La Crisis del Antiguo Régimen resumen y tema
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La Crisis del Antiguo Régimen resumen y tema
Historia de España
TEMA - LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN
1. La Crisis de 1808 y la Guerra de Independencia – valor 3,5 puntos
Aunque Carlos IV accedió al trono en 1788 e intentó mantener la política reformista que había llevado a cabo Carlos III, se tuvo que enfrentar a toda una serie de cambios cuyo origen fue la Revolución Francesa y la posterior sucesión de hechos, que en el caso español terminaron en un conflicto armado y en una ruptura política y social con la tradición del Antiguo Régimen.
Todo arranca con el ascenso al poder de Manuel Godoy (1792) y una política, que tras la derrota española en la Guerra de la Convención (1792-1795) y la firma de la Paz de Basilea (1795), convierte a España en un estado satélite de la Francia revolucionaria. A partir de la firma del II Tratado de San Ildefonso (1800) y la Guerra de las Naranjas (1801), Godoy se plegó por completo a las decisiones de Napoleón. La derrota naval en la batalla de Trafalgar (1805), dejó a Godoy en muy debilitado y esto facilitó la aparición de una oposición organizada alrededor del príncipe Fernando, que se hizo visible tras la desarticulación de la Conjura del Escorial (1807). La frágil posición de Godoy le obligó a aceptar las condiciones del Tratado de Fontainebleau (1807) impuesta por Francia para que las tropas napoleónicas obtuvieran permiso de la Corte de Madrid para atravesar su territorio e invadir Portugal (aliada británica). El “paso” hacia Portugal resultó en la práctica muy distinto. Las tropas francesas dejaron a su paso guarniciones en las ciudades españoles más importantes, lo que provocó una violenta reacción entre la oposición godoyista y la población, que se sentían traicionados por Godoy, al que veían como una marioneta de Napoleón. Éste, viendo que Napoleón no tenía intención de cumplir el acuerdo, trató de sacar a la familia real de Madrid para trasladarla a Sevilla y embarcarla desde allí hasta América. La primera parada del viaje sería en Aranjuez. El 17 de marzo de 1808 se producirá un motín popular (articulado por la oposición antigodoyista) en Aranjuez que conseguirá la abdicación de Carlos en Fernando y la destitución de Godoy como primer ministro.
A partir de este momento, la confusión fue la nota característica al final del reinado. Carlos (recuperado del motín y alegando que fue coaccionado para abdicar) y Fernando se enfrentaron por el poder, siendo conscientes de la necesidad del apoyo napoleónico para reivindicar la corona. Pero Napoleón pretendía “liquidar” a los Borbones como opción dinástica, sustituyéndolos por su propia familia, los Bonaparte; y así crear un régimen satélite de Francia. Para ello concibió un plan por el cual una vez atraída toda la familia real a Bayona, Napoleón consiguió de Fernando la devolución de la corona y de sus derechos a su padre, Carlos IV, para seguidamente obtener la cesión de los derechos reales españoles de mano de Carlos IV ante la “incapacidad” manifiesta para gobernar que éste tenía. Resultado, Napoleón tenía la potestad de elegir el nuevo monarca español, lugar para el que designó a su hermano, José I Bonaparte. Este proceso se conoce como las abdicaciones de Bayona.
Las noticias que llegaban de Bayona y el comportamiento de las fuerzas francesas hacia la familia real –salida hacia Bayona– y a la población de Madrid, terminan llevando a los madrileños a tomar las armas e iniciar un levantamiento “popular” el 2 de mayo de 1808 que historiográficamente se coloca como el inicio de la Guerra de Independencia (1808-1813). Aunque el 2 de mayo haya pasado a la historia como el ejemplo de los levantamientos populares, podemos afirmar sin ningún género de dudas que esta respuesta había sido preparada tiempo atrás por la aristocracia antigodoyista, que pretendía desbancar la posición de Godoy frente a Carlos IV , salvo que Godoy fue sustituido por los franceses.
Un hecho que corrobora esta hipótesis es las diferentes reacciones de las instituciones frente al levantamiento. El gobierno provisional establecido en Madrid por Fernando antes de marchar a Bayona debía apoyar al representante francés, el mariscal Murat, siguiendo instrucciones del propio Fernando; y tales relaciones rápidamente se transformaron una sumisión que llevó a algunos de sus vocales a recorrer Madrid para poner fin a la revuelta . El levantamiento se extendió por todo Madrid, cuando los franceses reprimieron violentamente una manifestación que trataba de impedir que se trasladara al infante Francisco de Paula. Rápidamente el componente popular llevó el levantamiento a toda la ciudad a la espera de una ayuda militar que no llegó. Sólo los capitanes Daoiz y Velarde, jefes del Parque de Artillería de Monteleón se sumaron a la sublevación. Aunque los franceses consiguieron apaciguar la ciudad, el levantamiento consiguió actuar de catalizador para iniciar un movimiento nacional y popular plasmado en la frase del alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón, “¡La Patria está en Peligro!” . La represión fue brutal , ya que independientemente de los muertos y heridos en los combates , fueron fusilados casi cien personas entre el 2 y el 3 de mayo.
El levantamiento de 2 de mayo y la actuación de Junta Suprema de Gobierno y del Consejo de Castilla a favor de los franceses durante la asonada, dejaba un vacío de poder aumentado por la “retención contra su voluntad” de Fernando VII en Bayona. Esta situación trató de ser compensada por la creación de las Juntas Provinciales, órganos surgidos por toda España, que ejercían la soberanía en nombre del Rey al tiempo que la protegían y conservaban hasta su regreso de las manos de aquellos que estaban a favor del dominio francés .
La victoria en la batalla de Bailén (agosto de 1808) aceleró un clima de entendimiento para lograr los objetivos iniciales de las Juntas Provinciales culminado con la creación de órgano coordinación de Juntas, conocido como Junta Suprema Central Gubernativa del Reino fundada el 25 de septiembre de 1808 en Aranjuez a cuya cabeza se colocó a un hombre del Antiguo Régimen como era el Conde de Floridablanca, lo que muestra la falta de iniciativa política de las Juntas Provinciales que asumió desde su origen la Junta Suprema Central.
