haciendo lo mismo. Álvaro Tarfe, en tanto que «descendiente del antiguo linaje de los moros Tarfes de Granada», es de suponer que también ha sido expulsado y que ahora regresa, como Ricote, clandestinamente a su lugar natal. Todo lo referido a Tarfe lo monta Cervantes a partir de lo escrito por Avellaneda, probablemente confiando en que el lector conozca la obra de su rival y sea capaz de atar los cabos.

            Se entiende, por tanto, que Cervantes leyó la obra apócrifa y decidió incluir elementos en la obra original.

 

            La inventiva de Cervantes es inconmensurable porque nos encontramos a más de seiscientos personajes que se cruzan en un momento determinado con don Quijote y su escudera de manera que es muy difícil recordarlos todos. Uno de lo rasgos más característicos es que muchos de ellos tienen la capacidad, al igual que don Quijote, de adaptar personalidades distintas a las que les corresponde, por lo que parece que en el libro de Cervantes nadie quiera ser lo que es:

 

  • Dorotea es convertida es la princesa Micomicona.
  • Ginés de Pasamonte recibe varios nombres: Ginesillo, Maese Pedro.
  • Sansón Carrasco: Caballero de los espejos y Caballero de la Blanca Luna
  • Zoraida decide llamarse María.

 

Otros personajes, aunque no cambien de nombre, sí cambian su condición, como Álvaro de Tarfe, puesto que la obra apócrifa tiene unas características y en El Quijote II tiene otras.

 

De manera que la complejidad de la obra impide la clasificación de todos los personajes.

 

Otros personajes importantes son el ama y la sobrina, el canónigo, el ventero, las mozas, etc.

 

 

El paisaje y el ambiente

 

Cervantes centra la acción en un paisaje muy concreto y real, La Mancha, que se nos presenta ya en la primera salida. También don Quijote camina sobre un lugar concreto: El Campo de Montiel, por tanto, para los lectores de ese tiempo, Cervantes narra la acción en lugares próximos a los lectores de la época y no en mundos lejanos y fantásticos. Este realismo se presenta en multitud de paisajes, como por ejemplo, cuando describe Sierra Morena y otros lugares.

 

En cuanto al ambiente, se nos presenta también dotado de gran realismo, como sucede en un gran número de escenas: la venta en la que es armado caballero, la escena con los cabreros, el paisaje con los bandoleros. Son, por tanto, escenas realistas, pero a pesar de esta descripción realista, son algo más que la presunta descripción fiel de la realidad porque esta realidad se transforma en la mente de don Quijote y, por consiguiente, encontramos un mundo real, noble y elevado en la mente de don Quijote.

 

 

Narrador

 

Quien firma las dos partes, se nos presenta ya en la primera parte como un recopilador de tradiciones para después ser una especie de segundo autor de un relato cuyo primer autor anónimo dice haber recogido de los anales de La Mancha y con esa fuente escribe los ocho primeros capítulos porque a partir del capítulo 9 se nos ofrece una nueva fuente: el hallazgo en Toledo de un manuscrito árabe. El autor del manuscrito es Cide Hamete Benengeli, un historiador árabe que necesita, además, un traductor. Desde ese capítulo 9 hasta el final de la primera parte, parece que se sigue la historia de Cide Hamete Benengeli, aunque a veces se alude a otras fuentes con en DQ1 cap. 52 donde se alude que se han recogido historias de la tradición oral y después, al final, se nos dice que se han utilizado unos epitafios y elogios que se han encontrado en unos pergaminos que proceden de las academias de Argamasilla.

 

En la segunda parte, la única fuente que se cita es la de Cide Hamete Benengeli, pero dice que ya no la leemos tal y como fue escrito, sino que está combinado porque el copista suprime y comenta algunas escenas (por ejemplo, en la escena del caballero del Verde Galbán, el copista dice que ha eliminado una descripción demasiado larga).

 

Esta narración enredada permite a Cervantes depositar la responsabilidad de lo que está escribiendo en un «no creyente», un árabe, y por tanto, la responsabilidad de lo real y lo inventado recae en un árabe, mientras que el segundo autor, Cervantes, puede comportarse como un autor irresponsable o como un crítico que rechaza y limita las afirmaciones de las fuentes. El resultad es que Cervantes se distancia de sus personajes, interpone distintas voces narrativas y distintos planos para ocultar el punto de vista de la obra y el punto de vista del que valora lo que sucede en ella; y por medio de esta técnica, Cervantes otorga a su novela un carácter histórico y a sus personajes una clara autonomía configurándolos gracias a esa libertad en auténticos seres vivos, llenos de vida cuya humanidad se manifiesta constantemente.

