El Régimen de la Restauración (1874-1902) resumen y tema

 


 

El Régimen de la Restauración (1874-1902) resumen y tema

 

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El Régimen de la Restauración (1874-1902) resumen y tema

 

TEMA - EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN (1874-1902)

 

La Restauración sucede a un período extraordinario, encuadrado por los años 1869-1875, y en cuya agitación todo resultó imposible: monarquía y república, centralismo y federalismo, la guerra –mal conducida- y la paz –ni siquiera intentada-. El “continuar la historia” de Canovas, responde, exactamente, a una convicción general; los años precedentes viviéronse en anormalidad, en interinidad, en un paréntesis que era necesario cerrar. La Restauración había de ser norma, equilibrio y estable, final de un estado de excepción, no sólo en el curso de la vida española, sino estado de excepción en el concierto de los pueblos europeos. (PABÓN, J.: Cambó, I, p. 45)

 

            En este párrafo, se califica a la Restauración como un período de estabilidad que necesariamente debería terminar con la falta de seguridad política de la época anterior. La idea de ESTABILIDAD, por lo tanto, abunda en todos los documentos justificatorios de la Restauración (como el Manifiesto de Sandhurst, por ejemplo), así como en el levantamiento militar de Martínez Campos. La idea de ESTABILIDAD se convierte en una realidad como consecuencia de la integración en el sistema político de buena parte de las fuerzas políticas y sociales; que se concretan en el turno pacífico de partidos, que antepone civilismo a militarismo, aunque los enconados problemas carlista y cubano permitirán al Ejército mantenerse en la primera plana de la política. Esta ESTABILIDAD permite en un desarrollo económico sostenido, bien que sin seguir el ritmo europeo que por entonces se acelera con la segunda revolución industrial (hasta 1914); y que está en la base del despertar con el que algunos filólogos han denominado “La Edad de Plata” de la cultura española. Y como telón de fondo la Constitución pactada de 1876.

 

1. Funcionamiento del Sistema Canovista. La Restauración en Castilla-La Mancha

            El pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto (29 de Diciembre de 1874), que supone el acto inicial de la Restauración de la monarquía borbónica en la figura de Alfonso XII, no es un acto casual, sino que tiene unos precedentes bien definidos.

           

Antecedentes de la Restauración Monárquica

La I República, el golpe de Pavía y el gobierno “macmahonista” de Serrano

Pese a sus iniciales buenas intenciones, el fracaso de la I República es total, debido a la ausencia de un núcleo republicano amplio que la apoye, con divisiones entre los partidos ”demócratas” (progresistas y demócratas y republicanos) y una manifiesta incapacidad para mantener el Orden Público ante los problemas de las crisis cantonales, a la Guerra Carlista (III Guerra Carlista – 1873-1876) y al conflicto de Cuba (Guerra Grande - 1868-1878).

La situación degenera rápidamente y con el miedo de que una nueva caída del Presidente, en este momento Castelar, el Capitán General de Madrid, Manuel Pavía, da un golpe de Estado que busca la salvación del modelo republicano. Pavía que no quería hacerse cargo del poder, por lo que llama a la formación de un gobierno de concentración a cuya cabeza se coloca el general Serrano, duque de la Torre, que preserva la Constitución Democrática de 1869 –aunque en realidad debido a la realidad española la mantiene en suspenso- manteniendo la forma republicana de gobierno. Aunque Serrano pretendía dar salida a la situación política española, no va a tener tiempo para consolidar su posición.

Cánovas y el Partido Alfonsino

La abdicación de los derechos de Isabel II a la corona en su hijo en junio de 1870, será el punto lejano de partida de la actividad de aquellos que buscaban la Restauración Borbónica, realizada por los grupos situados a alrededor de Alfonso a cuya cabeza situamos la figura política de Cánovas del Castillo, y que a partir de ese momento, se encargará de la educación del futuro monarca.

Entre las medidas que se toman para lograr la vuelta de los Borbones se encuentran las de matricular a Alfonso primero en el colegio Teresiano de Viena, y posteriormente en la Academia Militar de Yorktown (Inglaterra).  Desde éste lugar se divulgará su programa político, el Manifiesto de Sandhurst, al tiempo que Cánovas se transformará en el portavoz del príncipe y herramienta del acercamiento de Alfonso a los españoles.