Este organismo constituye un auténtico gobierno central que asumiría la soberanía nacional en ausencia de Fernando VII. La Junta Central se considera legítima y nacional, y por ser “gubernativa” asume la autoridad que antes ejercía la monarquía. Su actuación durante los dos años de su existencia se manifiesta en dos planos:
- En la dirección del enfrentamiento bélico, con el lógico objetivo de la expulsión del invasor francés.
- En la promoción de iniciativas reformadoras: alteración de las antiguas leyes, reformas de códigos civil, criminal y mercantil, etc.; esbozando un programa de actuación que será finalmente desarrollado por las Cortes de Cádiz.
Ya desde un primer momento la intención de actuar como un gobierno y aplicar un programa de reformas provocó una disensión dentro de la Junta. Dicha división aumentó a raíz de su incapacidad de llevar adecuadamente la guerra y su política de reformas. Ante la apremiante situación bélica (derrota de Ocaña - 19 de noviembre de 1808) y la exigencia británica de un gobierno fuerte para llevar la dirección de la guerra, la Junta sucumbió, siendo sustituida por un Consejo de Regencia en enero de 1810 cuyo mandato alcanzará el final de la contienda.
La Guerra de Independencia será larga y cruenta (1808-1814), presentando dos características muy peculiares: no es un enfrentamiento de grandes ejércitos, sino es una serie de guerras locales con muchos elementos de revuelta popular; y la guerra no es más que una parte de un conflicto mayor en Europa, y por lo tanto el teatro de operaciones es compartido por otras nacionalidades como Portugal e Gran Bretaña.
Fases de la Guerra
Podemos hablar de tres fases:
- Desde el mayo de 1808 hasta la batalla de Bailén (agosto 1808)
Esta etapa se caracteriza por dos líneas de acción por parte de las tropas napoleónicas:
- Mantener abierto el camino entre Madrid y la frontera.
- Llegar lo antes posible a Cádiz dónde la flota francesa se halla bloqueada entre las baterías españolas y la flota británica.
Pero esta fase resultó un desastre puesto que la actuación francesa sólo consiguió que José I se instalara por unos meses en Madrid, puesto que el plan francés establecía la ocupación de las principales ciudades españolas en un breve espacio de tiempo, pero el largo asedio fallido a Zaragoza y la derrota de Bailén , obligó a la huída de José I de Madrid con el fin de pedir ayuda a su hermano para consolidar el trono.
- La campaña napoleónica, la ocupación francesa y la guerra de desgaste (agosto 1808 – junio 1812)
Napoleón introdujo unos 250.000 hombres (Grand Armeé) al mando de los mejores generales franceses (Soult, Ney o Moncey), que derrotaron fácilmente a las fuerzas de Blake en Espinosa de los Monteros y Castaños en Tudela, tomando Zaragoza tras un largo asedio que la dejó en ruinas, y ocupando Madrid tras atravesar la sierra de Guadarrama en diciembre de 1808. La toma de Madrid no marcó el final de la campaña puesto que por primera vez en Europa, dominar la capital no significaba la automática capitulación del país.
Tras los fracasados intentos de Napoleón de conseguir un enfrentamiento definitivo con las fuerzas españolas, regresó a Francia para preparar nuevas campañas, dejando aquí a sus más importantes con la orden de ocupar toda la Península (en concreto Cádiz y Lisboa).
Se inició una guerra de desgaste configurada bajo una guerra de guerrillas ante la cual las fuerzas no estaban preparadas. Se basa en un esquema de acción-represión-reacción, donde los diferentes grupos guerrilleros dificultaban enormemente la ocupación francesa, que realmente se circunscribía al mundo urbano. Este movimiento guerrillero no fue el resultado de una acción desorganizada, sino orientada desde la Junta Central a través del Reglamento de Partidas de Corso Terrestre (1809), en el cual comenzaron a destacar personajes como el Cura Merino y el Empecinado.
En 1812, los franceses trataron de llevar a cabo un último movimiento para ocupar Cádiz y Lisboa. Estas ciudades eran el alma de la resistencia y por ello se diseñó un plan para tomarlas y debilitar dicha resistencia. El resultado fue un fracaso estrepitoso porque un cuerpo expedicionario británico dirigido por Wellington, junto a unidades españolas y portuguesas; derrotará a los franceses en Torres Vedrás (cerca de Lisboa), desmantelando dicha ofensiva. Ésto, sumado a la retirada de efectivos franceses para la campaña de Rusia, supondrá el inicio del fin de la ocupación napoleónica de la Península
- La contraofensiva hispano-británica (junio 1812 – diciembre 1813)
El fracaso de la gran ofensiva francesa de junio de 1812 permitió al ejército aliado pasar a la contraofensiva. La clave de ese cambio de papeles de debió a la decisiva victoria de Arapiles (22 de julio de 1812), que obligó a los franceses a huir de Madrid encabezados por el propio José I y permitió la liberación de la capital el 13 de agosto. La retirada francesa es desorganizada y facilita las victorias aliadas en las batallas de Vitoria y San Marcial (1813), suponiendo el fin del dominio francés de la Península exceptuando Cataluña, transformada en territorio francés desde 1812, dominio no consolidado y territorio recuperado en el congreso de Viena (1814). A partir de ahí la guerra pasó a terreno francés y antes de que hubiera terminado el año, Wellington ocupaba territorio francés tras las batallas de Orthez y Tolouse.
La guerra culminó finalmente con el tratado de Valençai (1813) por el cual Fernando VII recupera un país que lo deseaba y que había luchado por mantenerle en el trono.
La Guerra de Independencia trajo las siguientes consecuencias:
- Es una catástrofe de carácter nacional no sólo por sus consecuencias humanas (algunos autores hablan de 1 millón de muertos entre militares y civiles) sino por que lastró la situación económica española hasta bien entrado el siglo XIX.
