Filosofía contemporánea Hegel Nietzsche Ortega y Gasset
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Filosofía contemporánea Hegel Nietzsche Ortega y Gasset
Filosofía contemporánea: Hegel... Nietzsche... Ortega y Gasset.
Introducción
1 Tras Kant, la filosofía alemana evoluciona hacia concepciones cada vez más idealistas, hasta llegar al idealismo dialéctico de Hegel.
2 Hegel: El idealismo dialéctico hegeliano fue la filosofía dominante hasta 1840. La filosofía posterior (Marx, positivismo, vitalismos (Nietzsche...)) es materialista, aunque se apropia conceptos hegelianos (la dialéctica.)
3 Heráclito y Parménides: Los filósofos preparmenídeos concebían la realidad como un proceso unitario de surgimiento, en el curso del cual devenían la infinita pluralidad de seres y cualidades. Heráclito fue quien más destacó la fluencia universal del ser. Pero Parménides razonaba que si el devenir es inconcebible (significa un paso del no ser al ser y del ser al no ser), no existe: la realidad es permanente, inmutable, y el devenir y pluralidad son imágenes engañosas de los sentidos. Tras Parménides toda la filosofía queda anclada en una concepción estática del ser.
4 Hegel: ser es devenir, hacerse. El motor de este devenir es la negatividad, la tensión, la lucha de contrarios: El aumento cuantitativo de la tensión produce, mediante saltos cualitativos, configuraciones nuevas, según el ritmo dialéctico, tesis, antítesis y síntesis. Esta concepción dinámica del ser es, en el caso de Hegel, idealista: explica el desarrollo de la idea hasta llegar al espíritu absoluto. Todo es idea, la materia es un momento en la evolución de la idea.
5 Marx. Su pensamiento es enormemente deudor de Hegel al que hace constantes referencias. Su materialismo responde a una crítica del idealismo de Hegel, en tanto que retoma casi literalmente su concepción dialéctica, pero en Marx la dialéctica es la ley del desarrollo de la materia la cual evoluciona de lo inanimado a lo orgánico y de aquí al hombre, y una vez surgido éste, desde la formas primitivas de sociedad hasta el momento actual de la historia, siguiendo el ritmo en tres fases de la dialéctica (tesis, antítesis, síntesis). EL motor de este dinamismo es, en la naturaleza, la lucha de contrarios y, en la historia humana, la lucha de clases.
6 Nietzsche. Aunque no hace referencia explícita a Hegel (ni a Marx), su concepción es también una reacción contra el idealismo al tiempo que toma aspectos de la concepción dinámica del ser. Su materialismo es rabioso, visceral: declaraciones sobre la muerte de dios, fidelidad a la tierra, en las que proclama que este mundo es la única realidad, en tanto que el “mundo verdadero” de Platón o el cristianismo son patrañas de mentes calenturientas. Rechaza la concepción estática del ser enseñada por Parménides y que llega a su culminación en Platón (teoría de las ideas) y en el cristianismo (platonismo para el pueblo) guardando especial veneración hacia Heráclito. Nietzsche proclama el devenir, y el motor de este devenir es, de nuevo, la tensión, la lucha, la guerra, la negatividad. Nietzsche es vitalista: La vida es el máximo valor.
7 Ortega y Gasset. En línea con otros pensadores llamados vitalistas, se centra en reflexionar sobre lo que es característico del ser humano, tanto en lo que se refiere a su ser (la vida humana posee dos dimensiones: la espiritual que es cultural, racional, y la biológica que es puramente vital, espontánea, irracional, como en lo que se refiere al conocimiento: relación entre razón pura y razón vital.
Nietzsche (1844-1900) Recibe una educación austeramente religiosa, a la que se une una rígida formación luterana durante su adolescencia. Adquiere una extensa formación literaria aunque era suspenso en matemáticas. Pronto surgen las primeras dudas sobre el cristianismo. El contacto con la universidad de Bonn y Leipzig y la lectura de Schopenhauer (“el más verdadero de todos los filósofos”), consuman su ruptura con sus antiguas creencias cristianas: “He aquí cómo se separan los caminos de los hombres. Si deseas el reposo del alma y la felicidad, cree; si quieres ser discípulo de la verdad, entonces, busca “. Pronto a la búsqueda se unirá la negación, la rebelión y la proclamación de un nuevo evangelio de exultación dionisíaca del superhombre y la voluntad de dominio: “Me rebelo como nadie se ha rebelado”. Contacta con Wagner, al que admira aunque más tarde desprecia. Su mala salud le obliga a dejar el profesorado, de forma que el filósofo del superhombre y de la afirmación de la vida lleva una existencia precaria. En 1889 es atropellado por un coche de caballos y sufre un colapso mental que llega hasta su muerte con breves intervalos de lucidez “Cántame un nuevo canto. El mundo es claro y todos los cielos se regocijan”.