 

            Resumen:

 

  • Hay un EDITOR (cristiano) que es quien hace las recopilaciones de los distintos textos para configurar la obra. A este editor se le llama SEGUNDO AUTOR. Para su trabajo coge textos procedentes de:
    • Anales de La Mancha (Desde los capítulos 1 al 8), en donde no hay referencia del autor original, pero se «supone» que es un historiador, por tanto, es un autor anónimo.

 

El manuscrito de Cide Hamete Benengeli (árabe) encontrado en Toledo, y es considerado, el primer autor. Lo que hace el segundo autor (el copista/editor) es recopilar lo que dice Cide Hamente Benengeli.

 

Esta técnica supone una enorme novedad.

 

            Cervantes hace gala por utilizar materiales diversos que provienen de géneros distintos en el prólogo. Esto no es una enorme novedad en la concepción de la novela, pues anteriormente esto mismo lo encontramos en Cárcel de amor, Lazarillo de Tormes, El Buscón, etc.

 

            A lo largo de muchos capítulos, Cervantes se acerca a muchos conceptos sobre la narración (DQ1 cap. 47-48: discusión entre el cura y el canónigo sobre asuntos literarios):

 

  • Verosimilitud: falsedad con aspecto de verdad.
  • Aspectos negativos de libros de caballerías aunque también se marca lo positivo.

 

Cuando Cervantes proclama estos criterios, lo que realmente hace es referencia a la Epístola a los Pisones del poeta Horacio:

 

  • Ejemplar en el estilo.
  • Ejemplar en la descripción de tipo.
  • Debe cumplir el doble objetivo de entretener y enseñar.

 

Estas recomendaciones las llevará a cabo cuando escribe Persiles y Sigismunda, obra de la que él estaba más orgulloso, porque Don Quijote de la Mancha era una parodia. Además, aquí encontramos, en este capítulo, una crítica literaria sobre su obra anterior a El Quijote.

 

Otro capítulo donde aparece otra especie de estudio sociológico sobre los tipos de lectores es en el capítulo 32 de la primera parte, centrándose en los lectores de las obras de caballería. También es importante en capítulo 3 de la segunda parte donde diferencia al poeta del literato (llamado «historiador»: recordar que en esta época aún no estaban definidos los conceptos de novela).

 

  • Poeta: puede contar las como deberían ser.
  • Historiador: debe contar las cosas como fueron

 

También en el capítulo 16, Cervantes reflexiona sobre los límites entre arte, vida y la naturaleza de la obra literaria. En este caso, en El Quijote, nos encontramos ante un caso extremo por mezclarse realidad y ficción, pero Cervantes intenta justificarlo porque don Quijote cree que está convencido que es un caballero andante, por tanto, la totalidad de ese mundo fabuloso de castillos y princesas, donde también aparecen magos y encantadores, es parte de su experiencia real, de manera que lo ficticio se convierte en realidad para don Quijote. Además, persigue que eso que se ha dado en su imaginación se convierta en libro y, por tanto, en historia.

 

Los límites entre el arte y la vida es un tema que fascina a Cervantes y se ve que en El Quijote arte y vida se unen constantemente. En la novela, la vida siempre se presenta como una opción bastante radical entre distintas posibilidades, por tanto, el escritor libra a sus personajes de todo aquello que coarte su libertad: no se da nombre concreto ni tampoco se determina el lugar concreto. Este hecho de no dar nombre concreto es muy importante, ya que desde el punto de vista de la tradición judeocristiana, el nombre recoge la esencia del individuo: el hidalgo aparece como un noble sin nombre, siendo esto incomprensible, porque si hay algo que caracteriza a la nobleza es el linaje, por tanto, lo presenta exento de familia, nombre y tradición, y esto rompe con la tradición anterior de los libros de caballerías y de la picaresca. Por ejemplo, Amadís de Gaula era hijo del rey Perión de Gaula y de una princesa. Con todo esto, se quiere decir que don Quijote es un nuevo Adán y que tiene que orientarse vitalmente y desde el principio, el protagonista tiene la posibilidad de escoger desde el momento que su mente empieza a perturbarse por la lectura de los libros de caballerías.