- Se cortó de raíz el desarrollo urbanístico español puesto que muchos de los enfrentamientos terminaron con la destrucción de buena parte de las ciudades dónde se produjeron (ejemplo de Zaragoza).
- El mundo rural fue otro campo de batalla dónde las necesidades de grandes ejércitos en movimiento esquilmaron la pobre producción de un campo que no había tenido ningún tipo de avance tecnológico lo que significaba un avance en la producción que oscilaba en los mismos niveles de principios del siglo XVIII.
- A nivel industrial, produjo una difícil situación interna de dependencia ya que en España no había entrado a participar de los avances de la Revolución Industrial.
- Sería la base referencial del desprecio que tendrán los mandos militares sobre los políticos y que justificará las sucesivas intervenciones de los militares en el gobierno de los siglos XIX y XX.
- Permitirá definir dos bandos dentro de la España del siglo XIX, aquellos que imbuidos por las ideas liberales tratarán de imponer un Estado Liberal frente aquellos que defienden la idea de la unión entre mística y poder, dando como resultado un espíritu combativo de los creyentes católicos por la defensa del Antiguo Régimen y sus símbolos, prefigurando así el apoyo que este estamento prestará después al carlismo.
2. La Revolución Liberal: Las Cortes de Cádiz y La Constitución de Cádiz de 1812 – valor 3,5 puntos
La base ideológica de la Revolución Liberal en España la podemos encontrar en los siglos XVII (Locke) y XVIII (Ilustración), planteándose un sistema de pensamiento alternativo al Antiguo Régimen asentado en la afirmación de las libertades individuales que durante el siglo XVIII terminará de darse forma definitiva en el liberalismo con dos ámbitos: político y económico.
Liberalismo político a.- La soberanía no es de origen divino, sino que emana del pueblo, es decir de la Nación. Ésta la delega mediante su voto en las Cortes, que es la institución depositaria y representativa de la voluntad nacional. b.- El Rey no está por encima de la Ley, y como otro cualquier ciudadano debe jurar la Constitución emanada por las Cortes, representantes de la Soberanía Nacional. c.- Establece una división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) que representa la garantía fundamental de que la Soberanía se mantenga en la Nación, ya que entre ellos debe haber un equilibrio y un control recíproco. d.- El Régimen Señorial queda suprimido, lo que da paso a un control por parte del Estado del territorio a través de nuevas demarcaciones. e.- Supresión de la sociedad estamental. f.- Establecimiento de una base de igualdad fiscal y legal de todos los ciudadanos |
Liberalismo económico a.- La actividad económica debe basarse en el libre juego de la oferta y la demanda, sin la intervención de ningún elemento interno al mercado. b.- La supresión de los gremios para dar paso a la producción libre, lo que significa la libertad total de precios, de contratación, horarios de trabajo, etc. c.- Desamortización de todas las propiedades con la finalidad de también entren en el mercado. d.- Abolición de los monopolios. e.- El Capitalismo como forma operativa del liberalismo económico. |
Las Cortes de Cádiz
Durante la Guerra de la Independencia se crearon Juntas Locales y Regionales de Defensa. Estas Juntas tienen como objetivo defenderse de la invasión francesa y llenar el vacío de poder (ya que no reconocían la figura de José I, hermano de Napoleón que ocupaba el trono por la acción del Emperador). Estaban compuestas por militares, representantes del alto clero, funcionarios y profesores. Durante esta profunda crisis y tras la derrota de las fuerzas francesas en la batalla de Bailén (agosto 1808) se creó la Junta Central Suprema, que tomando la iniciativa militar y política ordenó mediante decreto del 22 de mayo de 1809 la celebración de Cortes Extraordinarias y Constituyentes, rompiendo con el protocolo tradicional pues sólo el Rey tenía la potestad de convocarlas y presidirlas (aunque fuera esta junta detentadora de la Soberanía Real). En un primer momento este llamamiento generó división dentro de la Junta, que sumado al desarrollo bélico, dejó aparcado este proyecto hasta que el Consejo de Regencia tomó la dirección política y militar durante la guerra.
Así se celebró la primera sesión de las Cortes Extraordinarias y Constituyentes en la ciudad de San Fernando el 24 de septiembre de 1810, siendo en esta localidad donde se promulgaron los decretos relativos a la Soberanía Nacional, la división de poderes, la igualdad y la legalidad o la libertad de imprenta. Todo ello sentaría las bases del Estado Democrático y de Derecho, así como el fin del antiguo Régimen y el inicio de un nuevo tiempo para los españoles de los ambos hemisferios, la Península e Iberoamérica. Estos decretos sirvieron como modelo y base de numerosas Constituciones europeas posteriores.
Participaron en las reuniones representantes de las provincias españolas y también de los territorios americanos y de Filipinas. Existían tres grandes tendencias entre los delegados: los absolutistas, que defendían el regreso de la monarquía absoluta de la Casa de Borbón y se oponían a cualquier tipo de reforma; los jovellanistas, ilustrados y defensores de las reformas, pero no del carácter revolucionario; y los liberales, que defendían la adopción de reformas inspiradas en los principios de la Revolución Francesa y tenían el apoyo de los británicos, cuyo sistema político era muy cercano al liberalismo.
La tarea de las Cortes de Cádiz fue crear un cuerpo legislativo (leyes) de carácter liberal sobre el que crear un nuevo orden social que acabara con la sociedad estamental que había caracterizado a España hasta ese momento. Ese cuerpo legislativo estaría dividido según su carácter en legislación ordinaria y legislación constitucional. El principal producto de esta labor fue la Constitución de 1812, llamada «La Pepa» pues se promulgó en la festividad de San José. Esta constitución fue el primer texto constitucional con el que contó España.
La “obra” de las Cortes de Cádiz de 1812.
La Legislación Ordinaria de las Cortes de Cádiz
Esta legislación, anterior al propio período constituyente, se vertebra en una serie de medidas que representan la auténtica ruptura con el Antiguo Régimen. Las medidas más importantes son:
- La abolición de los derechos jurisdiccionales, que en muchos casos se habían convertido en rentas sobre la tierra.