Sus obras y pensamiento se suelen clasificar en tres períodos:
Estético: considera al arte como valor supremo de la vida. Su ideal es el hombre heroico que cree encontrar en las tragedias griegas. Pertenecen a este período “consideraciones extemporáneas” y “el nacimiento de la tragedia”. Desarrolla una visión de la vida griega centrada en los conceptos antitéticos de Apolo y Dionisos, sueño y embriaguez, artes plásticas y líricas y música. De uno de estos dos elementos se compone todo arte. Lo genial del espíritu griego fue haber conciliado ambos aspectos en una obra de arte única, la tragedia. Nietzsche siente mas simpatía por lo dionisíaco. De ahí su entusiasmo por el mundo trágico griego y su enemistad por Sócrates en quien personifica el elemento racional y ético que habría de destruirlo.
Teorético: el conocimiento es el valor supremo. Exalta el ideal del sabio, de la ciencia fría y libre de prejuicios, como en la ilustración francesa, se convierte en lo que había criticado, un Sócrates, un intelectual. Entre las obras de este período destacan “aurora”,”gaya ciencia”, “humano, demasiado humano”. Pero su conocimiento surge de una profunda crisis, está impregnado de un escepticismo demoledor: “donde vosotros veis cosas ideales, veo yo cosas humanas, demasiado humanas”.
Voluntarista: la voluntad es el valor supremo. Se renuevan los temas voluntarísticos de la primera época que ahora sintetiza en la fórmula voluntad de dominio. Son de este período “Así habló Zaratustra”, “Más allá del bien y del mal “, “sobre la genealogía de la moral”, “Ecce homo”, “el ocaso de los dioses”, “el anticristo”, y escritos póstumos, publicados bajo el título de “voluntad de dominio”.
El pensamiento de Nietzsche está centrado en la vida: ¿qué es la vida? ¿Cuál es su sentido? ¿Qué le confiere el máximo valor? Escribe en un estilo lírico, a veces profético, casi siempre desordenado. Hay tres temas centrales:
A. El mundo y la vida tal como han sido comprendidos hasta ahora: Se ha considerado que el mundo y la vida tienen un sentido objetivo, dentro de un sistema en el que todo, incluido el hombre tienen un lugar definido. Así ocurre en la metafísica, sobre todo la platónica, y en el cristianismo, al que Nietzsche considera platonismo para el pueblo. Esta forma de comprender el mundo es la gran mentira que hay que desenmascarar. De ahí su crítica feroz a todos los valores del pasado: La verdad, ciencia, poesía, moral, religión, cristianismo..., son sólo falsos ideales que hay que dejar helar. Las verdades de los hombres “son los errores irrefutables de los hombres perversamente velados bajo la capa de bien y aparente candor”. La conclusión es, pues, un escepticismo total.
B. El mundo y la vida como en verdad son: Carecen de todo sentido, son sin sentido. El mundo es tonto ciego, loco. Su carácter es desde toda la eternidad el caos, no en el sentido de falta de determinismo, sino de falta de orden. Y en este mundo el hombre carece también de sentido: “la tierra tiene una piel y esta piel padece enfermedades. Una de estas enfermedades, por ejemplo, se llama hombre”. De ahí el nihilismo.
C. Qué le queda al hombre que comprende el mundo como en realidad es: En respuesta a esta cuestión elabora una serie de conceptos (muerte de dios, fidelidad a la tierra, voluntad de dominio, inocencia del ser, moral de señores, superhombre, eterno retorno) que encierran lo que podríamos denominar evangelio nietzscheano.
C.1. Muerte de dios: “dios ha muerto”. Nietzsche ve con claridad uno de los acontecimientos más importantes de la época contemporánea: La idea de dios, aunque conserve a veces un valor lógico y metafísico, ha perdido su valor histórico y vital.