Un elemento clave en este encuentro entre el príncipe y su pueblo es precisamente el Manifiesto de Sandhurst, realizado en 1 de diciembre de 1874, redactado por el propio Cánovas, en el cual el futuro rey se compromete a serlo de todos los españoles, al tiempo que defiende su concepto de estado confesional, aunque no deja de valorar las transformaciones que suceden en ese momento. Se puede resumir su contenido en la idea siguiente:

“Ni dejaré de ser; como todos mis antepasados, buen católico, ni como hombre del siglo verdaderamente liberal”

La apelación al talante liberal no parece ser un añadido sin más, al tiempo que no menos oportuna es su reafirmación de su parecer católico, pues con el problema carlista a la vista, era importante afianzar la posición de Alfonso frente al pretendiente carlista, Carlos (VII), que está encabezando una guerra en el norte con dramáticas consecuencias para el estatus jurídico del País Vasco.

Pronunciamiento de Martínez Campos

Este impulsivo militar anticipó los programados pasos de Cánovas para el establecimiento de Alfonso, lo que obligó al político a un rápido movimiento para poder mantener su posición en la Restauración.

Martínez Campos se levanta contra el gobierno de Serrano reconociendo a Alfonso como Rey de España. La rápida adhesión de muchos militares al movimiento iniciado desde Sagunto, obligó a Serrano a aceptar los hechos que se consumaron el 29 de diciembre de 1874 cuando el protegido de Cánovas fue coronado con el nombre de Alfonso XII. A pesar del movimiento de Martínez Campos, la paternidad de la Restauración no cabe duda que fue de Cánovas, que siguió controlando la situación con el beneplácito de los militares. Se había iniciado la RESTAURACIÓN.

 

Elementos básicos de la Restauración

Estas circunstancias posibilitaron una nueva etapa en España, la cual aportó una estabilidad política que no se había manifestado en el siglo XIX gracias los siguientes elementos básicos:

Los principios políticos de Cánovas

            a.- Pragmatismo. La Política no es algo dogmático sino que se mueve en un ámbito de lo mudable y lo posible; y para Cánovas, bajo este principio, en la Política “todo aquello que no es posible es falso”. Este pragmatismo, que bien puede confundirse con eclecticismo, en modo alguno lo entiende como renuncia a aquellos principios que considera esenciales.

            b.- Constitución histórica y Constitución escrita. Para Cánovas, la idea de Nación “es cosa de Dios, o de la naturaleza, no de invención humana”. Según esta idea, los principios constitucionales no podían ser ajenas a la historia de la Nación, y por lo tanto se debían ajustar los principios liberales con el Derecho Consuetudinario (aquel que se ha ido forjando por la Historia y la Costumbre) plasmando la idea de “continuidad histórica”, esto es, que no se de una ruptura entre la costumbre y el momento político liberal en el que se vive.

            c.- Rey y Cortes. Siguiendo con anterior idea Cánovas define a la nación española en función de “una monarquía, con principio hereditario, profesado profunda y sinceramente a mi juicio, por la inmensa mayoría de los españoles; y de otra parte, la institución secular de las Cortes, que son el resumen de la política y de la vida nacional de muchos siglos”, y que se complementan al tiempo que se contraponen. Por ello Cánovas concibe la figura del Rey como representación de un principio de gobierno tradicional que hay que integrar dentro de una Constitución; al tiempo que las Cortes representan la tradicional institución representativa de los españoles que también se debía integrar dentro de la Constitución dentro de unos parámetros liberales; manteniendo entre ellos una colaboración secular que también debía expresarse en términos liberales.

            d.- Providencialismo (Fatalismo). Para Cánovas la Política es Providencialista (idea que implica que la Providencia controla los designios de la Política), y por lo tanto los acontecimientos tienen un devenir histórico inevitable y cada uno de sus protagonistas debe cumplir su destino.