- La eliminación de los mayorazgos, declarándose la propiedad libre e individual, y por lo tanto ya no quedaba adscrita a los títulos nobiliarios.
- Desamortización de los bienes de propios
- Abolición de los gremios, lo que establecía la libertad de producción, venta y contratación.
- Abolición del Honrado Concejo de la Mesta
La Constitución de Cádiz
La Constitución suponía la ruptura legal con el Antiguo Régimen, basado en el principio de Soberanía Nacional y la división de Poderes, así como el no reconocimiento de las Abdicaciones de Bayona. Estos principios quedaron enmarcados en la legislación de Cádiz, elemento de referencia fundamental para la historia de España. Los elementos fundamentales de ésta son:
- Reconocimiento de la Soberanía Nacional.
- El establecimiento de la división de poderes y de los derechos políticos de los ciudadanos (libertad de prensa, derecho de propiedad, derecho de reunión, etc...)
- La forma de gobierno establecida será la Monarquía hereditaria y constitucional.
- Los tres poderes se repartirán de la siguiente manera: el poder legislativo, en la Cortes; el poder ejecutivo, en el Rey; y el poder judicial, en los tribunales de Justicia.
- La representatividad estaría proporcionada a la población de cada territorio y se haría efectiva bajo sufragio (o voto) censitario.
- Se determinará la confesionalidad del Estado entorno a la religión católica, frente al resto de confesiones, que prohíbe.
- La formación de una Milicia Nacional (concepto de Nación en Armas) para defender el Régimen Liberal y la Soberanía Nacional.
Toda esta ingente labor legislativa de Cádiz no tuvo una aplicación práctica inmediata, tanto por la guerra como porque en España no existía un apoyo significativo entre la mayoría de la población que pudiera permitir su consolidación. En realidad, la composición de las Cortes no respondía a la complejidad de la realidad española del momento; lo que facilitó su abolición con la vuelta de Fernando VII. A pesar de todo, no se pudo volver a una situación anterior a 1808, puesto que la existencia de un grupo social formado básicamente por la burguesía y los militares y que defendía las ideas liberales en España era un hecho.
En el largo proceso de establecimiento del Estado Liberal en España, la Constitución de 1812 se convirtió en un modelo y en un símbolo para los liberales españoles, e influyó en los movimientos liberales de Italia y Latinoamérica.
3. El reinado de Fernando VII (1814-1833): el sexenio absolutista (1814-1820) – valor 2 puntos
La vuelta de Fernando VII se produjo dentro de un gran apoyo popular puesto que se convirtió en el referente de los diferentes grupos que lucharon contra los franceses en la Guerra, fuese cual fuese su ideología. Por la tanto el tan deseado momento de la vuelta del monarca era para todos los implicados un punto de inflexión para la política española.
Pero la vuelta no respondió a las expectativas generadas. Para empezar, Fernando VII no reconoció Cádiz ni su Constitución, y ante el asombro de aquellos que con su trabajo y sacrificios promovieron la obra constitucional, el pueblo apoyó tal decisión e incluso 70 diputados de las Cortes de Cádiz firmaron un escrito en el cual se pedía al rey la vuelta a la plena soberanía real, el Manifiesto de los Persas . De esta manera, Fernando VII muy pronto recuperó su peso como monarca absoluto, sin que los pocos liberales que había en España pudieran hacer nada por evitarlo. El monarca tenía a su favor:
- Entre la población urbana no había calado totalmente la ideología liberal; por lo que apuestan por un rey “neto”, es decir, que no fuera absoluto pero cuyas reformas no rompieran con la tradición.
- Los nobles que se decantaron a favor de Fernando VII abandonando el proyecto constitucional, bien porque eran fieles a la Monarquía; bien porque sus intereses los inclinaban a apoyar a Fernando VII, aunque se sentían atraídos por las ideas liberales.
- La población rural consideraba que cualquier alteración del concepto de Monarquía era romper con la tradición y defender las ideas “afrancesadas”. En definitiva atentar contra la sacralidad del Rey .
Además la derrota de Napoleón (Waterloo - 1815) y el Congreso de Viena (1814-1815), pusieron fin a los conflictos derivados de la Revolución Francesa, y trató de hacer lo mismo con una ideología hacía peligrar el sistema social y político del Antiguo Régimen. Por lo tanto, la política de vuelta al Absolutismo y Legitimismo de Fernando VII estaba en línea con lo practicado en Europa, si exceptuamos en Gran Bretaña, y garantizado por la potencias como Rusia, Austria y Prusia a través de la Santa Alianza.
Tras evaluar estas circunstancias, Fernando decidió regresar a un modelo de gobierno absolutista. El Rey se negó a reconocer la Constitución de 1812 en su Real Decreto de 4 de mayo de 1812, “como si en realidad nunca hubieran pasado”, iniciándose una persecución contra todo aquellos que apoyaran de alguna manera el liberalismo como forma de gobierno.
Acto seguido se desató una persecución contra aquellos “colaboracionistas” y “afrancesados” que habían apoyado y alabado la ocupación francesa y el gobierno de José I Bonaparte (“Pepe Botella”), siendo especialmente dura entre 1814 y 1816. La represión también afectó a los liberales, de una manera más o menos intensa, cuya posición ideológica próxima a los “afrancesados” permitió la extensión de la persecución a este movimiento político en unas magnitudes ínfimas si las comparamos con las persecuciones de liberales en la Década Ominosa.
La represión obligó a muchos que compartían la ideología liberal de la Constitución de 1812 a decidir entre marchar al exilio (que terminaría en 1820), pasar a la clandestinidad, el atentado político (contra el Rey), tratar de ganarse el aprecio del Antiguo Régimen (Goya) o tratar de cambiar de sistema político a través de golpe militar como veremos anteriormente.
Desde el punto de vista gubernativo, en este período del gobierno de Fernando VII destaca el último intento por reformar la Hacienda Real. En mayo de 1817, Martín de Garay propuso un impuesto de consumo que gravaba los precios de “beber, comer y arder”. Esta iniciativa fracasó y desveló la imposibilidad de una reforma económica y fiscal si no se ponía fin a la sociedad privilegiada del Antiguo Régimen
Otro elemento destacable de este período es la discutida influencia de un gobierno "en la sombra", conocido como “La Camarilla” formado por los amigos y individuos más cercanos al monarca, manipulada por la historiografía liberal, hasta el punto de otorgarle un papel decisivo en la vida política española.