C.2. Fidelidad a la tierra: Si dios ha muerto no existe otro mundo más que el nuestro, ni otra vida más que la vida terrena: “Ya no queremos ir al reino de los cielos. Nos hemos hecho hombres y queremos el reino de la tierra”. “En otro tiempo, los crímenes contra dios eran los más grandes crímenes. Pero dios ha muerto y con él han desaparecido estos delitos. Ahora el crimen más terrible es el crimen contra la tierra y poner por encima de la tierra las entrañas de lo inescrutable”. La ética de Nietzsche se centrará en la fórmula “fidelidad a la tierra”, hay que crear para esta vida, no para otra: “guardad fidelidad a la tierra, hermanos míos, con toda la fuerza de vuestra virtud. Que vuestro amor generoso y vuestro conocimiento sirvan al sentimiento de la tierra... y que el valor de todas las cosas sea renovado por vosotros”.
C.3. Voluntad de dominio: “en donde encontré la vida allí encontré voluntad de dominio”. En la voluntad de dominio encuentra Nietzsche la nueva medida para todas las valoraciones: “¿qué es lo bueno? todo lo que eleva el sentimiento de poder, la voluntad de dominio, el dominio mismo en el hombre. ¿Qué es lo malo? todo lo que viene de la debilidad... no conformidad y resignación, sino más poder, no paz sino guerra, no virtud sino destreza “.
C.4. Moral de Señores: La ética de Nietzsche es aristocrática. Los buenos son los fuertes, los valerosos, los nobles, los creadores, los señores. Los malos son los débiles, cobardes, esclavos. Nietzsche se rebela contra la virtudes pasivas del cristianismo: bondad, paciencia, humildad, comprensión: “¿por qué tan blandos, tan condescendientes? ¿Por qué hay tanta abnegación en vuestro corazón? ¿Por qué hay tan poco destino en vuestra mirada? Yo suspendo sobre vuestras cabezas una nueva tabla: sed duros, pues los creadores son duros”. Lo importantes se ser capaz de crear, de querer, sólo y por sí mismo: “¿eres una nueva fuerza y un nuevo derecho? ¿Un primer movimiento? ¿Una rueda que gira sobre sí misma? ¿Puedes también forzar a las estrellas a que giren a tu alrededor? ¿Puedes dictarte a ti mismo tu mal y tu bien y suspender sobre ti tu voluntad como una ley?”. Solo el verdadero solitario está en el camino de ser creador. “vuélvete a tu soledad con tu amor y tu creación, hermano mío, que luego te seguirá cojeando la justicia”. Hay, pues, dos tipos de hombre y dos tipos de moral. El resentimiento de los débiles contra los fuertes les llevó a canonizar su propia debilidad hasta convertirla en una serie de virtudes agradables a dios. Esta subversión de valores empezó a realizarse en el judaísmo y se consumó en el cristianismo. Es necesaria una nueva transmutación de todos los valores.
C.5. Inocencia del ser: Los antiguos valores proceden del resentimiento de esclavos. La naturaleza, la vida, son buenas, valiosas: “Sería horripilante creer todavía en pecados; todo cuando hacemos, por muchas veces que lo repitamos es inocente”. No existen valores objetivos, “Si dios ha muerto, todo está permitido”, “para esto luché largo tiempo, para tener un día libres las manos para bendecir. Porque todas las cosas fueron bautizadas en la pila de la eternidad más allá del bien y del mal”.
C.6. Superhombre: El hombre ha sido hasta ahora incapaz de aceptar y realizar esta verdad, por eso predica el superhombre:” EL hombre es algo que debe ser superado. El hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el superhombre, una cuerda sobre un abismo. Lo más grande en el hombre es que es un tránsito y no un descenso. Yo amo a los que no buscan tras las estrellas una razón para perecer y sacrificarse, sino que se ofrecen a la tierra para que esta sea un día del superhombre”. Ese día será el gran mediodía, pues “dios ha muerto y nosotros queremos que viva el superhombre”.
