El reinado de Fernando VII (1814-1833) resumen y tema
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El reinado de Fernando VII (1814-1833) resumen y tema
El reinado de Fernando VII (1814-1833): las revoluciones liberales y las resistencias del absolutismo.
El regreso de Fernando VII favoreció a los partidarios del Antiguo Régimen y el proceso de lucha entre la reacción absolutista y la revolución liberal marcó su reinado. Para conocer este proceso conviene utilizar como referencia cronológica un guión de estudio con las siguientes fases:
- Regreso del rey Fernando VII a España y abolición de la Constitución de 1812 por el monarca, atendiendo a lo solicitado en el Manifiesto de los Persas.
- Sexenio absolutista (1814-1820).
- Trienio Liberal (1820-1823), durante el cual se restableció la Constitución de Cádiz.
- Década absolutista u ominosa (1823-1833), que trajo como consecuencia inmediata la abolición de la Constitución.
Regreso del rey Fernando VII a España y abolición de la Constitución de 1812.
Tras el desenlace de la Guerra de la Independencia, Fernando VII, rey en el exilio, pudo plantearse ya la posibilidad de regresar a España. En virtud del Tratado de Valençay, firmado en esa localidad francesa el 11 de diciembre de 1813, la familia Bonaparte con Napoleón al frente había anticipado la restitución a la dinastía Borbón del derecho a reinar en España. Apodado El deseado, la vuelta de Fernando de Borbón se esperaba con gran entusiasmo popular y de hecho fue recibido en medio de un gran júbilo por parte de una población tradicionalmente leal a la monarquía, que deseaba dejar de pasar cuanto antes las estrecheces que la guerra había acentuado en los últimos años. Fernando VII, que debía seguir un itinerario previamente establecido por las Cortes y llegar a Madrid lo antes posible para jurar la Constitución de 1812 sin haber recibido previamente honores militares, incumplió las indicaciones recibidas y fue de Gerona a Zaragoza y Valencia, mientras pulsaba el ambiente y medía la importancia de los apoyos que promovían su reintegración como rey absoluto. El general Elío, desoyendo las instrucciones emanadas del poder político establecido, presentó junto con sus tropas armas ante el soberano en Valencia. La figura del monarca parecía prevalecer para muchos frente a la constitución.
Fernando VII (1784-1833): Hijo de Carlos IV y María Luisa de Parma, nació en El Escorial (Madrid). Una revuelta palaciega conocida como el motín de Aranjuez le permitió destronar a su padre en marzo de 1808. Obligado por el emperador francés Napoleón, Fernando devolvió el trono a su padre en mayo pero, en virtud de las Abdicaciones de Bayona, la familia Borbón española acabó entregando los derechos de la corona a la dinastía Bonaparte. Después de esta renuncia José I, hermano de Napoleón, fue proclamado rey de España en junio de 1808. La recuperación del trono por Fernando VII el deseado se produjo por el Tratado de Valençay, acordado entre Napoleón y el propio Fernando en diciembre de 1813 ante la derrota francesa en la Guerra de Independencia española. A su regreso del exilio, en marzo de 1814, el monarca abolió la Constitución de 1812 aprobada por las Cortes liberales en su ausencia. Reinó según los postulados absolutistas salvo en el periodo de 1820 a 1823, conocido como el trienio liberal, durante el cual se vio forzado a acatar el régimen constitucional. Tras enviudar tres veces, en su cuarto matrimonio se casó con la joven María Cristina de Borbón. De este enlace nacieron dos hijas: Isabel y María Luisa Fernanda. Al final de su reinado, sin embargo, tuvo que apoyarse en los liberales para defender los derechos de su hija Isabel al trono de España. Murió en Madrid dejando a España en vísperas del estallido de una guerra civil.