La creación de este "gobierno en la sombra" se debe a la confusión de dos elementos: el primero es una tertulia reunida en tiempos de Carlos IV en una sala del Palacio Real denominada la "camarilla" ; que Fernando mantuvo, acercándose a ella hombres de cualquier condición con los que solía hablar de toros, bailarinas, lecturas, etc.... ; y aunque es probable, es poco posible que en aquellas reuniones se hablara de política; mientras que las audiencias concedidas a los cortesanos y hombres públicos trataban de los asuntos públicos, por lo que se puede decir que la política en España no había cambiado, salvo en un elemento: Fernando VII nunca quiso tener un valido , donde la experiencia de su padre a este respecto no había resultado adecuada, aunque recibió múltiples consejos a lo largo de su vida, no organizó ningún tipo de ordenación ni organización de tales consejos, resultado de lo cual tenemos una medidas contradictorias.
La oposición al gobierno de Fernando y la "persecución" de los liberales, creó una conciencia de que solamente el gobierno podría cambiar a través de pronunciamientos militares, puesto que Fernando parecía dispuesto a no permitir que los liberales alcanzaran el cuotas de poder. Dichos levantamientos entre 1814 y 1820 siempre se trataron de pequeñas intentonas de reducidos grupos de militares, que se alzan para proclamar un régimen de carácter liberal; pero en que en la mayor parte de las ocasiones siquiera llegaba a producirse, y de hacerlo fracasaban al momento porque los soldados se negaban a secundar a sus jefes. Vamos a destacar aquellos más sobresaliente entre 1814 y 1820:
- El pronunciamiento de Espoz y Mina en Pamplona (1814) se sublevó contra el absolutismo fernandino, intentando cambiar la voluntad del Rey hacia una solución liberal. El movimiento fracasó, y Espoz y Mina tuvo que refugiarse en Francia.
- Otro pronunciamiento sonado fue el de Juan Díaz Porlier en La Coruña en (1815). Héroe de la Guerra de Independencia y liberal convencido, fue ajusticiado por traición tras fracasar en su pronunciamiento favor de la Constitución de 1812.
- El levantamiento de Lacy y Milans del Bosch en Barcelona en 1817, que aunque contó un gran apoyo de la burguesía catalana, fracasó con la huída de Milans del Bosch y el ajusticiamiento de Lacy (por parte de Castaños)
- En 1818, Valencia va ser el tercer lugar dónde surge una conspiración de importancia encabezada por el coronel Vidal y financiado por Beltrán de Lis. Existía la pretensión de reponer al padre de Fernando VII, Carlos, como monarca constitucional. Pero la pretensión del ex-monarca de volver en un barco de guerra español, obligó a múltiples retrasos que llevaron a una opción diferente: la república federal. La conspiración que había sido retrasada más de un año, fue denunciada y descubierta antes de estallar.
4. El reinado de Fernando VII (1814-1833): el trienio liberal (1820-1823) – valor 2 puntos
El teniente coronel Rafael del Riego fue el protagonista de un pronunciamiento militar que significó un cambio político, devolviendo el poder político a los liberales. Inició su levantamiento el 1 de enero de 1820 en Cabeza de San Juan (Cádiz) al mando de las tropas que estaban destinadas a reprimir los movimientos independentistas de las colonias americanas.
El pronunciamiento se prolongó a lo largo de tres meses, en los que Riego llevó a cabo una expedición por Andalucía con intención de recabar apoyos. Al tiempo desde la Corte, Fernando VII actuó con inoperancia e lentitud para reprimir el levantamiento, lo que permitió una consolidación de la posición de Riego, que desde Madrid no pudo ser evitada. Esta situación de indefinición duró hasta que en La Coruña, el coronel Acevedo se sublevó (19 de febrero), secundando a Riego, y abriendo la llave del levantamiento en toda España. El rey, aunque con fuerzas suficientes para poder enfrentarse a la situación, estaba consumido por la incertidumbre y decidió no arriesgarse a perder algo más. Así el 9 de marzo, Fernando VII se decidió a dar el paso para ponerse a la cabeza de la revolución con estas palabras: “marchemos todos, y yo el primero, por la senda constitucional”. Se inicia así el Trienio Liberal.
Durante este período se dibujaron claramente dos tendencias entre los liberales:
- Moderados (Doceañistas): Defendía la herencia de Cádiz contra cualquier desviación radical del liberalismo, para lo que incluso plantearon la idea de construir el Estado Liberal a través de un pacto con las elites del Antiguo Régimen, lo que llevaba implícita la reforma de la Constitución de 1812. También consideraban fundamental el papel de la Monarquía en la aplicación del Estado Liberal. Aquí podemos encontrar personalidades como el Conde de Toreno o Martínez de la Rosa.
- Exaltados (Veinteañistas): Consideraban que los moderados estaban demasiado cerca de los postulados absolutistas, y proponían soluciones radicales basadas en la aplicación sin trabas de la Constitución de 1812, que bajo ningún concepto necesitaba ser reformada (era considerada un texto sagrado). El sistema de gobierno para estos era accidental, ya que el auténtico poder se encontraba en la Monarquía. Aquí destacamos la figura de Evaristo San Miguel.
La dialéctica entre ambos grupos contribuyó a que la cultura política se extendiera por el mundo urbano a través de la prensa; que se descubrió como un importante medio de difusión e formación de opinión. También la Milicia Nacional (considerada en la Constitución de Cádiz como un cuerpo de ciudadanos armados en defensa del régimen liberal), acabaría convirtiéndose en un importante canal de participación de los sectores populares en el debate y el acontecer político.