C.7. Eterno retorno: El pensamiento de Nietzsche está anclado en la vida terrena, pero también sueña con una eternidad, una eternidad terrena: “el dolor pasa y termina, pero la alegría quiere eternidad, la profunda eternidad “. Y responde a este deseo de eternidad con la eternización de la vida terrena, el eterno retorno: “Todo va, todo vuelve, la rueda de la existencia se prosigue eternamente. Todo se rompe, todo se vuelve a unir de nuevo. Todo muere, todo vuelve a florecer. El ciclo de la existencia se prosigue eternamente, eternamente fiel a sí mismo”. “hay un año muy grande del devenir, un año infinitamente grande; este año debe invertirse sin cesar, como si fuera un reloj de arena, para que se llene y se vacíe constantemente, de manera que todos estos años sean iguales unos a otros, tanto en lo grande como en lo pequeño”.
José Ortega y Gasset (extracto del artículo de Pedro José Chamizo Domínguez)
- Circunstancias biográficas.
1.1. Formación básica.- Nació en Madrid en 1883, en una familia burguesa. En 1891 empieza el bachillerato con los jesuitas: le produce una reacción crítica análoga a la que se había producido en Descartes.
1.2. Vocación filosófica y regeneracionista.- En 1897 inició sus estudios universitarios, primero en Deusto y después en Madrid. Fue testigo de la pérdida de los últimos restos del imperio colonial español, lo que llevó a toda una generación a plantearse el problema de España.
1.3. Estudios en Alemania.- En 1905 va a Alemania para continuar sus estudios. Entra en contacto con el neokantismo. Regresó en 1910 y gana la cátedra de Metafísica de la Universidad de Madrid, se casa y comienza su vida pública.
1.4. Vida pública.- Tras una breve segunda estancia en Alemania en 1911, se entrega a su cátedra. En 1914 funda la Liga de Educación Política Española, con la que intentará llevar a cabo sus proyectos regeneracionistas desde posturas democráticas. Ese mismo año publica Meditaciones del Quijote. En 1916 es cofundador del diario El Sol; y en 1923, año del comienzo de la dictadura de Primo de Rivera, funda y dirige la Revista de Occidente. Su enfrentamiento con la Dictadura le lleva, en 1929, a dimitir de su cátedra y continúa en un teatro sus clases, que se publicarán con el título de ¿Qué es filosofía?. En 1930, coincidiendo con la "dictablanda" del general Berenguer, Ortega recupera su cátedra. Su participación en la política activa aumenta, convirtiéndose en el centro de un grupo de intelectuales que propugnan el advenimiento de la II República Española. En 1934 publica En torno a Galileo y en 1935 Historia como sistema.
1.5. Exilio exterior e interior.- Al inicio de la guerra civil se autoexilia, viaja a París y Holanda, a Argentina, donde vive hasta que, en 1942, fija su residencia en Portugal. Allí escribe Origen y epílogo de la filosofía. En 1945 (fin de la II Guerra Mundial) regresa a España, pero su actividad pública queda reducida al mínimo. Como sigue apartado de su cátedra, en 1948, junto con un grupo de colaboradores y discípulos, funda el Instituto de Humanidades. Se le permite vivir en España, pero no se siente a gusto. A partir de 1950 viajará de nuevo a Alemania y, en 1955 regresa a España, donde muere.
2. Formación filosófica.-
Le interesa la filosofía griega y la continental europea. La filosofía medieval le produce "pena" porque es un pensamiento orientado a Dios, que confunde a Dios con el ente y que lleva a no tener una recta comprensión ni de Dios ni del ente. Le interesa poco la filosofía anglosajona. Recibe influencias de los krausistas españoles. Siente especial interés por la filosofía y ciencia alemana contemporánea: Hay influencia de Nietzsche, Husserl, Dilthey, Scheler y Heidegger.
3. El lenguaje. Es el más importante de los elementos constituyentes de nuestro ser hombres porque es desde el lenguaje como conocemos cualquier otro ámbito de la realidad. El lenguaje no tiene una realidad en sí, separada, como las ideas platónicas, sino que se da encarnado en un hombre concreto, y por ello está sujeto a tres circunstancias: se da concretizado en la circunstancia de la lengua materna; se da, primeramente, en la lengua común, de la que cualquier otro lenguaje es un metalenguaje; el significado de cada palabra está sometido a circunstancias prelingüísticas. El valor de la lengua materna viene dado por lo que tiene de "lengua común" y por lo que tiene de cosmovisión. La lengua es algo que nos viene dado y algo que hay que hacer.