Fernando VII, viendo claramente que tenía posibilidades de restablecer el Antiguo Régimen en el interior y sin olvidar que la derrota ante la coalición internacional de Napoleón, en apariencia inminente, provocaría el mismo efecto en Europa, encontró un apoyo o al menos un pretexto importante en el Manifiesto de los Persas. Este documento, suscrito por un total de sesenta y nueve diputados de las Cortes ordinarias, elegidas tras la proclamación de la Constitución en marzo de 1812, denunciaba las circunstancias excepcionales e irregulares en las que había sido aprobado el texto constitucional . Este grupo de diputados denunciaba los abusos de los liberales en el proceso de elaboración de la constitución y abogaba, con una amplia gama de argumentos, por el restablecimiento del Antiguo Régimen. Eran nobles y eclesiásticos, los privilegiados tradicionales por tanto, quienes integraban fundamentalmente la relación de firmantes del manifiesto . Su petición, entregada al rey en Valencia en el mes de abril, fue atendida por el monarca, que publicó un manifiesto y un decreto el 4 de mayo de 1814 por el cual dejaba sin efecto la Constitución de Cádiz y los decretos liberales aprobados en esos años como si no hubiesen pasado jamás tales actos . El rey invocaba el origen divino del poder y acusaba a las Cortes de Cádiz de usurpación. Encarceló a los diputados liberales más conocidos y restauró el Santo Oficio (Inquisición) como tribunal encargado de juzgar y condenar cualquier disidencia. Los periódicos y sociedades de carácter liberal fueron prohibidos. La nobleza, el clero, una parte del ejército y amplios sectores del pueblo parece ser que apoyaban en esos momentos incondicionalmente al rey.
Los problemas del reinado de Fernando VII.
Los problemas del reinado de Fernando VII fueron múltiples, tanto en el interior como en el exterior del país. Por una parte, en el exterior, avanzaba el proceso de emancipación de la América española, donde los criollos independentistas habían aprovechado la crisis suscitada por la invasión francesa de la Península Ibérica, para impulsar toda una serie de empresas militares que culminaron en la pérdida de los extensísimos dominios continentales de España en el Nuevo Mundo. La incapacidad del ejército español para frenar a los sublevados fue manifiesta y en 1824 a Fernando VII sólo le quedaba el consuelo de conservar el dominio sobre las islas de Cuba y Puerto Rico en suelo americano. Entre tanto, el Congreso de Viena (1814) había servido para que los vencedores de la guerra contra Napoleón organizasen el territorio de Europa y el sistema de alianzas políticas a su conveniencia. Austria, Prusia y Rusia asfixiaron a Francia, reorganizaron las fronteras y forzaron el restablecimiento del Antiguo Régimen en los países de Europa donde había existido algún proceso revolucionario. Esta circunstancia favoreció sin duda la restauración de Fernando de Borbón en el trono como rey absoluto pero no se puede ignorar el hecho de que España, muy debilitada y convertida en una fuerza de segundo orden en el plano internacional, quedó marginada de las negociaciones y que no tuvo influencia alguna en los acuerdos del congreso .
Los problemas en el interior derivaban lógicamente de los efectos negativos que la guerra había tenido para la sociedad y la economía, así como del enfrentamiento político, cada vez más enconado, entre absolutistas y liberales. No sólo los liberales se enfrentaron al soberano. Los realistas más puros llegaron a considerar insatisfactoria la política fernandina y se sublevaron contra el régimen. Durante los casi veinte años del reinado de Fernando VII la España rural, los pueblos, las aldeas y las encrucijadas de los caminos permanecieron expuestos al bandolerismo y al pillaje, de manera que el temor popular por la inseguridad que se vivía y el miedo a recorrer a pie, a caballo o en carro de tiro las deterioradas carreteras eran enormes. En el capítulo económico, el país arrastraba los efectos destructivos de la guerra en pueblos y ciudades, en campos y caminos. A la desorganización e inoperancia recaudadora de la Hacienda estatal, el caos monetario producto de la circulación simultánea de moneda francesa y vales reales y la interrupción del comercio con América, se sumó la política económica del reinado de Fernando VII, que careció de un plan coherente y mantuvo como prioridad el beneficio de la aristocracia y los grandes propietarios, a juicio de José María Jover.
Sexenio absolutista (1814-1820).