En el campo de las reformas cabe destacar:
Reformas Religiosas: su origen se encuentra en el deseo de incorporar a la Iglesia al nuevo ordenamiento constitucional, pero las diferentes disposiciones del Trienio llevaron a un enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado. Entre las medidas más significativas encontramos la obligatoriedad de los párrocos para explicar la Constitución los domingos y días festivos, el nombramiento de obispos “liberales” en determinadas vacantes, la expulsión de los jesuitas (agosto de 1820), por considerárseles los inspiradores y defensores de la postura absolutista más ultraconservadora y el Decreto de supresión de monacales y reforma de regulares (octubre de 1820).
Reformas Económicas-Hacendísticas: Las Cortes de este período trataron de culminar la obra comenzada en Cádiz tendente a transformar la legalidad jurídica de la propiedad, consistente en la abolición del régimen de manos muertas, la desvinculación y la finalización del sistema señorial. También trató de eliminar los privilegios manufactureros del los gremios, liberalizó el comercio para facilitar la entrada de productos extranjeros y exportación de productos propios. Reformas Fiscales: Entre 1820 y 1823 se pusieron a la venta títulos de deuda pública así como los títulos de propiedad de los bienes de la Inquisición y la Compañía de Jesús, así como “desamortizados” por la ley de supresión de monacales y reforma de regulares. Se mostraron medidas insuficientes, ya que no se encontró una forma adecuada de mantener una fiscalidad alta que consiguiera liquidez y eliminar la deuda del Estado.
Reformas Administrativas: Dentro del Trienio Liberal, este apartado tan sólo consistió en la elaboración y discusión de proyectos, que quedaron finalmente como meros bocetos de reformas que tendrían que ser retomadas en el reinado de Isabel II:
• La creación de provincias, reforzaba un planteamiento centralista administrativo.
• La Ley de Instrucción Pública imponía unos mismos planes de estudio para todos los alumnos, a los que dividía en tres ciclos básicos de enseñanza (primaria, media y superior).
• La redacción del Código Civil suponía la desaparición de todos los fueros legales especiales salvo el militar y el eclesiástico
• La creación de un ejército nacional (Milicia Nacional)
La oposición al Régimen Liberal aglutinó a muchos grupos, intereses y sectores sociales diferentes desde el rey Fernando VII hasta el más humilde de los campesinos, a lo que hay se sumar la posición de las potencias extranjeras absolutistas (Austria, Prusia y Rusia que conformaban la denominada Santa Alianza) que no querían que el ejemplo de España se extendiese por una Europa, todavía en recuperación tras la guerras Napoleónicas.
Fernando VII y sus cortesanos, obligados a aceptar como mal menor la acción de los moderados en el gobierno, no dejaron por ello de alentar durante el Trienio cualquier conspiración cuyo objeto se cifrase en la restauración del viejo orden, bien fuera obstaculizando la labor de las Cortes y del ejecutivo hasta donde la Constitución lo permitiera, cuando no alentando actitudes como la de la Guardia Real en el verano de 1822 .
El resto del país sufría la acción de partidas absolutistas que tomaron la plaza fuerte de la Seo de Urgel (Seu d'Urgell), dónde se establecería una Regencia, depositaria de la soberanía absolutista del monarca, ante la situación de "secuestro" que sufría éste en Madrid. Espoz y Mina se encargó de disolver dicha Regencia en septiembre de 1822. Esta acción aceleró la intervención en España de los miembros de la Santa Alianza.
La Revolución Liberal española había causado la alarma desde el mismo momento de su inicio. En los Congresos de Troppau (1820) y Laybach (1821), la situación española fue abordada pero la actuación de los liberales moderados en el poder (que recibían la aprobación británica) y el recuerdo de las derrotas de los franceses a partir del levantamiento del pueblo (Guerra de la Independencia), impidieron una decisión inmediata.
Pero la disolución de la Regencia de la Seu de Urgell, en el Congreso de Verona (1822) Francia, Austria, Prusia y Rusia decidieron una intervención a la cual Gran Bretaña no puso ninguna objeción y que por razones de prestigio y relaciones familiares Francia encabezó.
Así en abril de 1823, un cuerpo de ejército francés coaligado por un número indeterminado de absolutistas en armas , atravesaron la frontera, sin encontrar resistencia. Tan sólo Espoz y Mina y Rafael del Riego plantearon una resistencia inútil. Superados éstos, el gobierno liberal trataría de resistir en la emblemática ciudad de Cádiz, pero sin ayuda británica, ante un ejército francés que tenía aprendida la lección, el asedio sólo sirvió para prolongar la agonía del gobierno liberal, que finalmente claudicó a entregar a Fernando con la promesa de poder exiliarse a Gran Bretaña, vía Gibraltar. Fernando recuperaba el poder de manera absoluta el 1 de octubre de 1823.
Como causas del fracaso del Trienio Liberal se pueden enumerar hasta 4 factores:
- La minoría liberal, formada fundamentalmente por militares y burguesía, no tenía ningún tipo de apoyo popular.
- La indefinición de funciones que tenían los diversos poderes, los numerosos conflictos que producía y el papel de un monarca que tenía la capacidad de vetar las decisiones de las Cortes, distorsionaba la vida política.
- La infraestructura existente debajo del Estado mismo, inmanente a cualquier tipo de realidad estatal: la corrupción, el tráfico de influencias o la malversación aparecen como elementos políticos a tener en cuenta.
- La incapacidad el gobierno para integrar la Iglesia dentro de un modelo de Estado Liberal. Y en una sociedad dónde la religiosidad lo impregnaba todo, la posición política de la Iglesia podía inclinar a un bando u a otro la situación, como en efecto así ocurrió. La Iglesia justificó la forma de gobierno absoluto frente a la ilegitimidad del Régimen Liberal, que atacaba la tradición y la voluntad de Dios, y contra el cual -el Régimen Liberal- se podía actuar.