4. El objetivismo. Entre los años 1902 (Glosas) y 1914 (Meditaciones del Quijote), elabora una serie de reflexiones que se suelen denominar objetivismo, en las que plantea que España se halla desfasada con respecto a Europa social, política, técnica y culturalmente y considera que la causa es la falta de las actitudes intelectuales que hicieron posible la ciencia europea. La ciencia es fruto de una disciplina intelectual calificable de objetivismo que consiste en la precisión y el método, el hábito crítico y la racionalidad.
5. El perspectivismo
5.1. La génesis del circunstancialismo aparece en Meditaciones del Quijote. Se trata de una concepción que aplicará tanto a temas típicos de la filosofía tradicional como a otros que la tradición filosófica había considerado de menor entidad.
5.2. El circunstancialismo.- "Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo. Benefac loco illi quo natus es, leemos en la Biblia. Y en la escuela platónica se nos da como empresa de toda cultura, ésta: ‘salvar las apariencias’, los fenómenos. Es decir, buscar el sentido de lo que nos rodea". En este texto está casi todo cuanto Ortega, como filósofo, dirá sobre la realidad.
La afirmación de que, además del yo, están las circunstancias en las que el yo está inmerso y a las que el yo tiene que conferir sentido para que ambos (yo y circunstancias) puedan "salvarse", se apoya en las dos citas con las que ejemplifica su concepción y, a la vez, muestra las "circunstancias" de las que emerge su pensamiento. La Biblia y el platonismo hacen referencia al pensamiento judeocristiano y la filosofía griega, las circunstancias que han forjado al hombre occidental. En la misma página nos invita a considerar otras circunstancias de menor entidad, conectando con la fenomenología, el existencialismo y la filosofía analítica en el intento filosofar sobre cuestiones a las que no se había prestado atención anteriormente. El método de la circunstancialidad consiste en partir de la reflexión sobre las cosas más próximas para elevarse a las más lejanas.
5.3. El perspectivismo.- Esto no significa renunciar a captar una verdad absoluta e inmutable en favor de la multiplicidad de puntos de vista. La verdad no es atemporal y acircunstancial, sino que consiste en dar cuenta de la realidad desde la perspectiva vital en la que nos hallamos situados, procurando que las perspectivas se complementen, pues lo contrario nos llevaría al relativismo.
5.4. Relativismo, Racionalismo, Perspectivismo.- El escepticismo relativista afirma que no hay una verdad absoluta alcanzable por el hombre. El racionalismo considera que es posible captar la verdad permanente y absoluta sobre la realidad y que hay una única perspectiva posible sobre la realidad, válida para todo hombre y en toda época, por ser fruto de la razón. El perspectivismo (corregido con la complementariedad de las perspectivas) y, su posterior elaboración, el raciovitalismo, afirma que la realidad es múltiple y de ella caben múltiples perspectivas (relativismo) pero tal multiplicidad debe ser unificada desde un principio rector (racionalismo) consistente en que las perspectivas múltiples no son contradictorias y excluyentes, sino complementarias y unificables. La verdad se va alcanzando paulatinamente mediante la unificación de perspectivas.
5.5. Dos aplicaciones del perspectivismo: la individual (el valor del otro no radica en su acuerdo conmigo, sino en su desacuerdo, que es signo de su autonomía frente a las cosas) y la social (las demás culturas no son mejores ni peores, son distintas).
6. El raciovitalismo
6.1. La concepción de la madurez filosófica de Ortega se denomina ‘raciovitalismo’, que en un intento intelectual de superar críticamente el irracionalismo de los vitalismos y la miopía del racionalismo, es un desarrollo del perspectivismo porque es una reflexión sobre las dos perspectivas más radicales en las que el hombre está situado: la vida (que le viene dada como realidad) y la razón (que sitúa al hombre en su esfuerzo por comprender la realidad).
6.2. Crítica del vitalismo.- Contra el irracionalismo de los vitalismos defiende la primacía absoluta del método racional de conocimiento pero situando en el centro de la reflexión filosófica el problema de la vida.