Tras la abolición de la Constitución de 1812 y la disolución de las Cortes constitucionales, la acción del gobierno absolutista de Fernando VII se caracterizó por la sensación de impotencia ante la situación de miseria reinante en España. El historiador Josep Fontana asegura que Fernando VII buscaba mantener la situación del Antiguo Régimen intacta y lograr la reconstrucción del país y su desarrollo económico en el marco sociopolítico tradicional. Este objetivo, para Fontana, era descabellado, dado que su gobierno se enfrentaba al reto de multiplicar sus pobres recaudaciones fiscales, reconstruir la marina, recuperar la enorme extensión colonial que se estaba perdiendo en América, fomentar el desarrollo agrícola y las actividades industriales y mercantiles... y todo sin irritar a los privilegiados que pretendían mantener sin cambios una España al estilo del Antiguo Régimen. Era imposible.
Martín de Garay, subsecretario de Hacienda en el gobierno fernandino del sexenio, intentó reformas que no prosperaron en materia de impuestos. Aunque el absolutismo había suspendido la reforma fiscal de Cádiz, Martín de Garay, en mayo de 1817, consiguió que entrase en vigor una nueva contribución general, proporcional a la riqueza, que no era en realidad tal porque las Vascongadas y Navarra no debían realizarla. También se establecieron los derechos de puertas, nueva versión del de consumos, que existió con anterioridad. Eran impuestos que se cobraban por el transporte de productos de interés comercial en los accesos a los núcleos de población. En 1818, aparecieron los primeros fielatos: oficinas de pesas, medidas y contabilidad y control de tarifas sobre los productos.
En conclusión, Fernando VII promovió una vuelta al Antiguo Régimen, si no completa, sí al menos bastante evidente en varios aspectos: tras la disolución de las Cortes constitucionales, no volvió a convocar Cortes de ningún tipo. Satisfizo las aspiraciones de nobleza y clero, restableció los derechos jurisdiccionales de los señoríos, los privilegios de la Mesta y los gremios y el diezmo y las primicias . Quedaron asimismo anuladas las medidas desamortizadoras promovidas por las Cortes desde 1812.
Fernando VII encontró una oposición minoritaria y discreta pero real en las ciudades, particularmente de sectores de la burguesía industrial, comercial e intelectual, de las logias masónicas y de la joven oficialidad del ejército. Sucesivamente, fueron sofocados y reprimidos con dureza varios levantamientos liberales: El de Mina en Pamplona (1814), el de Porlier en La Coruña (1815), el de la conspiración del triángulo en Madrid (1816), el de Renovales en el País Vasco (1816), el del general Lacy en Barcelona (1817) y el de Vidal en Valencia (1819). Por fin, triunfaría el alzamiento revolucionario de Rafael Riego en la localidad gaditana de Cabezas de San Juan (1820).
Trienio Liberal (1820-1823).
El día 1 de enero de 1820 se inició el pronunciamiento de Rafael de Riego en Cabezas de San Juan, en la provincia de Cádiz. El alzamiento se produjo aprovechando el descontento de la tropa que aguardaba para embarcar rumbo a América, donde se estaba desarrollando la fase definitiva de la guerra de emancipación de las colonias del imperio español. No parece que el levantamiento tuviera inicialmente mucha fuerza pero el ejército en su conjunto se mantuvo a la expectativa y no se opuso, mientras poco a poco fueron surgiendo apoyos a Riego en las guarniciones de plazas importantes como La Coruña, Zaragoza, Pamplona, Barcelona, Cádiz... Por fin, Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de Cádiz, a instancias de los militares conjurados, el 10 de marzo de 1820. A la historia han pasado las palabras con que Fernando VII aceptó la nueva situación: Marchemos francamente y yo el primero por la senda constitucional . Así comenzó el trienio liberal.
Rafael del Riego (1785-1823): Militar español que acaudilló el pronunciamiento acaecido el 1 de enero de 1820 en Cabezas de San Juan (Cádiz), dando lugar al restablecimiento del régimen constitucional. Riego se convirtió en el héroe de la causa liberal en España. Fue nombrado mariscal de campo en reconocimiento a su audaz iniciativa pero terminó muriendo ahorcado públicamente en la Plaza de la Cebada de Madrid, tras haber sido detenido en Andalucía, poco después de la restauración del absolutismo por los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823.