 

            A don Quijote se la abren tres posibilidades:

 

  • Vida vegetativa como hidalgo
  • Puede convertirse en escritor
  • Puede convertirse en caballero andante

 

Don Quijote elegirá la más extravagante porque es la expresión máxima de su libertad como individuo y, por tanto, él decide convertirse en don Quiote, un caballero andante, que desde el primer momento muestra de forma implícita su deseo de hacer de su forma de vida una obra de arte. El mundo en el que él quiere vivir es el mundo del arte y, por tanto, toda esa realidad vulgar cotidiana debe transfigurarse en su equivalente artístico y poético; y en su mundo vive hasta el final cuando en su lecho de muerte abdica de su personalidad artística. En último acto de voluntad, renuncia a seguir siendo don Quijote y se convierte en Alonso Quijano «el Bueno». Con este gesto, ha llevado a cabo un acto supremo: ha renunciado a su identidad. Don Quijote debe morir para que Alonso Quijano pueda vivir.

 

Hasta ese momento, don Quijote ha tratado con todas sus fuerzas que la vida sea una auténtica obra de arte y eso a pesar de las burlas, reprimendas y castigos físicos que recibirá. No obstante, en los últimos capítulos se dará cuenta de lo inadecuado de su estilo de vida.

 

Un problema muy relacionado en las reflexiones de Cervantes de la naturaleza de la verdad artística es que si la historia necesita de la verdad, la verosimilitud también es un elemento fundamente que rija la novela literaria.

 

Otro problema que se trata es el de qué efectos tiene la literatura imaginativa en los individuos, tema muy importante en la época. En Don Quijote los efectos son extraordinarios porque se sale de lo normal. Este tema es muy importante a partir de la Contrarreforma porque la Iglesia católica pone mucho interés en controlar lo que se está publicando: prefieren relatos donde el lector pueda extraer enseñanzas de tipo moral (como por ejemplo, libros sobre la vida de los santos). La Iglesia es muy consciente de la influencia de los libros sobre los lectores del momento, ya que desde la invención de la imprenta, va incrementando el número de lectores.

 

En las novelas de Cervantes, la literatura imaginativa no sólo afecta a don Quijote, sino también a muchos personajes: los duques (ensayan la simulación de la vida caballeresca), Sansón Carrasco (se disfraza de caballero en dos ocasiones). Si la vida de estos personajes se ve afectada por la literatura, eso quiere decir que la literatura es parte de la vida de los seres humanos.

 

Hasta la aparición de El Quijote la ficción en sus diversas modalidades había sido obra de entretenimiento, pero no se tenía en cuenta que la literatura fuera algo trascendente. No había permitido estudiar al género humano, estudiando la totalidad de sus deseos, ilusiones, frustraciones, esperanzas, etc. Esto será lo que Cervantes haga en El Quijote.

 

Vinculado a esta teoría novelesca, también se puede hablar de la variedad estilística que encontramos en Don Quijote:

 

  • Entre la primera y la segunda parte encontramos un estilo acomodado a la trama principal, pero también es verdad que en la primera parte, dada a la variedad y amplitud de asuntos y la variedad de personajes, el estilo no es tan uniforme como en la segunda parte. En la primera parte hay pasajes con estilo propio:
    • Novela de Marcela y Crisóstomo: rompe con el estilo de la obra y nos cambia de estilo: mundo pastoril, idealizado, donde cuenta la libertad de la mujer para elegir. Además, contrasta el lenguaje culto contra el lenguaje vulgar del cabrero Pedro.
  • En la segunda parte de El Quijote, cuando don Quijote y Sancho (DQ2 cap. 58) pasan por la fingida arcadia, Sancho sugerirá a don Quijote hacerse pastor. Aquí don Quijote imagina la posibilidad de convertirse en pastor y, por tanto, aplica el mismo tipo de parodia que cuando decidió convertirse en caballero andante por los libros de caballería (se imagina cambiándose el nombre, busca lo necesario para ser pastor, cambia el nombre a todos los personajes para que sean más propios a las novelas pastoriles, cuenta con Sancho para ser pastor e idealiza el mundo de los pastores).

 

Al igual que tenemos este estilo pastoril, también encontramos el estilo propio de las novelas picarescas (por ejemplo Rinconete y Cortadillo o El Coloquio de los perros):

 

  • DQ1 cap. 22: donde se recrea la aventura de los galeotes, sobre todo en la figura de Ginés de Pasamonte, delincuente que escribe en esos lugares su autobiografía.
  • El lenguaje que utilizan los personajes que intervienen intensifica el parecido con la novela picaresca.