6.3. Crítica del racionalismo.- El racionalismo es fruto de la beatería de algunos filósofos que quisieron poner a la razón en tan alto lugar que terminaron dando pie a toda clase de irracionalismos. Razonar sobre algo, "dar razón" de algo es averiguar sus fundamentos, sus principios últimos. Esta disección mental conduce a encontrar elementos no susceptibles de un análisis posterior. Después sólo cabe establecer que esos objetos no pueden ser conocidos, o, en caso de serlo, lo son por un medio irracional.
6.4. El raciovitalismo afirma que la realidad, y, dentro de ella, la vida, estaba con anterioridad a que ningún filósofo diese cuenta de ella. El pensamiento debe abordar esa realidad y vida que le son preexistentes. La tarea de la razón es "dar razón" de aquello que la precede. Y el objeto primordial de la reflexión filosófica es la vida como realidad radical, que cumple unas condiciones que la distinguen de la noción de vida empleada por los biólogos. 1) la vida humana es la de cada cual, es la vida personal; 2) por ser personal, lleva al hombre a hacer siempre algo en una determinada circunstancia; 3) la circunstancia nos presenta diversas posibilidades de hacer y de ser que añaden al concepto de vida la nota de la libertad; y 4) la vida es intransferible, mi vida es una ineludible responsabilidad mía que no puede ser transferida a ningún otro hombre.
La vida está en relación directa con las circunstancias, que son las que permiten entenderla como la realidad radical de la que debe partir toda reflexión filosófica. Esta perspectiva característica de la vida humana plena, que permite al hombre saberse en sus circunstancias, viene dada por el pensamiento, por el que la vida humana se diferencia de otros tipos de vida, pues el pensamiento es lo que da sentido a la forma propia de obrar del hombre, la acción, que sólo es acción en cuanto que está regida por el pensamiento.
6.5. El pensamiento como necesidad.- El pensamiento no es un don gratuito, sino algo que un homínido comenzó a adquirir con gran esfuerzo en cierto momento evolutivo; apareció no sólo porque el hombre tenía una facultad que le permitía el conocimiento, sino también que porque se sintió falto de algo. El conocimiento nace de la tensión entre saber un poco y reconocer que se ignora mucho. No es algo dado o conseguido de una vez por todas, sino una labor en continua ampliación.
6.6. Multivocidad de las ideas.- El pensamiento se manifiesta en las ‘ideas’, coordenadas con las que el hombre se orienta en el mundo y con las que pretende solucionar su necesidad radical y cualquier otra necesidad adventicia de la que tome conciencia. Pero hay que distinguir entre "ideas" (= pensamientos que construimos y de los que somos conscientes) y "creencias" (= ideas tan asumidas que no tenemos necesidad de defenderlas, sino que vivimos en ellas como realidad incuestionada). Sólo la armonía entre ideas y creencias permitirá dar razón del modo en que el hombre se enfrenta a la realidad.
6.7. Las creencias.- Son la realidad intelectual en la que vivimos; contamos con ellas, no necesitamos formularlas explícitamente ni defenderlas. Las creencias nos poseen. Las creencias son algo recibido y, por ello, son compartidas por los miembros de la comunidad humana sin que casi nadie llegue a cuestionarlas. El filósofo debe hacernos pasar de nuestras creencias más íntimas a las ideas, inoculándonos la duda.
6.8. La duda.- La inoculación de la duda es la operación terapéutica necesaria para que el hombre, que ha comenzado a perder sus creencias, empiece a conocer, a buscar alguna certeza. La duda es tránsito entre una certeza y otra, aunque la certeza que abandonamos no sea del mismo tipo que la que vamos a adquirir. El hombre sigue siempre teniendo alguna creencia, pero en cuanto se introduce en él la primera duda el proceso de conocimiento se dispara y ya no será posible volver a la ingenuidad y confortabilidad de las creencias primigenias. Esta labor de zapa de nuestras creencias primigenias es la que hace del filósofo un ser desazonador del cuerpo social.
6.9. Las ideas son pensamientos y el pensamiento es reflexivo y crítico, no nos permite vivir en él confortablemente establecidos, sino que está en un continuo hacerse y deshacerse. La duda está siempre—activa o latente—en el pensamiento, y las ideas nacidas del pensamiento hay que defenderlas y reformularlas en todo momento, son susceptibles de discusión y polémica, al menos, hasta que se conviertan en creencias. Las ideas pueden pasar a ser creencias y viceversa. Cuando nos apartamos críticamente de las creencias, éstas, rechazadas o aceptadas, dejan de ser creencias y pasan a ser ideas. Por el contrario, ciertas ideas pueden ser asumidas por un hombre o una época de manera que dejen de ser ideas, y se conviertan en creencias.