Durante el trienio se sucedieron tres gobiernos: El primero era de talante liberal moderado y doceañista, es decir, partidario de la aplicación estricta de la Constitución de 1812. Lo presidió Agustín de Argüelles y formaron parte del gabinete, entre otros, dos destacados liberales: Pérez de Castro y Martínez de la Rosa. Argüelles, consciente de que el rey le había nombrado forzado por las circunstancias, se apresuró a decretar una amnistía para los políticos liberales perseguidos por el absolutismo hasta entonces y convocó elecciones para cubrir los escaños de las Cortes constitucionales. Su gestión de llevó a cabo entre marzo y septiembre de 1820. El segundo, igualmente liberal moderado y doceañista, vivió situaciones de tensión tanto con el monarca, deseoso de recuperar el poder absoluto, como con los liberales exaltados o veinteañistas, más radicales y partidarios de anular al rey y de radicalizar la política liberal llevándola más allá de los límites de la Constitución de Cádiz. Su gestión se prolongó desde septiembre de 1820 hasta julio de 1822. El tercer gobierno del trienio fue ya de carácter exaltado como consecuencia sin duda del asedio internacional al régimen liberal español, que obligó a éste a intensificar su actitud beligerante y a desconfiar cada vez más de Fernando VII y de las potencias europeas defensoras del absolutismo. Este gobierno prolongó su gestión desde julio de 1822 hasta septiembre de 1823, en medio de un clima bélico que culminó con la victoria de las tropas realistas o absolutistas, contrarias a la pervivencia del régimen liberal.
¿Cuáles fueron las principales medidas adoptadas por los gobiernos del trienio liberal? Como es evidente, el objetivo prioritario de los liberales fue restablecer la situación anterior a mayo de 1814, es decir, volver a la Constitución y las Cortes de Cádiz. Para ello contaba con el apoyo del sector liberal del ejército, grupos urbanos de burgueses y trabajadores, sociedades secretas y buena parte de los periódicos y de los integrantes de la milicia nacional. Las medidas adoptadas fueron:
- Restablecimiento de la Constitución de 1812.
- Aprobación de la ley de desvinculación que, al suprimir vinculaciones y mayorazgos, permitía a los señores nobiliarios vender sus tierras.
- Aprobación de la ley de desamortización, que estableció la venta de los bienes de los conventos de menos de 24 frailes y de otras medidas en contra de las propiedades de los frailes.
- Aprobación de la ley de desamortización de las tierras de baldíos y realengos. Las medidas de desamortizadoras pretendían, además de movilizar y privatizar la propiedad, aliviar la situación de la deuda pública aportando recursos a las arcas del Estado.
- Abolición de los señoríos jurisdiccionales.
- Abolición de los gremios y de los monopolios artesanales y mercantiles.
- Abolición del tribunal del Santo Oficio.
- Aprobación de una reforma fiscal que generalizase el impuesto directo para sanear la Hacienda estatal. A la vez se suprimió el diezmo de nuevo.
- Reforma del sistema monetario que simplificara y racionalizase la circulación de monedas.
- Liberalización del comercio y supresión de las aduanas interiores.
- Reorganización de la estructura provincial española conforme al régimen constitucional.
- Restablecimiento de la libertad de prensa y aprobación del Código Penal (1822), primero de la historia de España.
- Implantación de la milicia nacional.
La oposición al régimen del trienio liberal procedió lógicamente de las filas realistas, que deseaban la devolución al monarca de todos los poderes. La Iglesia, la nobleza, terratenientes y agricultores dieron su apoyo a la conspiración absolutista, que sin duda era del agrado de Fernando VII. Hubo revueltas populares en contra de los gobiernos liberales en distintas áreas rurales de Cataluña, Aragón, Navarra, Provincias Vascas, Rioja y Castilla. En la ciudad francesa de Bayona se formó una Junta Absolutista, presidida por el general Eguía, que intentó organizar la conspiración desde el exterior. En 1822, se proclamó la Regencia de Urgel, en Lérida, con el mismo objetivo. La coyuntura internacional favoreció la causa realista y los intereses del rey. En el Congreso de Verona (1822) los países miembros de la Santa Alianza acordaron la intervención del ejército francés en España para restaurar la monarquía absoluta en la persona de Fernando VII de Borbón. En abril de 1823 los Cien Mil Hijos de San Luis, con el Duque de Angulema al frente, penetraron en territorio español y, sin apenas oposición militar, este enorme ejército controló el territorio y facilitó la restauración de Fernando VII como monarca absoluto en octubre de ese mismo año .