 

En la «Historia del Cautivo», por el contrario, nos acerca más a la novela morisca y lo encontramos, principalmente, en el ambiente argelino y la incursión de palabras de origen árabe.

 

Por  el contrario, en «El Curioso impertinente», novela localizada en Italia, utiliza nombres procedentes de este país, el conflicto psicológico que nos presenta nos lleva a un relato que se aleja del episodio que está contando relatando en ese momento en El Quijote (momento de los cueros de vino en la venta).

 

            Tampoco hay que olvidar las discursos de don Quijote porque son un ejemplo perfecto del estilo oratorio clásico de la épica (DQ1 cap. 11 y 37 (Discurso sobre las armas y las letras que es una versión que ofrece Cervantes sobre el tópico medieval del clérigo y el caballero).

 

            Las cartas también son muy interesantes porque encontramos distintos tipos de cartas, por tanto, distintos estilos:

 

  • Misivas amorosas: (Carta de Camila a Anselmo en «El Curioso impertinente»).
  • Estilo paródico (DQ1 cap. 25: carta que envía don Quijote a Dulcinea del Toboso).
  • Estilo directo / familiar (cartas entre Sancho y su mujer Teresa.Por ejemplo: DQ2 cap. 52: carta de Teresa a la duquesa).

 

Al lado de esas modalidades literarias, también introduce algunas historias y cuentecillos de carácter tradicional o popular, sobre todo a través de Sancho, con estilo coloquial propio del pueblo.

 

            La prosa de la novela reviste una multitud  de modalidades estilísticas que está encaminada a construir una obra eficaz estilísticamente y una auténtica obra de arte, tal y como Cervantes ya indica en el prólogo: se busca la eficacia del lenguaje.

 

            Ese ideal de belleza y precisión se realiza a través de una serie de factores: desde la descripción detallista (por ejemplo: la descripción de los pies de Dorotea) hasta la descripción de las riñas en las que se logra transmitir la importancia de un movimiento rápido y del desorden donde se acumulan los hechos y los personajes.

 

            Desde luego que el diálogo es uno de los grandes aciertos de Cervantes y esa conversación pausada y paciente entre don Quijote y Sancho es un elemento esencial de la novela porque así se evita al escritor tener que escribir todo lo que está sucediendo. El diálogo adquiere, a veces, un tono dramático, teatral, siendo así un diálogo muy rápido en donde se enlazan preguntas y respuestas. Cada personaje tiene su lenguaje propio, sabiendo en todo momento quién habla sin necesidad de que Cervantes indique quién está en el uso de la palabra. Esto pasa con don Quijote y Sancho, como también con otros personajes secundarios: Ginés de Pasamonte, los cabreros, los pastores, etc. Cabreros y pastores se caracterizan por las deformaciones idiomáticas que utilizan.

 

            Cuando Cervantes narra las peripecias de don Quijote, utiliza casi siempre un registro irónico (por ejemplo en DQ1 cap. 1). En definitiva, todo El Quijote está estructurado y basado en ese tono humorístico puesto que, en definitiva, es una parodia en donde la ironía es un ingrediente fundamental que intensifica ese registro humorístico. Cuanto más gratuito es el tono irónico, más eficaz es el recurso. El «humorismo» lo encontramos en El Quijote a través de la parodia de un supuesto caballero andante, cuando vemos que fracasa el ideal de justicia: esto guarda relación con el momento histórico de la novela cervantina que es el comienzo de la decadencia española. Los españoles se daban cuenta que las ventas son ventas y no castillos. Cervantes utiliza el relato novelesco de mayor aceptación del reinado de Carlos I (las novelas de caballerías que están relacionadas con la expansión imperial) y la desaparición de las novelas caballerescas coincide con el inicio de la decadencia del Imperio español. El Quijote nos ofrece dos visiones: una realista y otra idealistas que actúan como dos pugnas literarias: una visión literaria idealista de Cervantes y otra literaria realista de denuncia social. La visión de Cervantes de la decadencia española se visualiza a través de la incorporación de humor: «en vez de llorar, se ríe de sí mismo».

 

            En cuanto a las fuentes de Don Quijote de la Mancha, se puede decir que los críticos literarios han apuntado, fundamentalmente, hacia dos fuentes:

 

  • Sitúan la génesis de la novela cervantina en fuentes literarias
  • Suponen la existencia de personas reales que pudieron servir como modelo a Cervantes.