6.10. Raciovitalismo y razón histórica.- La vida del hombre como realidad radical no es sólo vida vegetativa ni sensitiva, sino que enlaza con la historia, está también en lo que le han transmitido los hombres que lo han precedido. A cada generación sus predecesores le han transmitido una herencia de infinidad de ideas y de creencias. Por ello se hace imprescindible alcanzar una conciencia histórica y perfeccionarla. Ese conciencia de que somos herederos permite terminar con la "borrachera de insensatez" originada en el siglo XVIII, el mito del robinsonismo, la convicción del hombre ilustrado de que, con las luces de la razón, podía vivir una vida nueva sin contar con su historia. Nosotros heredamos creencias, de las que podemos llegar a tener conciencia y que podemos transformar o aniquilar. Y esa conciencia de haber recibido algo es la conciencia reflexiva, la conciencia histórica. El hombre no sólo hereda ideas y creencias, sino también errores que le puede ser tan provechosos, si sabe apreciarlos como errores, como los aciertos heredados. De aquí la importancia de conservar los errores y esto es la historia. Ortega llama "ingratitud" y "rebarbarización” del hombre al desconocimiento de que el hombre es en su realidad radical más historia que naturaleza.
7. El hombre: Ser inmerso en su historia
7.1. La naturaleza histórica del hombre.- El hombre no tiene una naturaleza inmutable, sino que su "naturaleza" consiste en ser lo que es por haberlo recibido de quienes le precedieron. Por ello: 1) el ser del hombre consiste en su mutabilidad; 2) dicha mutabilidad se puede estudiar en la historia; y 3) el hombre puede aumentar o dilapidar el caudal cultural heredado.
Esta radical mutabilidad del hombre impide captarlo mediante definiciones como la aristotélica de "animal racional", o la cartesiana de compuesto de mente y cuerpo, por ello Ortega intenta expresar la plasticidad del hombre con la noción aristotélica de "mera potencia". Lo que haga de sí mismo es "función" del pasado. El recuerdo no es un don otorgado al hombre, sino una potencialidad que ha desarrollado para enfrentarse a sus necesidades del futuro. El recurso a la tradición no es patrimonio de los "tradicionalistas" (que lo que pretenden es quedarse a vivir en el pasado), sino una tarea ineludible de todo hombre, porque es la forma que tiene de plantar cara al futuro con esperanzas de éxito.
7.2. Las generaciones.- La historia aparece como un continuo que hay diseccionar para comprender. Para ello además de la división en "edades", Ortega introduce el concepto de las generaciones, que son definidas no tanto por la cronología (15 años), sino por ser una respuesta de la "sensibilidad vital" a los problemas de la realidad. Frente a quienes ponen el protagonismo de la historia en manos del individuo o en las de las muchedumbres, propone el concepto de generación como eje interpretativo de la historia. Los miembros de una generación "vienen al mundo dotados de ciertos caracteres típicos”. En cada "hoy" coexisten tres generaciones: la emergente, la que está en su plenitud y la que va desapareciendo, generaciones que tienen ideas y, especialmente, creencias diferentes, lo que constituye el origen del conflicto generacional y que, a su vez, permite que pueda haber innovaciones y retrocesos en la historia. Las innovaciones y mutaciones que introduce cada generación pueden aparecer de modo casi imperceptible o de un modo llamativo, que son las más interesantes para la reflexión filosófica sobre la historia, porque en ellas el cambio generacional aparece en toda su crudeza: las épocas de crisis.
7.3. Las crisis históricas.- Son cambios revolucionarios que afectan a las convicciones más profundas del hombre y hacen nacer un mundo nuevo. Una de tales crisis se dio en el Renacimiento, a cuyo análisis dedicó Ortega en 1933 En torno a Galileo, suministrando un esquema aplicable a toda crisis.