            El rey y la ampliación de la base monárquica

            Alfonso XII, probablemente impulsado por el propio Cánovas, dirá: “dadme una monarquía tan robusta como la inglesa, no discutida por nadie, y la monarquía podrá dar tantas libertades como la más democrática República”. Cánovas tratará de que la base que tenga el nuevo y joven rey sea la máxima posible, aprovechando tanto su juventud, como su afabilidad y su falta de participación en ninguna intriga en anteriores períodos lo que permitía atraer a los monárquicos más desencantados. Además tanto el rey como su “valido” trabajaron por integrar bajo ellos a todos aquellos que “quisieran ponerse de su lado”. Tan clara era esta disposición que el mismo monarca afirma “ [...] no preguntaré al que venga lo que ha sido; me bastará saber lo que se propone ser”. Esto demuestra la actuación integradora de la Restauración mediante la ampliación de la base monárquica, cultivando una imagen de Rey de los Españoles y no únicamente de Rey de España.

            La Constitución de 1876

Redactada por Cánovas, es el marco legislativo de todo el Sistema Restauracionista, y se convertirá en la Constitución más lóngeva de la Historia de España, alcanzando el año 1923 (algunos autores extienden su aplicación hasta 1931 momento de arranque la II República, aunque durante la Dictadura de Primo de Rivera se encontró en “suspensión” en diferentes períodos), y siendo la primera Constitución construida con la finalidad de alcanzar un consenso político en su contenido de derechos y deberes entre los grupos políticos y que debía atraer tanto a los carlistas más conservadores como a los liberales y republicanos desengañados de la revolución.

  • El texto constitucional. La Constitución de 1876 era ecléctica (esto es, ofrecía un texto constitucional en el que se integraban las bases constitucionales de 1845 y 1869), y estaba pensada para que distintos grupos políticos pudieran gobernar con ella y de esta forma evitar que cada partido político creara su propia constitución. Al no ser un texto dogmático, la Constitución de 1876 permitía una gran flexibilidad ideológica, aunque no hubieran podido gobernar con ella ni los republicanos ni los socialistas, porque era una constitución que establecía una forma monárquica de Estado. Podemos resumir el carácter de esta constitución en estos puntos:
    • La persona del Rey es sagrada.
    • Planteamiento bicameral con unas Cortes y un Senado.
    • El poder legislativo residía en las Cortes y el rey, ambos tenían iniciativa legal, ya que podían hacer y proponer leyes. El rey sancionaba o firmaba las leyes, podía vetarlas y además tenía la capacidad de disolver las Cortes. El poder ejecutivo lo tiene el rey y lo ejerce a través de sus ministros. El rey tiene libertad para nombrar al presidente del gobierno, que formaba gobierno y convocaba elecciones que posteriormente ganaría. El poder judicial reside en los tribunales y jueces. En esta constitución se suprimen los fueros vascos (una vez finalizada la III Guerra Carlista) y por lo tanto había también unidad judicial, y además, los habitantes de estas provincias tenían que pagar contribución y mandar soldados al ejército.
    • La soberanía nacional recae en el Rey y las Cortes según el principio de continuidad histórica planteado por Cánovas.
    • El Estado es completamente confesional, pero no será excluyente puesto que dentro del artículo al respecto se respira cierto aire de tolerancia, aunque no se permitirá la libertad de culto.
    • Respecto la forma de sufragio, el planteamiento es muy libre puesto que la Carta Magna dispone en su artículo 28: “Los diputados se elegirán y podrán ser reelegidos indefinidamente, por el método que marque la ley”. Así surgirán diversas Leyes Electorales que marcarán cuál será el censo electoral.
    • El Senado lo formaban senadores por derecho propio (los hijos del rey, los grandes de España, los grandes propietarios). Había senadores elegidos por sufragio censitario entre los grandes contribuyentes, y otros elegidos por las corporaciones.
    • En cuando a los derechos y libertades recoge todos los que habían aparecido en la de 1869: asociación, reunión, prensa, Habeas Corpus (derecho de presunción de inocencia). Pero las leyes ordinarias que regularon después fueron muy restrictivas, sobre todo en lo que respectaba al derecho de imprenta y de asociación.