 

Los que suponen la existencia de personajes reales han intentado documentar la existencia de diversas personas oriundas de la zona que tuviesen el apellido Quijano o Quijada, aunque habiendo encontrado personas con esos apellidos, no se puede concluir si estos fueron realmente el modelo a seguir por parte de Cervantes. Menéndez Pelayo hace alusión a los frecuentes casos de alucinaciones que producía la lectura de libros de caballerías, y ese hecho sí que está documentado, mencionando así algunos casos que se dieron en ese tiempo. Esto lo que nos prueba es el ambiente propicio al tema de la locura, por lo que cualquier caso le podría haber servido a Cervantes como modelo, pero esta teoría sólo nos indica que hubo unas circunstancias que pudo dar idea al origen de la obra, pero no le resta originalidad a la misma.

 

            En cuanto a las fuentes literarias, es evidente que Cervantes tendrá en cuenta las novelas de caballerías, especialmente: Amadís de Gaula, El libro del ciclo de Los Palmerines y Tirante El Blanco, puesto que encontramos muchos pasajes dentro de la novela cervantina que reproducen pasajes de estas novelas mencionadas, especialmente Amadís de Gaula.

 

            Por otro lado, Dámaso Alonso ha resaltado la influencia de Prima León (novela de caballerías) y de una comedia de Gil Vicente, Tragicomedia de Don Durados, porque tanto en la una como en la otra aparece un hidalgo llamado Camelote que se convierte en escudero de una fea, pero idealizada doncella, y Dámaso Alonso dice que puede considerarse un procedente del amor que don Quijote profesa a Dulcinea.

 

Menéndez Pidal también apunta el influjo en la creación de Don Quijote de una pieza teatral corta anónima conocida como El entremés de los romances, una obra muy popular y que posiblemente Cervantes también conociera. Aquí aparece un personaje llamado Bartolo que enloquece a causa de la lectura del romancero, por lo que Pidal defiende que es innegable la relación entre el entremés anónimo y los primeros capítulos de El Quijote. Se fija en que en el capítulo 5 de la primera parte, nuestro personaje confunde a su vecino con el marqués de Mantua y esto mismo pasa en el entremés en donde el protagonista confunde a un familiar suyo también con el marqués de Mantua.

 

Evidentemente, también hay influencia de los principales obras de la narrativa anterior: Cárcel de amor, La Diana, los versos de corte tradicional de Garcilaso de la Vega, puesto que cuando el escritor crea, lo hace en base de lo que ya hay.

 

            Otros críticos se han fijado en el carácter folclórico con los personajes del «flaco loco» y el «gordo bobo o simple», ambas, figuras típicas de carácter folclórico.

 

En cuanto a la fecha de composición de la obra, tampoco se ha llegado a un acuerdo unánime. Se dice que empezó a escribir El Quijote en los últimos años del siglo XVI (aproximadamente 1598), y si hacemos caso a Cervantes, éste dice que empezó a escribir El Quijote en la cárcel de Sevilla (pero este dato no nos sirve puesto que Cervantes estuvo varias veces en la cárcel). Un hecho que nos sirve para determinar la fecha de creación es el capítulo del escrutinio de los libros y, de acuerdo con este capítulo, nos encontramos con la teoría de que Cervantes escribió ese capítulo alrededor de 1592 porque en el escrutinio de los libros no aparece ninguna obra que fuese publicada posteriormente a esta fecha: todos los libros mencionado son anteriores a 1592. Por otra parte, parece que algunos relatos intercalados fueron escritos con anterioridad, como «El Cautivo» (1589).

 

Con respecto a la segunda parte, las fechas están más claras: Cervantes se encontraba redactando la segunda parte cuando aparece publicado El Quijote de Avellaneda. La primera alusión de ese Quijote aparece en el capítulo 59: ahí se hace eco de la aparición del libro y a partir de ahí las alusiones a esta obra apócrifa son bastante frecuentes. Incluso la aparición del libro modifica el trayecto originario que Cervantes tenía trazado para sus personajes, desplazando a don Quijote y Sancho hacia Barcelona, en vez de Zaragoza. Esto lo hace para que no coincida con el itinerario de El Quijote de Avellaneda. Además, se incorpora un personaje de la obra apócrifa: Álvaro de Tarfe, que utiliza para defenderse de las acusaciones que el desconocido autor introduce dentro del libro apócrifo.