Década absolutista u ominosa (1823-1833).
Fernando VII, en virtud de un decreto del día 1 de octubre de 1823, declaró nulas las decisiones tomadas por los gobiernos y las normas aprobadas por las Cortes liberales del trienio . Comenzaba la década absolutista, última fase del reinado de Fernando VII, durante la cual el soberano pudo ejercer el poder sin las limitaciones de un régimen constitucional y pudo promover de este modo una feroz represión contra sus opositores. La historiografía liberal calificó a dicha década de ominosa, es decir, de abominable o condenable por su maldad.
Las medidas adoptadas por los gobiernos de la década absoluta tuvieron el objetivo fundamental de restaurar el poder hegemónico del rey aunque en algunas iniciativas reformistas de su gobierno se percibe las dificultades para mantener el Antiguo Régimen en su integridad. De hecho en los últimos tiempos los historiadores insisten cada vez más en que durante la década hubo ciertas concesiones al liberalismo. De todas formas Fernando VII devolvió los bienes expropiados a la Iglesia y los señoríos pasaron de nuevo a manos de sus antiguos titulares. Restituyó los privilegios de los gremios y desplegó un nuevo Cuerpo de Voluntarios Realistas que deberían velar por la conservación del orden público en todo el territorio nacional. Pero la década transcurrió en medio de enormes dificultades económicas, agravadas por la pérdida definitiva de las colonias americanas y la acumulación de una enorme deuda exterior que la insolvencia del Estado era incapaz de combatir.
Luis López Ballesteros, responsable de la Hacienda de diciembre de 1823 a octubre de 1832, durante la década absolutista, impulsó el regreso a los impuestos del Antiguo Régimen mediante los decretos de febrero de 1824, por los que restablecían las rentas provinciales en Castilla, los equivalentes en Aragón, el servicio en Navarra y el donativo en las Vascongadas; y, con carácter general, las alcabalas y los millones, que gravaban desigualmente a las provincias. Mantuvo una cierta contribución general (los frutos civiles), de la que quedaban exentas las provincias Vascongadas y Navarra, las fincas de la Iglesia, los labradores propietarios y los terratenientes que repartían semillas entre los colonos. Su política no fue contraria a los postulados del Antiguo Régimen cuyos principios en materia fiscal no varió de manera significativa. Parece ser, sin embargo, que logró incrementar la eficacia recaudadora de la Hacienda y que los ingresos en este capítulo aumentaron en un veinticinco por ciento del total. En donde sí se mostró innovador fue en la introducción en España de los primeros presupuestos estatales (1828), la iniciativa para la aprobación del primer Código de Comercio (1829), la creación del Tribunal de Cuentas y del Banco de San Fernando (1829). Este banco, que sustituía al de San Carlos, es el precedente histórico del Banco de España. Todas estas medidas tenían por objetivo racionalizar y ordenar el funcionamiento general de la economía y de las cuentas públicas.
La oposición a los gobiernos de la década absoluta provino del bando liberal y del propio bando absolutista, cuya facción ultraconservadora quiso rectificar lo que a su juicio era en algunos aspectos política reformista de Fernando VII. Las denominaciones que los absolutistas más ultras recibíaneran las de realistas puros, carlistas o apostólicos. La fidelidad a una monarquía tradicional contraria a cualquier cambio, la convicción de que el infante Carlos María Isidro encarnaba ese ideal inmovilista y la condición católica a ultranza de sus integrantes explican las distintas denominaciones que recibieron estos grupos.