            El Sistema Bipartidista

            Cánovas, aparte de ser el “padre de la criatura”, pretende que este sistema perviva a su muerte; y con ese fin trata de facilitar la creación de grandes partidos políticos que sirvan de punto de apoyo para la Monarquía; y aunque nunca pensó en un número determinado, puesto que sería el tiempo sería quién determinara el número y los líderes que tendrían; pero siempre creyó que el sistema bipartidista británico era el más equilibrado con dos partidos alternándose en el poder (“Tories y Whigs”).

            En lo que respecta a los nombres y las definiciones políticas de estos partidos no parece hacer una definición importante, y no hay un partido que se ubique en una posición dogmática o encastillada. Todos los líderes parecen adecuarse a los huecos que se vayan dejando las demás asociaciones políticas, permitiendo al final de 1876 observar que los grandes grupos políticos han entrado en el juego sugerido por Cánovas, salvo los carlistas, los republicanos de Ruiz Zorrilla y los ultraconservadores de Nocedal y el general López Domínguez, grupos todos ellos minoritarios. A pesar del amplio consenso conseguido por Cánovas en su planteamiento político, no debemos sobre valorar el concepto de “Partido”, ni menos extrapolar a aquella época la concepción actual, puesto que ciertos elementos como los estatutos del propio partido, los definidores sobre la pertenencia al partido o la propia de actuación política no existían; por lo que la figura del tránsfuga en muy habitual en los inicios de la Restauración. [Introducir aquí Espectro Político]

            También era necesario que tales formaciones políticas se alternaran en el gobierno, puesto que tal cambio de silla, permitía una mejor aplicación del sistema y también normalizaba la vida política española generándose el TURNISMOque se puede definir como la alternancia pacífica en el gobierno de los partidos dinásticos, es decir de los que apoyan a la Monarquía, dejando fuera de esa alternancia los partidos no dinásticos: carlistas, ultramontanos, republicanos radicales y partidos obreros.

Esta alternancia se realizaba siguiendo más o menos esta pauta: cuando el partido que gobernaba entraba en crisis, el Rey llamaba al jefe del otro partido para conformar un gobierno provisional, que convocase elecciones que más tarde ganaría sobradamente, y de esta forma consolidaba su posición en el poder; mientras que el partido que dejaba el gobierno lo hacía pacíficamente, ya que sabía que al cabo de pocos años el Rey los volvería a llamar para formar gobierno y volver a gobernar.

Aunque el Turnismo posibilitó la normalización de la vida política española nunca fue legal, ya que los partidos dinásticos ganaban las elecciones gracias a la actuación conjunta de políticos, caciques y empresarios que forman una oligarquía que actuaba frente a la población de las clases populares tanto rural como urbana, con el fin de obtener los votos suficientes con el fin de que venciera la línea política que interesaba en ese momento. Para ganar las elecciones se utilizaban los siguientes métodos:

  • Caciquismo: los caciques municipales coaccionaban a la gente del pueblo para que votaran al candidato que convenía en ese momento, y de esta manera alteraban el sistema electoral. Cuando los progresistas publicaron en 1890 la Ley del Sufragio Universal Masculino, por el cual todos los varones mayores de 25 años podían votar, fue más necesario recurrir al caciquismo y otros métodos como el pucherazo (fraude electoral que consiste en computar votos no emitidos en una elección) o el encasillado (lista de candidatos, apoyados por el gobierno en las elecciones).
  • Pucherazo: se puede definir como la imposición de del candidato favorable a los propósitos ministeriales a través del falseo el número de votos emitidos. Esto se produjo mayoritariamente dentro del mundo rural dónde acabó apoyándose todo el sistema, ya que de manera sorprendente en las zonas de grandes concentraciones de población agraria, se alcanzaba el 80 % de participación frente al 20 % del voto urbano, que se denominaba voto verdad, y que en el caso de conseguir un mayor apoyo podía echar abajo todo el sistema.
  • Encasillado: era el más descarado todos los manejos electorales, ya que al mismo tiempo que se convocaban las elecciones, se elaboraban los resultados, y ya sólo quedaba encasillar a los ministros. También cabía la posibilidad de fraude en la confección de las listas electorales “que tenían que salir” sin que hubiera otra alternativa política.