Hay generaciones de "épocas acumulativas" y de "épocas eliminativas y polémicas". El primer paso en una crisis histórica es el abandono radical de las convicciones (creencias) que se tenían para instalarse en una "época eliminatoria y polémica". No significa que el hombre se quede absolutamente sin convicciones, sino que toma conciencia de que las convicciones anteriores ya no le valen. En consecuencia vive una época de confusión, porque el mundo antiguo ya no le vale y el nuevo aún no ha nacido. Las respuestas a esta tesitura vital son recurrir al pasado (aunque es imposible que el pasado vuelva a ser presente) y/o convertirse en un hombre entregado frenéticamente a la acción (que al no estar dirigida por ideas y creencias es "rebarbarización). La superación de la crisis histórica viene por la instalación del hombre en nuevas convicciones. La tarea de alumbrar un mundo nuevo es propia de una generación creadora que, en el caso del Renacimiento, sitúa Ortega en la generación de Galileo y Descartes. Con ellos, el hombre vuelve a vivir de la seguridad de sus convicciones durante otra serie de "generaciones acumulativas".
8. Filosofía y verdad
8.1. El filósofo y la verdad.- No hay filosofía sin una reflexión explícita o tácita sobre la verdad, porque la verdad es una necesidad radical del hombre y porque la filosofía es la relación del hombre con la verdad.
8.2. Pensamiento y verdad.- La verdad no es para el hombre un don sino una necesidad para cuya satisfacción pone en marcha el proceso del pensamiento: el pensamiento que nace de una necesidad y utilidad humana, tiene su destino en el desinterés y objetividad de la verdad. Este doble anclaje del pensamiento en la utilidad subjetiva de la que nace y la objetividad a la que se dirige origina la tensión entre la multiplicidad de perspectivas de la verdad y la pretensión de objetividad y de universalidad de toda verdad.
8.3. Multiplicidad de perspectivas y unidad de la verdad.- Toda concepción filosófica, incluido el escepticismo, cree que la verdad, si existe, ha de ser válida en todo momento histórico y para todo hombre. El perspectivismo y el circunstancialismo evitan caer en el relativismo, afirmando que las perspectivas no se excluyen unas a otras, sino que pueden y deben llegar a ser complementarias. Por ello, la verdad alcanzada desde una perspectiva determinada, aunque incompleta, tiene validez, mientras que "la sola perspectiva falsa es ésa que pretende ser la única”. Si una perspectiva aparece más completa que otra, la razón estribará en que el punto de observación de quien la proporciona es más adecuado que el de quien proporciona otras perspectivas. Si la realidad tiene una entereza de la que sólo captamos un aspecto, el proporcionado por nuestra perspectiva, entonces: 1, la verdad se da en nuestras ideas; 2, hay que entender la definición clásica de verdad relacionándola con el perspectivismo; y 3, la verdad tiene un carácter histórico.
Tradicionalmente se definían verdad y error como adecuación e inadecuación respectivamente de nuestro entendimiento a las cosas exteriores a él. Pero tal adecuación deberá serlo entre la realidad y las diversas perspectivas posibles, y, también, entre las ideas consigo mismas (coherencia).
La relación entre verdad y perspectiva muestra el carácter histórico de la verdad: la verdad se muestra en la historia, aunque unas perspectivas sean más completas que otras. Tal historicidad de la verdad y la pretensión teórica, por parte del hombre, de alcanzar una verdad permanente, deben integrarse coherentemente en un plano superior: al cambiar el hombre su punto de vista aparecen ante él verdades distintas de las que aparecieron ante sus predecesores, aunque tales verdades deben ser entendidas como complementarias, pues complementarias son las perspectivas desde las que se alcanzan. De aquí surge una reformulación radical de la definición de verdad como una adecuación que debe rehacerse constantemente en cada época y en cada individuo, y no será algo alcanzado de una vez por todas. Por ello Ortega prefiere definir la verdad como desvelamiento o desnudamiento de la realidad, en el sentido del término griego alétheia, evocando el descubrimiento que el hombre hace de las cosas: La adecuación es un proceso paulatino, el descubrimiento que el hombre va haciendo de las cosas para que se le presenten en su desnudez. La filosofía consiste en esta desnudez, que en el hombre es desnudez de prejuicios y en las cosas desnudez del velo con que se nos dan.
Fuente del documento : http://misfilosofias.wikispaces.com/file/view/H_Contemporanea_Nietzsche-Ortega.doc
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Filosofía contemporánea Hegel Nietzsche Ortega y Gasset
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Filosofía contemporánea Hegel Nietzsche Ortega y Gasset
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