5. El reinado de Fernando VII (1814-1833): la década ominosa (1823-1833) – valor 2 puntos
La intervención de la Santa Alianza en 1823 marca el inicio de una nueva etapa dentro del reinado de Fernando VII, que concluiría con su muerte en 1833. Ahora se abre una etapa que muchos historiadores han calificado como estable debido a que el principio de soberanía se mantuvo sin alteración, aunqueo no significa que no hubiera discrepancias internas, tanto por los liberales como por parte de aquellos "realistas" más intransigentes, que se volverán en el problema más importante a los que se tendrá que enfrentar Fernando VII al final de su reinado.
Al tiempo que las tropas francesas desmontaban el Estado Liberal, los Realistas fueron creando una serie de organismos de interregno o regencia (Regencia dirigida por el duque del Infantado) que fueron allanando el camino para la vuelta de Fernando VII al trono como rey absoluto, con una "depuración política".
En 1823 la Regencia decretó la detención de los diputados liberales y la confiscación de sus bienes, desatándose por parte de los voluntarios realistas y el pueblo una serie de represalias y tropelías que al duque de Angulema le parecieron desproporcionadas. La plena restauración se produjo el 1 de octubre de 1823 cuando Fernando VII desembarcó en el Puerto de Santa María y fue recibido por Angulema. En el manifiesto a su llegada, el Rey aprobó las líneas políticas realizadas y la línea de represión que se habían dictado desde la Regencia.
La aprobación de la dureza de la represión molestó en Francia, puesto que perjudicaba una acción política de prestigio, y por tanto trató de detenerla amenazando al Rey con dejarle sólo y retirar las tropas de Angulema sino aprobaba algún tipo de Amnistía hacia los liberales, deteniendo su persecución. Por fin la Amnistía salió adelante en 1824, pero no fue una ley de perdón sino más bien era una pragmática encaminada a finalizar con las represiones indiscriminadas; pero provocó una división entre los realistas más exaltados o "puros" y los más moderados o "reformistas", que se fue acrecentando a lo largo del final del reinado.
Los primeros destellos del descontento realista puro se iniciaron ya en 1824, cuando se produjo una conspiración encabezada por el Capitán General de Aragón. Una nueva acción se dio a principios de 1825 cuando se difundió un folleto titulado Españoles, unión y alerta, de contenidos próximos al realismo dónde se denunciaban los manejos masónicos cercanos al monarca, buscando crear un clima de temor y de desconcierto dentro de la sociedad. Las investigaciones sobre ambos hechos terminaron apuntado al entorno de don Carlos María Isidro, hermano del rey, quien parecía encabezar y ser referente de este movimiento de realistas "puros" y tener apoyos en el seno del gobierno. Por ello tuvo que salir el rey al paso de las acusaciones y reafirmar su disposición a conservar intactos sus derechos legítimos de soberanía,
Pero las acciones fueron aumentando en gravedad. El 15 de agosto de 1825, se inició una insurrección en Getafe al mando del mariscal Jorge Bessieres secundada por cientos de voluntarios realistas. Aunque este levantamiento fracasó, puso en guardia al rey sobre este grupo político encabezado por su hermano, don Carlos, que aunque leal por completo a la Monarquía, manifiesta en todo momento su intranquilidad por la situación sobre el país. Esta tensa situación entre hermanos se agravó cuando en 1826 fue publicado un Manifiesto de la Federación de Realistas Puros, realizado por algún eclesiástico exaltado que pedía la sustitución de Fernando VII por su hermano, don Carlos .
Pero los hechos de mayor gravedad se produjeron en Cataluña en 1827. Aquí las protestas se transformaron en una sublevación armada en forma de partidas. Tras una primera fase preliminar agravada por una crisis de subsistencia, la sublevación se inició en abril de 1827 en el Bajo Ebro y aunque nunca llegó a controlar ningún núcleo urbano, colapsó toda actividad económica en las zonas de Gerona, Vic, Manresa y el Ampurdán. Esta revuelta conocida como la de los Revuelta de los "malcontents" o agraviados, nunca tuvo un programa determinado y ni una serie de reivindicaciones precisas. A partir de septiembre la crisis fue remitiendo, para finalmente desaparecer tras las represiones oportunas y un viaje del Rey.
Los levantamientos de los realistas, que se encontraban apoyados por la población, tenían la limitación de no poder cambiar el modelo de régimen; mientras que los liberales no podían cambiarlo por el escaso apoyo de la población. Aún así no dejaron de intentarlo convirtiendo Londres, Gibraltar y París en los centros de operaciones de los movimientos para iniciar una nueva revolución liberal en España. Quizás el levantamiento más famoso será el de Torrijos (1831), cuya expedición dirigida desde Gibraltar, fracasará estrepitosamente. También es reseñable la labor de agentes liberales en el interior del país como Mariana Pineda, que acusada de conspiración y traición es ajusticiada en 1831.
Fernando VII se rodeó, para esta etapa, de elementos realistas moderados ligados al reformismo borbónico del siglo XVIII, más presentables en un contexto internacional de individuos partidarios de un conservadurismo extremista y reaccionario. El resultado es difuso aunque lo más importantes movimientos de reforma se dieron dentro del campo de la Hacienda (y la Fiscalidad) de la mano de López Ballesteros, secretario de Hacienda hasta 1832. Se tuvo que enfrentar a una España con seculares problemas económicos (falta de liquidez), que se vieron agravados por la independencia de las colonias españolas en América. Aun así realizó una serie de medidas orientadas a mejorar la situación económica española entre las que destacamos las siguientes:
- Intentó realizar un primer presupuesto del Estado, algo que fue bloqueado por los miembros más intransigentes del Consejo de Estado, por entender que constituía una forma solapada de constitucionalismo al coartar la libertad de acción del Rey.
- En 1824 creó la Caja de Amortización con la misión de controlar la deuda pública.
- En 1831 creó la Bolsa de Madrid para controlar las fluctuaciones de la deuda pública.
- Convirtió el Banco de San Carlos en Banco de San Fernando acercándolo a su transformación definitiva en Banco de España.
A la altura de 1830 las posiciones de todos los elementos políticos estaban claramente definidas; el radicalismo entre los carlistas (llamados así todos los movimientos políticos que se aglutinaron alrededor de la figura del infante don Carlos) y los realistas reformadores se hacía claramente patente; y la sucesión de Fernando VII abrió un nuevo frente entre ambos.