            Castilla-La Mancha durante la Restauración

            Las condiciones socioeconómicas de nuestra región favorecieron la existencia de una red de caciques que controlaron las estructuras de poder del turno de partidos establecido a partir de 1875. El elevado índice de analfabetismo de la región (superior al 70% en 1877) favoreció la influencia política y el poder de los grandes propietarios agrícolas, integrantes de unas élites políticas que controlaban la comunidad rural, decidiendo el coto de los 30 distritos electorales de la región. El conde de Romanones, ejerció un gran control en Guadalajara o las familias Ochando y López Chicheri en la provincia de Albacete.

            Respecto al asociacionismo obrero indicaremos la reseñable presencia de elementos anarquista en Ciudad Real, y la más que destacable presencia de la UGT en la región (salvo Cuenca) y su participación en movilizaciones desarrolladas en el campo toledano o en la minería de Puertollano.

            También registramos los elementos de un debate regionalista en torno a la región geográfica de La Mancha con la fundación en 1906 en Madrid del Centro Regional Manchego, con su bandera e himno.

 

2 .- Oposición Política al Régimen

Desde estos tres ámbitos se llevó a cabo una oposición de hecho contra el régimen de la Restauración.

Los carlistas tras su derrota en la III Guerra Carlista, se dividieron en dos grupos: los tradicionalistas y los integristas. Los primeros respondieron con una adaptación de su forma de pensar a la sociedad, creando un sistema más coherente e  incorporando las doctrinas sociales de las encíclicas del Papa León XIII; mientras que los segundos todavía seguían planteando la terminología política desde la teocracia y la unidad Iglesia-Estado bajo la concepción de que el rey es una figura casi divina, no elegida por los hombres sino por Dios. Estos integristas terminarán por separarse del resto del carlismo-tradicionalista en 1888 y utilizarán como soporte propagandístico el periódico de su líder Ramón Nocedal: el Siglo Futuro.

En el otro extremo, el republicanismo más radical experimentó un fraccionamiento entre corrientes doctrinales y políticas diferentes tras la experiencia gubernamental de 1873. Pi y Margall reconstruyó el Partido Federal y trató de incorporarse dentro del sistema canovista; mientras que Castelar conseguirá con su formación, Partido Republicano Histórico, integrarse en el sistema permitiendo un mayor control del extremismo de “izquierdas” más radical. Lo cierto es que el republicanismo se fue partiendo y dividiendo en formación pequeñas que no conseguían alguna representación política, y sólo será a partir de 1903 cuando se forme la unidad republicana más fuerte de la Restuaruación, Unión Republicana.

Y finalmente, el movimiento obrero no es capaz de atraerse grandes masas sociales y sólo las nacientes formaciones del PSOE y de la UGT veremos que son capaces de aglutinar ideales políticos y apoyo social. Pero los enemigos del sistema son los anarquistas que mantenían un planteamiento abiertamente “bélico” contra el sistema, y serán ellos precisamente quiénes empiecen a desmontarlo al iniciar toda una serie de “acciones directas” que afectaron directamente al desarrollo del sistema canovista, siendo la más destacable el propio asesinato de Cánovas del Castillo, que dejó sin cabeza al partido conservador, a la Restauración sin su preceptor y a una regente sin el hombre de Estado más influyente de España en ese momento (agosto de 1897).

El primer obrerismo se organizó inicialmente bajo la Federación Regional Española (en adelante FRE) en 1870, que aunó posiciones gremialistas y sindicalistas, y que sirvió de origen para la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) en 1881, dónde la ideología anarquista campaba a sus anchas, y dónde predominaba la acción directa. Frente a este movimiento obreristas caracterizado por la desarticulación de la acción reivindicativa y la acción directa; el socialismo plasmado en la UGT (1888) y el PSOE (1879), nos muestran una mayor organización sindical y partidista, con un mayor centralismo, con un reglamento,  disciplina y moderación que les permitió asentarse a finales de siglo XIX como un movimiento obrero plenamente desarrollado y consolidado.

Pero lo realmente peligrosos para el sistema era que tanto la acción directa como las reivindicaciones obreras socialista, contribuyó a la creación de una cultura obrera, unos registros de solidaridad de clase y unos marcos de sociabilidad fundamentales para entender el progresivo fortalecimiento de las posiciones que tuvieron estas asociaciones durante los primeros 40 años del siglo XX.