Carlos María Isidro de Borbón (1788-1855): Hijo de Carlos IV y hermano de Fernando VII, se convirtió en bandera y símbolo de los grupos más tradicionalistas del absolutismo durante los últimos años del reinado de su hermano. De su primer nombre procede la denominación de carlistas aplicada a quienes defendían sus opciones al trono, ante la esperada muerte del rey Fernando sin sucesión. El nacimiento de su sobrina, la futura reina Isabel II, acabó con sus esperanzas en este sentido y le impidió ocupar el trono al que optó sin éxito en una cruenta guerra civil. Se trataba al parecer de un hombre débil y poco lúcido que no hizo otra cosa que dejarse arrastrar por los acontecimientos.
Estos grupos defensores de las tradiciones impulsaron el levantamiento de los malcontents o descontentos, iniciado en julio de 1827, que se extendió por Cataluña en cuestión de semanas. Los sublevados reivindicaban la depuración del ejército y del funcionariado con la intención de que se expulsara de la administración del estado a todos los sospechosos de moderación. Igualmente este alzamiento se hacía con el deseo de que las Juntas de Fe, creadas al comienzo de la década absoluta por Fernando VII para realizar las funciones represoras asumidas durante varios siglos por la Inquisición, intensificaran su crueldad en los juicios contra los disidentes. En el movimiento participaron sectores militares descontentos por la pobreza de sus pagas y agricultores exasperados por la situación de pobreza reinante. Las primeras voces contra el rey procedentes de grupos ultras se dejaron oír. Fernando VII tuvo que ponerse al frente del ejército destacado en Cataluña ante la gravedad del levantamiento y permanecer allí desde noviembre de 1827 hasta agosto de 1828. Una vez sofocado el alzamiento, el rey pudo regresar a Madrid.
Los liberales, por su parte, ante la feroz represión promovida por Fernando VII y los realistas en general, se apresuraron a emprender el camino del exilio al final del trienio. Sus destinos fueron Francia y, sobre todo, Gran Bretaña, que era en 1823 el único reducto liberal de Europa. En 1824 se calcula que habría unas mil familias de liberales españoles establecidas en el Reino Unido. Entre estos liberales había destacados militares -como el general Torrijos-, clérigos, guerrilleros de la independencia española, comerciantes -como Istúriz o Mendizábal-, economistas -como Flórez Estrada-, científicos... Mientras en territorio británico fueron bien acogidos, por el contrario los liberales españoles huidos a Francia tuvieron que permanecer prisioneros, víctimas de la animadversión hacia ellos de la monarquía autoritaria de los Borbones. Tras el triunfo de la revolución liberal en Francia (1830) y la sustitución de la dinastía Borbón por la de Orleáns en el trono, los liberales españoles exiliados se concentraron en el país vecino, liberados de la cárcel los que allí se hallaban desde hacía varios años y llegados los demás desde la Gran Bretaña, atraídos por el apoyo que el nuevo régimen francés les ofrecía. Junto a los anteriormente citados, conspiraron desde el exilio contra el régimen absoluto personajes del liberalismo tan notables como el Conde de Toreno, Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano, Calatrava, Argüelles o Espoz y Mina. Durante la década hubo varios intentos infructuosos de pronunciamiento por parte de los liberales: en Tarifa (1824), en Alicante (1826), en Gibraltar (1830), en las fronteras pirenaicas (1830) y en Málaga (1831) .
La victoria del liberalismo, sin embargo, no estaba lejos. Las revoluciones liberales de 1830 modificaron la situación internacional, que se tornó más difícil para las monarquías tradicionales. En el interior de España, los últimos años del reinado de Fernando VII se vivieron en medio de una grave crisis sucesoria que obligó al rey y a su familia a pactar con los liberales para salvaguardar las opciones de la heredera al trono, la infanta Isabel .
El texto íntegro del documento del Manifiesto de los Persas puede verse en http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/09255062096859049709935/p0000001.htm
El Manifiesto de los Persas, del 12 de abril de 1814, debe su nombre a la referencia que en el preámbulo del documento se hacía al antiguo imperio de Persia y a la costumbre que allí existía de tolerar unos días de caos y anarquía a la muerte del emperador, para que el pueblo, harto de los desmanes producidos, terminara al cabo de unos días por desear la coronación del nuevo soberano para que éste restableciera el orden y la autoridad en el territorio. Los firmantes del manifiesto equiparaban la situación de España durante la Guerra de Independencia, con el Rey ausente, a la de Persia durante sus periodos de interregno. Es interesante leer al menos el preámbulo del Manifiesto de los Persas.