La falta de descendencia del rey hacía muy posible el ascenso al trono de don Carlos, lo que significaba para los carlistas el colmo de todas sus aspiraciones políticas, y no parecía que Fernando VII fuera a tener descendencia tras 3 matrimonios frustrados. Pero en 1829 se produjo un hecho inesperado: en mayo el rey enviudó y se presentó una nueva oportunidad de un nuevo matrimonio y de una posibilidad de descendencia.
A finales del mismo año se produjo el enlace matrimonial con su sobrina María Cristina de Nápoles, y muy pronto las esperanzas de los reformistas se vieron colmadas. La reina se encontraba embarazada y sólo quedaba por disipar la nube de una legislación imprecisa, por la cual según Las Partidas de Alfonso X se permitía la sucesión directa. Pero esta norma fue alterada con la llegada de los Borbones que modificaron la posición de la mujer en la ley de sucesión al trono. Esta normativa borbónica, conocida como Ley Sálica había sido derogada en 1789 y en 1812, siendo sustituida por la legislación de Las Partidas, pero para evitar malentendidos, el rey decidió reforzar con una Pragmática Sánción el 29 de marzo de 1830 y relegaba a un segundo plano a su hermano en la sucesión. La trascendencia de la medida fue total puesto que en octubre de 1830 nació María Isabel (futura Isabel II), y dejó a los realistas "puros" frente la cruda realidad: su candidato tenía pocas posibilidades de acceder al poder por vía legal.
Pero a pesar de esa realidad, tras el nacimiento de la segunda hija de Fernando VII en 1832, los carlistas no se dieron por vencidos. Así en una etapa de agravamiento de las dolencias de Fernando VII, en su residencia de la Granja; Fernando VII temeroso por su situación frente a la muerte no quería cargar sobre su conciencia más sangre y cedió a las presiones desde el bando carlista y abortó la pragmática de forma secreta.
El éxito carlista duró exactamente 10 días: días que se necesitaron para conocer esta decisión y que la princesa Isabel recibiera los suficientes apoyos. La mejoría de Fernando VII trastocó definitivamente las posibilidades de su hermano y del absolutismo intransigente, que además perdió a su cabeza visible cuando frente a las Cortes de enero de 1833 reunidas para reconocer a María Isabel como heredera, don Carlos se negó por lo que fue desterrado de forma fulminante a Portugal. Fernando VII moría en septiembre de 1833, dejando en el horizonte dos incógnitas por resolver: la actitud de los carlistas, una vez que el rey legítimo hubiera muerto, y si era posible mantener más tiempo las anquilosadas estructuras políticas del Antiguo Régimen.
Durante este conflicto se recuperó Menorca pero no recuperaron Gibraltar, pero la “Roca” aguantó el asedio español.
Incluso a Murat se le nombró entre el 4/5 de mayo Presidente de la Junta Suprema de Gobierno, lo que representaba claramente la falta de capacidad política de esta institución. Tampoco el Consejo de Castilla, gran órgano de gobierno a lo largo del Antiguo Régimen, parece estar detrás del levantamiento puesto que criminaliza cualquier alteración de orden público frente a la ocupación francesa tanto en Madrid como en las provincias.
PÉREZ DE GUZMÁN Y GALLO, J.: El dos de Mayo en Madrid, Madrid, 1908, p. 624. Tomado de VV.AA.: Documentos de Historia Contemporánea de España, Madrid, 1996
La historia de la sublevación realizada por el Conde de Toreno (QUIEPO DE LLANO RUIZ DE SARAVIA, J. Mª.: Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, París, 1832) recoge la orden de Murat para mantener el orden en la ciudad, y entre cuyos artículos destacamos el artículo 2 (“Todos lo que han sido presos en el alboroto y con armas en la mano serán arcabuceados”), el artículo 3 (“La Junta de Estado […]. Todos los habitantes y estantes […] se hallasen armados o conservasen armas sin una permisión especial serán arcabuceados”) y el artículo 5 (“Toda reunión de más de ocho personas será considerada como junta sediciosa, y deshecha por la fusilería”). Esto permitió una represión brutal, cuyo más dramático ejemplo fue el cuadro de los Fusilamientos del 2 al 3 de Mayo realizado por Francisco de Goya.
Se calcula que hubo unos 500 fallecidos entre civiles y militares, aunque las cantidades no valoran los “daños colaterales” propios del combate.
Aunque luego este grupo recibió la denominación despectiva de afrancesados, aquí debemos diferenciar entre aquellos que optaban por el francés comportándose de manera arribista y los que recibieron la invasión napoleónica como una oportunidad de eliminar en España todo aquello que evitaba su despegue económico y su transformación sociocultural abrazando las formas que provenían de la cuna de la Ilustración y el Liberalismo.
Fue una noticia de mucho impacto en Europa ya que era la primera vez que un ejército francés era derrotado en campo abierto desde 1792.
Esta denominación se debe al paralelismo que se establece entre los interregnos dentro del imperio persa y el periodo de Guerra de Independencia.
No hay que olvidar el importante número de este colectivo en este momento puesto que suponen aproximadamente el 80% de la población......
El enfrentamiento con la Milicia Nacional, provocó la salida del gobierno de los moderados y permitió la llegada de los liberales exaltados. Éstos llevaron a cabo una política mucho más radical que facilitó la intervención internacional de la mano de la Santa Alianza.
El denominado “Ejército de la Fe”. Estas fuerzas serían la base del ejército carlista en los años 30 durante el enfrentamiento con las fuerzas isabelinas durante la I Guerra Carlista (1833-1839/40)
Estas tropas eran, a pesar de las fuerzas de los volutarios realistas, el auténtico apoyo para la recuperación de un gobierno de absolutista en España.
Según Julio Aróstegui este manifiesto bien pudiera ser una provocación realizada por liberales con el fin de desestabilizar la posición entre Fernando VII y su hermano, puesto que al contrario que anteriores escritos, el rey es aquí atacado y se justifica la revolución (la del Trienio Liberal) de 1820.
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