 

Los nacionalismos

            En los años de la Regencia (1885-1902) se produjo una de las novedades políticas más destacadas en la España contemporánea: la eclosión del nacionalismo y regionalismo periféricos, que aunque tienen variantes regionales, todos ellos se caracterizan por estos puntos:

  • Afirmación de un conjunto de rasgos particulares (lingüísticos, institucionales, culturales, históricos, etc...) que constituyeron una primera fase de rechazo al proceso uniformador que se produjo en la creación del Estado Liberal que hunde sus raíces en el centralismo borbónico de corte francés del siglo XVIII.
  • El segundo habría de ser la propia incapacidad del Estado Liberal de llevar a acabo una nacionalización efectiva de la sociedad española, y precisamente fue esa falta de pulso nacional dentro de la vida local y provincial, la que permitió el nacimiento de tales nacionalismos.
  • El sistema de la Restauración tan centralista provocó grandes “estrangulamientos” socioeconómicos y políticos en diferentes zonas (coincidentes con los lugares donde surgen estos movimientos) al no ser capaz de integrar dentro del Estado Liberal las aspiraciones de los grupos dominantes en la periferia.

Aunque este movimiento cristalizó en muchos lugares de la periferia española (Andalucía, Galicia, etc...) vamos a analizar los casos más destacados por su influencia y trascendencia histórica: el Catalanismo Político y el Nacionalismo Vasco.

           

Cataluña

            El catalanismo político cristalizó durante los años ochenta del siglo XIX arrancado con un triple referente:

  • Las profundas transformaciones sociopolíticas producidas en Cataluña desde último tercio del siglo XVIII hasta ese momento.
  • Un renacimiento cultural (Renaixensa) iniciado a mediados del siglo XIX que revindica los elementos más significativos de la historia, la lengua y la tradición catalanas.
  • Y el visible fracaso de la política colonial de Madrid articulada por el sistema de la Restauración.

El proceso catalán arrancó con la figura de Valentín Almirall, que basándose en el precedente federalista de Pi y Margall, dotó de un cuerpo doctrinal al catalanismo dirigido hacia un federalismo regional, pero dónde el pacto entre regiones dentro del Estado no existía. En 1879 creó el Diari Catalá y bajo su dirección en 1880 se celebró el I Congreso Catalanista. Este proceso de formación de asociaciones y agrupaciones catalanistas alcanza con la fundación de la Lliga Regionalista de Catalunya (se la puede denominar sencillamente como la Lliga) en 1887 y el documento de las “Bases de Manresa” (1892), dónde se recoge las características generales del nacionalismo catalán; un punto de madurez y conforman un programa de carácter conservador de origen tradicionalista, abiertamente antiliberal y católico (probablemente por la influencia del obispo Josep Torras i Bages – La Tradició Catalana). Aunque esto no era compartido por todos los catalanistas, fue la principal corriente ideológica hasta llegar al siglo XX.

 

El País Vasco

El nacionalismo vasco también se vinculó a las transformaciones económicas, sociales y políticas conocidas por el País Vasco en las últimas décadas del siglo XIX, pero hay que reseñar la importancia de la abolición de los fueros vascos una vez finalizada la III Guerra Carlista en julio de 1876, por la cual quedaron eliminados los últimos restos de la foralidad vasca.

Aunque nos detendremos más adelante en este problema, lo cierto es que tenemos que tener en cuenta otros elementos en el origen del nacionalismo vasco como son:

  • La ruptura del orden social debido a la reestructuración económica que sufrió el País Vasco tras la III Guerra Carlista, plasmado en la formación de una importante burguesía, que al contrario que la catalana se acomodó bien al modelo de Estado Liberal.
  • La importante llegada de inmigrantes que transformaron el modo social dentro de los núcleos urbanos que se enfrentaba abiertamente al modelo social y cultural vasco, basado en la tradición católica y foralista de su mundo rural.
  • El establecimiento de un discurso nacionalista de carácter integrista, fanático y racista que buscaba su fundamento en la tradición, que se asentaba en cuatro elementos: lengua (euskera), integrismo religioso (proveniente del carlismo y el tradicionalismo posterior), el fuerismo y los valores de la sociedad vasca tradicional.
  • Para fortalecer todo lo anterior llegó incluso al terreno del racismo, estableciendo una raza vasca (con rh negativo).