 

En 1614, un año antes de la publicación de la segunda parte, aparece publicado en Tarragona bajo el nombre de Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha la versión apócrifa. El autor dice que es un licenciado llamado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de Tordesillas. A pesar de la gran cantidad de trabajo realizado para averiguar la identidad real del autor, es cierto que no se le ha conseguido identificar. La mayoría de los estudiosos dicen que es un nombre que encubre a un discípulo de Lope de Vega. Martín de Riquer apunta la posibilidad de que ese pseudónimo encubra a un Jerónimo de Passamonte que era escritor y viejo enemigo de Cervantes a quien habría retratado en el texto como Ginés de Pasamonte y para vengarse decide escribir la versión apócrifa. El Quijote de Avellaneda consta de treinta capítulos donde narra la tercera salida de don Quijote donde aparecerá acompañado de Sancho y de Álvaro de Tarfe. Los tres emprenden la tercera salida dirigiéndose a Zaragoza para participar en un torneo, pasando por Alcalá de Henares y Madrid. La novela concluye cuando don Quijote es ingresado en un manicomio por Álvaro de Tarfe en Toledo.

 

El autor utilizó el prólogo para lanzar improperios e injurias contra Cervantes (llamándole manco, viejo, enfermo, etc.). Aunque El Quijote de Avellaneda no carece de habilidad narrativa, si se considera a obra en su conjunto, desmerece su composición con el original: la pareja de don Quijote y Sancho aparecen totalmente desfigurada en cuando a los ideales que persiguen, aventuras y, sobre todo, lenguaje.

 

La crítica y los lectores han situado a cada una de las obras en su lugar correspondiente. La obra de Avellaneda no consiguió importancia relevante y no se publicó nuevamente hasta 1832 y esto contrasta con la relevancia del original ya que con el original se realizan seis ediciones en el mismo año, además de la edición princeps: dos en Madrid, dos en Lisboa y dos en Valencia, además de las primeras traducciones que se hicieron en inglés (1612) y en francés (1614). Y desde estas primeras ediciones, Don Quijote de la Mancha se publica ininterrumpidamente hasta el siglo XXI.

 

            La primera edición es la de Juan de la Cuesta, la cual se imprime en los últimos años de 1604 (aunque la fecha de publicación es de 1605). No se conserva el manuscrito y los críticos dicen que podría haber una edición anterior a 1604 por las alusiones que se hacen a El Quijote en otras partes: una novela que se publica en 1604, La pícara Justina, alude a través de sus versos a la existencia de El Quijote, además, también existe una carta del propio Lope de Vega firmada en agosto de 1604 donde también aparece alusión a Don Quijote. Estos datos parecen llevar a la posibilidad de la existencia de una edición anterior a la princeps, aunque también podría darse la idea de que los autores conocían el trabajo de Cervantes.

 

Por el contrario, también hay bastantes errores en la edición princeps de 1604 que se corrigen inmediatamente en la segunda edición de 1605. Hay un momento en la primera edición en la que se lían con el robo del asno de Sancho, error del que se dio cuenta Cervantes y que se corrigió inmediatamente en la edición anterior. Ese error no hubiera aparecido en la edición princeps de 1604 si hubiera habido una edición anterior a esta, puesto que se hubiese corregido para la edición princeps de 1604. Se calculan unos dos mil errores entre la edición princeps y la segunda edición.

 

PERSILES Y SIGISMUNDA

 

Es la obra de la que Cervantes se sentía más orgulloso. La empezó a escribir en 1609 y alude a ella en la dedicatoria que Cervantes escribe en la segunda parte de El Quijote. Dice que «espera tenerla terminada dentro de cuatro meses», pero ese proyecto fue interrumpido porque Cervantes estuvo enfermo y no pudo verla impresa porque se publicó en 1617, un año después de su muerte (1616). Es la novela de la que él estaba más satisfecho: tres días antes de su muerte escribió la carta del prólogo, donde expresa sus deseos de vivir y de ver impresa su novela.