El Congreso de Viena (1814) provocó la reorganización de las fronteras y la restauración de las monarquías y las dinastías destronadas por los procesos revolucionarios promovidos contra el Antiguo Régimen. Los imperios de Austria, Prusia y Rusia, junto con el Reino Unido, fueron los grandes beneficiados de los acuerdos firmados. Se constituyó la Santa Alianza, en virtud de la cual los países aliados se comprometían a enviar sus ejércitos al territorio de cualquier nación donde la revolución amenazara con derribar al régimen tradicional o lo hubiera derribado de hecho, para restablecer el viejo orden.
Mesta: Organización de ganaderos asentada en Castilla que disfrutó de gran poder en el control de pastos y cañadas para su aprovechamiento por los rebaños de ganados lanar que poseían. Documentada por primera vez en 1273, gozó del favor real durante una larga existencia que no se extinguió de manera definitiva hasta 1836. En Aragón existieron organizaciones de similar naturaleza como la Casa de Ganaderos de Zaragoza, Tauste y Ejea de los Caballeros, el Ligallo de Calatayud y Teruel o la Mesta de Albarracín.
Diezmo: Impuesto de origen medieval que obligaba los campesinos a entregar una décima parte de sus cosechas en especie a la Iglesia Católica.
Primicia: Derecho de la Iglesia a percibir una tasa de los primeros frutos de la tierra y del ganado obtenidos por los campesinos y que representaba entre 1/40 y 1/60 parte del total de los rendimientos conseguidos.
Esta frase aparece en el documento sobre el acatamiento de la Constitución por parte de Fernando VII publicado en 1820.
Los Cien Mil Hijos de San Luis conformaban un ejército de soldados franceses que en número efectivamente aproximado de unos cien mil individuos invadieron España. Algunos autores elevan la cifra de este ejército a unos 130.000 de los que 40.000 serían realistas españoles agregados a la fuerza de origen francés. Otros calculan que la expedición la habrían entre 95.000 y 100.000 combatientes, en su mayoría franceses que contaron con la colaboración de miles de españoles efectivamente.
La vuelta al absolutismo de hizo oficial en virtud de lo establecido en el Decreto de abolición de la Constitución y la obra del Trienio liberalde 1823.
Alcabala: Impuesto de origen medieval que se aplicaba a sobre el valor de las compraventas y trueques en la Corona de Castilla. Millones: Ayudas o recursos extraordinarios que los reyes obtenían de las Cortes de Castilla para cubrir el déficit de la Hacienda. Con el paso del tiempo, las Cortes perdieron la capacidad de concederlos en la práctica. Por otra parte, los Cientos eran impuestos que aumentaba el porcentaje de gravamen que se aplicaba en las alcabalas.
El fracasado pronunciamiento liberal del general Torrijos en Málaga se saldó con el fusilamiento de su principal promotor y de varios de los que le acompañaron en la aventura. El cuadro titulado El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros, que pintó Antonio Gisbert en 1888, evoca este hecho histórico.
Para la elaboración del epígrafe sobre el reinado de Fernando VII se han utilizado las siguientes obras:
- Artola, Miguel. La burguesía revolucionaria (1808-74). Alianza. No. 5 de la Colección de Historia de España, dirigida por Miguel Artola. Madrid, 1990.
- Bahamonde, Ángel, y Martínez, Jesús A. Historia de España. Siglo XIX. Historia de España. Serie Mayor. Cátedra. Madrid, 1994.
- Espadas, Manuel, y Urquijo, José Ramón de. Historia de España. 11. Guerra de Independencia y época constitucional. Gredos. Madrid, 1990.
- Martínez de Velasco, Ángel; Sánchez Mantero, Rafael y Montero, Feliciano. Siglo XIX. Colección “Manual de Historia de España”, volumen 5. Historia 16. Madrid, 1990.
Fuente del documento : http://www.elaios.com/documentos/HISTORIA_ESPANA/pol_econ_soc_XIX.doc
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