Por lo tanto lejos de parecerse al catalanismo urbanita y ligado a la burguesía comercial, el nacionalismo vasco plantea un discurso mucho más agresivo basado en una crítica al capitalismo, un violento antiespañolismo, un rechazo al maketo (al inmigrante no vasco) y por supuesto la erradicación de cualquier antisocialismo.

El principal ideólogo de tales planteamientos es Sabino Arana Goiri que expuso su teoría en diferentes medios de difusión como fueron libros (Vizcaya por su independencia – 1892), periódicos (Bizcaitarra – 1893/1895; Baserritara– 1897) o asociaciones como la denominada Euzkeldun Batzokija (1894); hasta llegar a la que sería su buque insignia hasta la actualidad, el Partido Nacionalismo Vasco también conocido como PNV (1895).

Pero a pesar del planteamiento tan agresivo y exaltado, a partir de 1898 y de manera más notable desde 1900, se dio un giro que buscaba suavizar los planteamientos iniciales del nacionalismo vasco; ya fuera con el fin de ampliar su base o por conseguir más cosas de Madrid –Arana obtuvo en 1898 acta de diputado por Bilbao-. A pesar de ese aperturismo general del PNV, siempre hubo un pequeño grupo de aranistas puros que han evitado la evolución ideológica del partido.

 

3.- La Crisis del 98 y liquidación del Imperio colonial

La crisis de 1898 constituye, sin lugar a dudas, un punto nodal en la historia contemporánea de España. Vista en toda su complejidad, la crisis finisecular no puede encontrar una explicación satisfactoria si no se toman en consideración los múltiples aspectos militares, sociopolíticos y diplomáticos que llevaron en los últimos años de siglo XIX a una guerra colonial, a un enfrentamiento armado con Estados Unidos y a un tratado de paz que plasmó la pérdida de las últimas colonias antillanas y del Pacífico.

            A partir de la Paz de Zanjón (1878), el comercio cubano se orientaba cada vez más hacia los EE.UU., que habían realizado grandes inversiones de capital en la isla. Esta situación se veía agravada por la posición reticente de España de cumplir los acuerdos de Zanjón.

            Antonio Maura se dio cuenta inmediatamente de la gravedad de la situación y propuso la concesión de un autogobierno para Cuba en 1892 para evitar la el acercamiento de Cuba a los EE.UU y calmar a la opinión pública cubana, pero su proyecto fracasó a causa de las presiones ejercidas por los hacendados cubanos y por los españoles con intereses en la Antillas.

            El rechazo de la propuesta consolidó la posición de aquellos que pretendía una independencia para Cuba dentro de la isla, lo que condujo una sublevación en 1895 iniciada con el Grito de Baire iniciándose la Guerra de Independencia de Cuba (1895-1898)

           

Este conflicto se puede dividir en 2 fases:

a.- La Guerra Hispano-Cubana (1895-1897)

            Para sofocar el levantamiento fue enviado el general Martínez Campos, pero comprendió rápidamente que no se trataba de una revuelta como en los casos anteriores, puesto que contaba con el apoyo de la población campesina. Asimismo, entendió que no valdría una represión militar para solucionar el conflicto. No quiso afrontar esta responsabilidad y presentó su renuncia, aconsejando no obstante el nombramiento de un general duro, Valeriano Weyler, que sí se encontraba dispuesto a combatir la guerra con la guerra, utilizando para ello una estrategia de lucha contra las guerrillas (mambises) de Antonio Maceo y de Máximo Gómez, consistente en compartimentar el territorio de la isla por medio de “trochas” o líneas fortificadas que impedían el paso de los insurrectos, con lo que se facilitaba su eliminación.