 

            Este relato parte de unas fuentes muy concretas:

 

- Primera fuente: La novela bizantina: Cervantes expresa su intención de superar los modelos anteriores. Su deseo de crear una epopeya cristiana en prosa. En la novela bizantina lo que encontramos es una acumulación de acontecimientos fortuitos que irrumpen en la vida de los personajes modificando constantemente el curso de sus aventuras, aunque esos acontecimientos estén movidos por el azar, no pueden cambiar los ideales y sentimientos de los personajes, y esto se puede apreciar en la novela cervantina porque Persiles y Sigismunda sufrirán todo tipo de contrariedades (naufragio, rapto, etc.) que alterarán el curso de sus peregrinación, aunque sus sentimientos, sus deseos y pensamientos permanecen inalterables. Durante toda la narración aparecerá el amor recíproco y el deseo de casarse (lo que mueve y permanece inalterable en los protagonistas).

 

Cervantes aprovechará el esquema del largo viaje de la novela bizantina y utilizará los dos modelos:

 

    • Aquiles de Tracia
    • Heliodoro

 

Cervantes no se conforma con la mera imitación e introduce elementos nuevos:

 

  • En Heliodoro encontramos jóvenes que se fugan, mientras que en Cervantes quien decide la peregrinación es el personaje femenino, mientras que el masculino es quien decide acompañarla.  Este peregrinaje conduce a los personajes desde las regiones más boreales del planeta hasta Roma. Todo ese peregrinaje se realizará cumpliendo con la más escrupulosa castidad, incluso llegan a pasar como hermanos, conociéndolos como tales el resto de los personajes.

 

  • Segunda fuente: la encontramos en la Poética de Aristóteles. De ahí extrae Cervantes lo que él denomina como “lo posible extraordinario” (o “maravilloso verosímil”). Es decir, que mientras en las novelas de caballerías encontramos una fantasía desbordada, aquí, por el contrario, encontraremos una fantasía controlada.

 

Apoyándonos en la cartografía de la época, sitúa a sus personajes en las islas nórdicas. Cervantes crea un mundo creíble y el azar será quien suministra los accidentes dramáticos.

 

  • Tercera fuente: será su propia concepción de la novela, de manera que no sólo tendrá en cuenta las novelas bizantinas anteriores, sino que también tendrá en cuenta muchos elementos como el de las novelas de caballerías dentro de su obra.

 

La novela tiene cuatro libros: los dos primeros se desarrollan en un paisaje exótico y lejano que nos remite a tierras nórdicas (tierras de aventuras y de misterios) y que contrastará con la geografía mucho más cercana del tercer y cuarto libro. Las islas heladas nos remiten a la isla de Tule (que correspondería actualmente a Islandia). También habla de Frinlandia (Finlandia) y Groenlandia. Este primer libro, y sobre todo en el primer capítulo, es muy significativo porque nos situamos en un lugar que se caracteriza por un lugar maravilloso y dominado por la barbarie. Cervantes, a través de la descripción de estos lugares, intenta dar a ver la parte más primitiva del ser humano: imagen de una mazmorra donde se sacrifican a los jóvenes para que los nobles puedan beber sus corazones por medio de la brujería.

 

La religión será un elemento muy importante porque servirá para marcar la diferencia entre el mundo de los bárbaros y el mundo de los civilizados, en este caso, encarnado por Persiles. El comportamiento de Persiles viene dado por su fe religiosa, por lo que se destaca la civilización contra la barbarie. Dentro de la civilización, Persiles encarnará las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), virtudes que se verán por el amor a Sigismunda y el amor a Dios, de manera que nos irá demostrando el comportamiento del hombre guiado por sus instintos y el comportamiento del hombre guiado por la razón, por tanto, idealiza el hombre cristiano (se nos presenta un héroe cristiano propio de la Contrarreforma).

 

            En los dos últimos libros, los personajes llegan a Lisboa y a partir de ese momento, Cervantes sitúa a los personajes en lugares conocidos por los lectores de la épica, por lo que novela adquiere un tinte realista (novela de costumbres). Desde Portugal se dirigen a Roma, pasando por Extremadura, Castilla, Valencia, Cataluña, Francia hasta llegar a Roma.

 

En cuanto al argumento, la novela narra la peregrinación, las aventuras y los trabajos de los dos persones, hijos respectivamente de reina y rey, y después de haber recorrido media Europa salvando todo tipo de catástrofes, llegan desde el norte de Europa a Roma, es decir desde un mundo bárbaro (que es el que Cervantes nos presenta) al centro de la cristiandad. Una vez lleguen a Roma, y después de haber sido preparados debidamente, celebrarán una boda dentro de la fe cristiana.