            La rebelión fue prácticamente sofocada por Weyler cuando se produjo la intervención norteamericana

            b.- La Guerra Hispano-Americana (1898)

            El inicio de la intervención de los EE.UU. se había ya producido anteriormente en forma de presiones para que España les vendiera la isla, a lo que el gobierno de Madrid se negó (1897). A finales de ese año, llegó el acorazada Maine al puerto de la Habana argumentado que su objetivo era proteger los intereses americanos en la isla, permaneciendo hasta febrero de 1898, momento en el cual estalló produciéndose un conflicto diplomático que derivó en un conflicto militar.

            El ejército americano trató de ocupar la isla en virtud de su superioridad numérica y militar, pero fue rechazado en la batalla de las lomas de San Juan por las tropas españolas. Esta victoria determinó un cambio de estrategia que llevó la guerra al mar. La armada española, inferior en barcos y armamento a la de EE.UU. fue derrotada en las batallas de Santiago de Cuba y Cavite (Filipinas). Esta derrotas hicieron imposible la resistencia de las tropas de tierra y por lo tanto se llegó a un acuerdo de Paz que permitiera su repatriación. Este acuerdo, conocido como Paz de París (1898), permitió a EE.UU. hacerse con las islas de Cuba, Puerto Rico, Filipinas (donde la rebelión de los tagalos favoreció la intervención norteamericana) y Guam.

           

Consecuencias de la Guerra

            Las consecuencias de la Guerra de Cuba pueden agruparse en tres niveles:

El impacto psicológico.

A nivel institucional, no se produjeron cambios tan drásticos como cabía esperar. Para empezar no se produjo ninguna crisis de Estado, ni tan siquiera de gobierno. A nivel popular, el impacto se centró en el dolor inmediato producido por las bajas sufridas y las miserias padecidas (como por ejemplo con los “Últimos de Filipinas”). El mayor impacto se produciría a nivel intelectual que se produjo ante la falta de una reacción profunda tanto a nivel institucional como a nivel popular. Esta reacción provino de la mano de los intelectuales que conformarían la Generación del 98 (Unamuno, Azorín, Baroja, Ramiro de Maeztu, Machado, etc...), y cuyo nexo común era la preocupación en torno al “problema de España”, de su definición como nación, de la búsqueda de sus señas de identidad y del alejamiento entre la España real y la España oficial.

 

Los efectos inmediatos

Debemos de entender como efectos inmediatos aquellos que se manifestaron rápidamente aunque su repercusión alcanzara muchos años después. Cabe destacar:

  • El cambio definitivo de su estatus internacional: España pasa de potencia mundial a ocupar un papel de potencia regional
  • La aparición de una nueva mentalidad, plasmada en una época espléndida para la cultura española (Generaciones de 98, 14 y 27)
  • La aparición y consolidación de los nacionalismos y regionalismos en España, especialmente en el País Vasco y Cataluña.
  • La consolidación del movimiento obrero
  • Aparición de un Republicanismo diferente al del Sexenio Democrático
  • Reaparición del militarismo en la política española, puesto que carente de un papel internacional, se convertirá en garante de la unidad nacional (vs. los nacionalismos) y del orden público (vs. el movimiento obrero).

Los efectos estructurales o “a largo plazo”

            Aparentemente sin relación con la Guerra de Cuba, los efectos estructurales son consecuencia de una serie de cambios internos dentro de la sociedad española a partir del impacto de la propia contienda, y supondrán la inserción de España en la dinámica europea:

  • La secularización de la vida social y el pensamiento, lo que suscitará la resistencia de la Iglesia. Esta resistencia provocará la reacción de parte de la sociedad española a través de un profundo anticlericalismo, que hasta ahora había sido puntual, pero que desde ese momento será una postura que provocará situaciones dramáticas en la Semana Trágica (1909) y la Guerra Civil (1936-1939).
  • La pérdida de las colonias trajo una transformación económica en España, que se fue integrando en un sistema económico capitalista. Esta situación produjo una alteración en la redistribución de los sectores productivos (descenso del sector primario, aumento del sector secundario y terciario). A pesar de estos cambios no se resolvió el principal problema económico español: la mala distribución de la propiedad de la tierra.

 

 

Referido así por su similitud con el gobierno del general francés Mac Mahon, y que es casi contemporáneo.

 

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