 

            La acción novelesca se desarrolla de la siguiente manera en sus cuatro libros:

 

  • Viaje accidentado por las islas del norte.
  • Sucesos acaecidos al personaje masculino.
  • Peregrinación a Roma tanto de ellos como de todos los enamorados con los que se encontrarán en el camino.
  • Se descubre toda la verdad con respecto a la identidad de los personajes y se lleva a cabo el matrimonio cristiano.

 

Además de estos personajes, aparecen otros muchos que a su vez cuentan su propia historia. Persiles y Sigismunda encarnan al héroe cristiano propio de la Contrarreforma personificando el ideal de belleza y los perfectos enamorados y por hacer gala de un amor que guarda estrecha relación con la fe cristiana porque encarnan las virtudes teologales que les ayudarán a superar todas las desventuras.

 

El resto de personajes tienen un carácter funcional (función específica). Lo que encarnan son pecados (lascivia, codicia) y esa encarnación de la maldad aparece como obstáculo contra el que deben luchar (algunos personajes intentarán separar a los personajes), aunque también aparecerán otros personajes que ayudarán a los protagonistas a conseguir la llegada a Roma.

 

Con respecto al significado de la obra, se puede decir que es una alegorización de la vida humana personificada en sus protagonistas y su peregrinación simboliza la evolución del hombre desde lo primitivo hasta lo más perfecto que para Cervantes sería la unión en matrimonio al amparo de la Iglesia católica. No hay que olvidar que según esta obra, sólo hay dos formas de alcanzar la vida eterna: dedicándose a la vida eclesiástica o creando una familia cristiana dentro del seno de la Iglesia, y eso último será lo que hagan los protagonistas cuando lleguen a Roma, meta final del peregrinaje. Después de redimirse de toda falta durante ese peregrinaje lleno de todo sufrimiento

 

Esa peregrinación de los héroes es símbolo de la vida humana que alcanza la vida cristiana. La peregrinación como alegoría de la vida humana ya se encuentra en La Biblia y es un tema recurrente de la literatura de distintos siglos. En la época de Dante, el peregrinaje simbolizaba lo transitorio de la vida humana: peregrinaje movido por el amor. En Cervantes el peregrino se convierte en un héroe literario propio de la literatura de la Contrarreforma, donde el amor y la religión se unen estrechamente, por eso la peregrinación de amor que va desde la barbarie hasta donde se asienta la fe cristiana y los personajes irán ascendiendo en la escala de la perfección moral hasta llegar a Roma. Al llegar allí, no se casan directamente, se instruyen, se liberan del pecado y luego, por fin, se casan.

 

En el libro se nos ofrecen muchos tipos de amor, la mayoría de carácter pecaminoso, por lo que amor de Persiles y Sigismunda contrasta con ese amor pecaminoso. La perfección amorosa es para Cervantes de tipo neoplatónico y religioso cristiano, esto se ve en la relación casta entre los personajes.

 

El tema de la religión se relaciona con el tema amoroso y Cervantes defiende ese amor cristiano y espiritual, claramente antitético, frente al amor carnal dominado por la lascivia que encarnan otras parejas que aparecen en el texto. En el momento de celebrar el matrimonio, adoptan sus verdaderos nombres.

 

Cervantes no pudo ver publicada su obra y tampoco concluirla de la forma que a él le hubiera gustado porque el final viene bastante precipitado, abrupto. Esa falta de tiempo para redactarlo se ve en la composición de los libros: los tres primeros presentan unos veinte capítulos cada uno, mientras que el cuatro libro se queda en catorce. Posiblemente Cervantes aceleró el final debido a su enfermedad.

 

La obra también alcanzó un extraordinario éxito porque en 1617 se conocen siete ediciones de la obra: Madrid, París, Barcelona, Valencia, Pamplona y Lisboa. Además, Persiles y Sigismunda siguió editándose constantemente en los años sucesivos. Éxito del que no pudo gozar el autor.

 

 

Fuente del documento : http://s5584.chomikuj.pl/File.aspx?e=8qaELXhqJGXUN3A0CiMlVrwOwqtAdfxPdcM8q9d37wddU828CV6PWpN8Q3sk1woeHOIduKGTu9UzYKshD5giiDXPMD-utikuvi29kHsDTIok8WmGx_txhDWiGo5jb3aVVfEgyk0xedK_IRtsYtGw7cYOjTDJlhs2eWEpqSrLijkDQ3UEOdwVj0W9VslLTTes&pv=2

 

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